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Desde El Salvador

Jueves 22 de enero. Diarios atrasados y bajada al pueblo.

Además de aprovechar para lavar la ropa oscura en "Paca", la flamante nueva lavadora, pasé la mañana entera poniendo al día los diarios estos. Llevan mucho tiempo, la verdad. Por la tarde bajé al pueblo, a conectarme un ratejo, enviar un par de cartas y "chotear", que aquí quiere decir dar un paseo.
Voy a quedar como una quejica cuando vengan mis padres y Pablo. Resulta que están arreglando la carretera que sube desde el desvío. La semana pasada inaguraron el hotel de "El Imposible" (el parque nacional que hay si sigues subiendo por la carretera que sube hasta mi finca) y parece que no iran muchos turistas si tienen que atravesar ese camino de cabras, así que se han puesto ya manos a la obra a reparar la carreterilla. Yo hablando de camino de cabras y seguro que terminan asfaltándola. De momento sólo han echado arena y han compactado.
Probé suerte en la oficina de correos, pero sólo pude enviar mis cartas, las secuestradas no parece que vayan a aparecer. Hay un taco entero para una americana que vive por allá, pero para mí nada de nada. Y encima ahora que Pablo está de exámenes no voy a tener ninguna en muuucho tiempo.
Pasé también a comprar lana para bordar. Le he pedido a la señora Lucía que me borde una colcha, con mi nombre en el medio. Podría comprarla, pero me apetece mucho más que me la haga ella, y además así me la personaliza. Por supuesto, le pagaré el trabajo, sobre todo viendo lo que le cuesta hacerlo. No saca tiempo nunca para empezarla y cuando quiere ponerse le faltan las lanas. Resulta que la que compré yo no le servía, era demasiado gorda, las de la tienda me engañaron. Aquí ven a un extranjero y se les ponen los ojos así como los de Tío Gilito cuando piensa en dinero... A la hora de regatear, es casi mejor empezar por decir la mitad del precio inicial, aunque yo ya he adquirido la técnica de pensar: ¿cuánto estoy dispuesta a pagar por esto? Y ofrezco esa cifra hasta que la tomen. Acaban por hacerlo. Les digo: mire, yo por $10 me lo llevo -$13- Que por $10 me lo llevo, de verdad... Y al final suelen ceder, porque aún así sacan beneficio (y no poco). Más de una vez me ha pasado que ya me iba del puesto y me han vuelto a llamar para dármelo al precio que yo decía.
En el pickup de subida nos tuvieron parados un rato por culpa de las obras. Quién hubiese dicho que esas peazo de máquinas podrían meterse por allí.
Por fin parece que la Gata Salvaje se está acabando. Juro no volver a ver una cosa de esas. Había que ver una para poder considerar que me integro en la cultura del país. Pero no vuelvo a picar. Los personajes no pueden ser más tontos y los guionistas no pueden tener más mala hostia. No veáis lo que me alegro cuando algún personaje parece tener más de dos dedos de frente. En cuanto se acabe, o me voy a otro sitio a la hora de la cena o cambio de canal aunque me griten.

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