Martes 17 de febrero viernes 20 de febrero.
Estos días fueron apacibles y normales. Estaban los estudiantes (los de siempre, no los nuevos) y terminaron sus pantalones (estaban dando clases de confección). Se les veía tan contentos paseando con sus nuevos pantalones (una cuarta más largos de lo que era su talla) y enseñándoselos a todo el mundo.
Yo seguí con mis tomates, que parecieron recuperarse del hongo que los acosaba, aunque perdí una planta (q. e. p. d.). De momento, he llegado a una conclusión: el sistema de riego que utilizamos, es una patata. Descartado como posible salida para el campesino, a no ser que se mejore de algún modo.
Los chicos insistían en que el viernes me quedase por la noche a ver Anaconda con ellos. Pero ya les dije que la había medio visto y no me gustó nada. Pero qué pesaditos con que me quedase. Si no me invitaron 25 veces, no lo hicieron ninguna.
Sin embargo, sí me quedé a ver el desfile de Victorias Secret. Los chavales babeaban ante tanta mujer exuberante y desfilando sólo en ropa interior. Vale, que son adolescentes, por eso se lo perdono, pero de todas formas en este país no se suelen ver mucho esas cosas, y menos en la zona rural. Una cosa curiosa es que al entrar en el país y rellenar el formulario de aduanas, entre los productos que no se pueden introducir al país están los artículos obscenos, supongo que será a juicio del oficial de aduanas el determinar qué es obsceno y qué no lo es...
Una de estas noches, Lucía me enseñó a bordar. Más o menos. El caso es que me está haciendo una colcha y yo me puse a ayudarla para aprender. Parece sencillo. Pero yo soy tan torpe que en un par de ocasiones agarré la tela de abajo con la puntada. Nada que Lucía no pudiese solucionar, pero se vio que soy un poco chapucera.
El jueves amanecí con una diarrea terrible. Cada hora tenía que pasar por el cuarto de baño, se ve que algo me había sentado mal la noche anterior, aunque yo pensé que de una vez por todas los parásitos se habían adueñado de mis intestinos y que la famosa Anaconda se retorcía entre mi duodeno y mi colon. Aún así, me arriesgué a bajar al pueblo por la tarde, aunque como no había comido nada (sólo tomé algo de suero), no había mucho peligro. En el pueblo compré Intestinomicina, un tapaculos de primera clase, que seguro que no es lo más adecuado, pero hace el apaño estupendamente, y con una sola pastilla. También compré Gatorade, porque estoy cansada del suero ese y al fin y al cabo llevan lo mismo. Me tomé uno que se llama Black Ice, que dicen que es una edición especial y limitada. Es de color negro, aunque en realidad es morado muy oscuro, como de frutas del bosque. Si doy tantos detalles es porque al día siguiente, cagué verde. Pero verde guacamole, lo juro. Un verde brillante, aguacate. Y si al color le añadimos la consistencia... Guacamole. Os juro que si lo hubiese puesto en un bol y al lado hubiese puesto unos nachos, más de uno hubiese mojado. Yo me asusté, pero me acordé del Gatorade y me tranquilicé bastante.
El viernes me quedé a dormir, en contra de lo que he hecho los otros fines de semana. Pero para qué iba a ir a San Salvador si hasta el sábado no había ningún plan interesante. Así por lo menos cuidaba de mis tomates y no iba con prisas.
Yo seguí con mis tomates, que parecieron recuperarse del hongo que los acosaba, aunque perdí una planta (q. e. p. d.). De momento, he llegado a una conclusión: el sistema de riego que utilizamos, es una patata. Descartado como posible salida para el campesino, a no ser que se mejore de algún modo.
Los chicos insistían en que el viernes me quedase por la noche a ver Anaconda con ellos. Pero ya les dije que la había medio visto y no me gustó nada. Pero qué pesaditos con que me quedase. Si no me invitaron 25 veces, no lo hicieron ninguna.
Sin embargo, sí me quedé a ver el desfile de Victorias Secret. Los chavales babeaban ante tanta mujer exuberante y desfilando sólo en ropa interior. Vale, que son adolescentes, por eso se lo perdono, pero de todas formas en este país no se suelen ver mucho esas cosas, y menos en la zona rural. Una cosa curiosa es que al entrar en el país y rellenar el formulario de aduanas, entre los productos que no se pueden introducir al país están los artículos obscenos, supongo que será a juicio del oficial de aduanas el determinar qué es obsceno y qué no lo es...
Una de estas noches, Lucía me enseñó a bordar. Más o menos. El caso es que me está haciendo una colcha y yo me puse a ayudarla para aprender. Parece sencillo. Pero yo soy tan torpe que en un par de ocasiones agarré la tela de abajo con la puntada. Nada que Lucía no pudiese solucionar, pero se vio que soy un poco chapucera.
El jueves amanecí con una diarrea terrible. Cada hora tenía que pasar por el cuarto de baño, se ve que algo me había sentado mal la noche anterior, aunque yo pensé que de una vez por todas los parásitos se habían adueñado de mis intestinos y que la famosa Anaconda se retorcía entre mi duodeno y mi colon. Aún así, me arriesgué a bajar al pueblo por la tarde, aunque como no había comido nada (sólo tomé algo de suero), no había mucho peligro. En el pueblo compré Intestinomicina, un tapaculos de primera clase, que seguro que no es lo más adecuado, pero hace el apaño estupendamente, y con una sola pastilla. También compré Gatorade, porque estoy cansada del suero ese y al fin y al cabo llevan lo mismo. Me tomé uno que se llama Black Ice, que dicen que es una edición especial y limitada. Es de color negro, aunque en realidad es morado muy oscuro, como de frutas del bosque. Si doy tantos detalles es porque al día siguiente, cagué verde. Pero verde guacamole, lo juro. Un verde brillante, aguacate. Y si al color le añadimos la consistencia... Guacamole. Os juro que si lo hubiese puesto en un bol y al lado hubiese puesto unos nachos, más de uno hubiese mojado. Yo me asusté, pero me acordé del Gatorade y me tranquilicé bastante.
El viernes me quedé a dormir, en contra de lo que he hecho los otros fines de semana. Pero para qué iba a ir a San Salvador si hasta el sábado no había ningún plan interesante. Así por lo menos cuidaba de mis tomates y no iba con prisas.
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