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Desde El Salvador

Lunes 16 de febrero. Felicidades Rodrigo. Día de los temblores.

Qué mala suerte tengo. Resulta que a media noche hubo un temblor de 4.0 con epicentro en San Salvador y yo no lo noté. Supongo que porque llevaba tapones en los oídos. Me han dicho que lo que más se nota de los temblores no es la vibración sino el ruido de las paredes y ventanas crujiendo y las cosas tintineando. Que cuando estás en la oficina o algo así, sí que se nota, porque la pantalla o el bote de los bolígrafos se mueven. Pero yo llevo tapones en los oídos por la noche para que el ruido del tráfico no me despierte cada 2x3. Así que no sentí el temblor del que todo el mundo hablaba al día siguiente. Hubo gente que hasta salió a la calle en pijama por temor a que fuese un terremoto.
El caso es que debí medio despertarme, pero no estaba consciente, porque tengo la sensación de que soñé con un temblor, que lo notaba. Pero como es sólo la sensación de un sueño, no cuenta.
Y después en la oficina, Ana la secretaria intentó avisarme de otro, pero ella estaba al teléfono y yo hablaba con un vendedor de cosas artesanales de mimbre. Así que completamente despierta y también me lo perdí. Si seguro que cuando haya un terremoto no me entero hasta que no me caiga una teja en la cabeza. El caso es que empezaba a haber cierto nerviosismo general por la frecuencia de los temblores. Yo me alegré de irme ese día para Cara Sucia.
No vuelvo a esperar a Luis en la oficina. No pienso irme cuando él acabe sus papeleos, porque son unos desconsiderados y siempre lo atienden el último, cuando somos los primeros que nos tenemos que ir. De nuevo, llegamos tarde al bus. El especial nos puso una película mejicana del año de las botas de Maricastaña y justo cuando llegamos a Sonsonate se largaba nuestro bus. No llegamos al desvío a tiempo, claro, pero tuvimos suerte y nos “dieron ride”, así que subimos menos apretujados y encima de gratis.

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