Blogia
Desde El Salvador

Domingo 15 de febrero. De compras por el centro.

Antes de nada, debo cag**me en los p*tos cortes de electricidad de este rincón del mundo. Se me han ido a la m***da los diarios. Todo por hacerlos en el bloc de notas y no en Word, que aparte de revisarme la ortografía, tiene esa maravillosa función de guardado automático. Pero ya es suficiente, ahora uso Word.
Pues lo más destacable de este día fue eso mismo, fui de compras por el centro. En principio iba a ir con Alfredo al mercado negro a buscar un móvil, pero como Carlos (Colocho) se ofreció a acompañarme, Alfredo ya no vino.
Fuimos al mercado negro. Es una especie de mercadillo permanente, situado al lado del Parque Libertad, en el centro. Son muuuchos puestos bastante cutrecillos la mayoría, aunque hay alguno más decente que se asemeja a los típicos stands de la Expoocio y cosas así. El resto están hechos de madera y tienen por techo una chapa de metal. Los hay ridículamente diminutos, sólo cabe el vendedor sentado y su radio. Se venden sobre todo productos relacionados con la electrónica: móviles, radios para coche, televisores... Vamos, cosas que se roban y venden fácilmente. Hay un gran surtido de móviles de segunda mano, uno de los cuales quería conseguir yo, pero nada me terminó de convencer, así que me quedaré sin móvil hasta que vuelva a España.
Después fuimos a comprar alguna otra coseja. Comprar con Carlos no es tan eficiente como hacerlo con Érika, ésta se sabe dónde está cada cosa. Buscamos un plástico para cubrir la lavadora, pensamos en un hule de cocina. Me costó hacerle entender qué era un “hule”, porque aquí se usa como “goma” (botas de hule son las de agua). Ya ni recuerdo qué nombre tenía aquí el dichoso hule.
También buscamos horquillas para el pelo (ganchitos) y no me convencía ninguna, hasta que encontré unas que no me convencían mucho pero su precio sí. Tienen pegadas una mariposa brillante, como si estuviese recubierta de purpurina plateada. No son bonitas, pero me daban 12 por un cuarto de dólar y hasta el momento sólo me daban una por ese precio. Y como aquí son horteras por naturaleza, tampoco iba a encontrar algo mucho más bonito. Tendríais que ver cómo se pelean en las bodas y cosas así por el centro de mesa. No unas flores, sino la figurita de turno con los novios y decorada con perlitas, lacitos, encajes... Y luego la ponen encima del televisor. Prefiero los ceniceros de “Segovia”, “Toledo”...
Y por el camino encontré un puesto en el que vendían lana para bordar y me lancé: voy a aprender a bordar. Así que compré lanas de colores vistosos y un bastidor de bordado. Luego busqué la aguja y una camisa donde poder hacer mis primeros estropicios. La camisa más barata que encontré, fue una de uniforme de colegio. Colocho me felicitó por el regateo, dijo que se notaba que era de la escuela de Érika.
Fuimos a comer al Pollo Campero, donde por primera vez en un restaurante de comida rápida me iban a tomar la nota a la mesa. Creo que sólo lo hacen cuando hay poca gente, otras veces he tenido que hacer la cola como en todo Mcdonalds.
Después Carlos me acompañó a un ciber y se fue, no sin antes darme instrucciones muy precisas de cómo volver a casa y a qué horas hacerlo. El chico estaba preocupado porque hay zonas en las que no hay mucha gente los domingos y a saber qué me podía pasar. Pero le dije que volvería antes de que anocheciese.

0 comentarios