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Desde El Salvador

Lunes 1 de marzo. Salgo por patas de la oficina antes de que me agarren por banda y me tenga que quedar.

Fui al médico a recoger la receta de las cosas que tenía que tomar, no porque la necesitase para la farmacia, pues aquí te venden de casi todo sin receta, aunque ponga “con receta médica”. No sé si he comentado que en las farmacias venden de todo, en la última que estuve, además de perfumes, champú y recuerdos de El Salvador, tenían el mostrador de los chocolates y otras guarrerías frente al de los productos dietéticos. Eso sí que es mala leche.
Después fui a la oficina de la doctora que sirve de contacto entre El Salvador y MAPFRE en España. Llegar allí fue todo un logro, pues el puñetero microbusero no quiso pararme donde me correspondía, se saltó la parada y tuve que caminar de vuelta un montón. Encima había perdido la dirección del lugar, sólo recordaba que era en el “Centro Comercial Feria Rosa”, que no mucha gente conocía.
Una vez allí pregunté por la aseguradora “Asistencia El Salvador” y nadie lo conocía. El primer tipo al que pregunté, me dijo: “¿Pero es un seguro canadiense?” y yo, le dije que no, pero él erre que erre, ¿pero no es una canadiense? Joder, que no. Lo preguntó por lo menos 4 veces. Se ve que me vió cara de canadiense y se empeñó en que mi aseguradora tenía que ser canadiense, aunque en realidad no había ni una sola aseguradora en el puñetero centro.
Recordaba que el número de local era el ciento algo, así que por lo menos ya sabía que era en la primera planta. Después de preguntar a un señor de la limpieza que creo que era un poco retrasadillo, éste me mandó a administración, donde al mencionarle el nombre de la doctora ya cayó en la cuenta y me supo indicar dónde estaba la clínica. Ni aseguradora ni leches. Me dispuse a buscar la clínica, pero me costó encontrarla porque era una clínica pediátrica y aunque era la tercera vez que pasaba por allí delante, jamás se me hubiese ocurrido entrar, pero lo hice para preguntar y ya vi el nombre de la doctora en una puerta. Me dijeron que tenían que ver si me podían devolver el dinero de los medicamentos (44$) porque ya habían mandado los papeles al no decir yo nada. Les expliqué que vivo en el culo del mundo, aislada y sin posibilidades de llamarles entre semana. Al final me devolvieron mi dinero.
Mientras esperaba, ojeé el diario para ver qué había pasado con los Óscar y ver si mi porra se acercaba a la realidad. Pues seguramente no he ganado porque desde luego no le puse 11 a El Señor... Ni mucho menos. Tal vez 5. Aunque me fijé en que tuve suerte y acerté de chiripa la película extranjera. No venían más datos, así que los documentales y el resto, no sé que habrá pasado con ellos. No los habré acertado, cachis.
De vuelta a la oficina, parecía que las cosas pintaban bien y que me iba a ir con Luis y Lucía a mediodía. Pero se acercó la hora y a Luis le había surgido una reunión a las 2 de la tarde y Lucía tenía que ir al banco. La reunión en teoría era también para mí, pero me negué, le dije a Luis que les dijera de mi parte que si quieren contar conmigo en una reunión, que la pongan a las 10am, que para ir al CEDEFAR tenemos que salir a las 13. No dio el recado, pero ya lo daré yo la próxima vez. Desconsiderados.
Así que yo sí que me fui a mediodía. No comí más que un zumo de piña que había tomado un rato antes y un helado de chocolate que compré en la estación de Sonsonate.
Llegué a Cara Sucia una hora antes de que saliese el bus hacia el CEDEFAR, así que fui al súper a comprarme guarrerías y un exprimidor, que las naranjas están de muerte y a veces apetece un zumito en lugar de chuparlas.
Arriba estaban los estudiantes que habían llegado el domingo. Esa noche no llegaron ni Luis ni Lucía, de lo tarde que salieron. Ya lo sabía yo. Y no hubo nada de cena porque Luis tenía que traer algo y no se acordó de decírmelo a mí. Sólo frijoles con tortilla. Yo tomé un tamal de elote porque lo había comprado en el bus. Qué casualidad.

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