Martes 20 de enero. Semilleros, llega la lavadora y a "hacer la iguana" a la playa.
Tempranito por la mañana me puse a rehacer los semilleros de tomates, mientras estaba en ello llegaron dos señores, uno de ellos vive justo al lado de la playa y nos invitó a ir. Luis le dijo que si hoy llegaba Adonay, iríamos a verlo.
Justo cuando estaba empezando a darme todo el sol en el sitio donde hacía los semilleros, llegó Adonay ¡con la lavadora!. Yupiiii, ya tengo lavadora, ya tengo lavadora. Había que instalarla y le pedí a don Simeón (el carpintero del CEDEFAR) que me hiciese una tarima para que la lavadora no estuviese tocando el suelo. Qué lindo que me la hizo a mano porque al pobre se le había roto la sierra eléctrica. El resto de la gente dice que es muy huraño, pero yo le trato bien y él a mí también.
Lo prometido era deuda y aunque yo no me lo creía, Luis y Adonay me llevaban a la playa. Subimos al Picachús (el pickup azul) y en marcha. Primero pasamos a ver los tomates que Luis le había vendido (las plantitas, en semillero) a un agricultor de la zona. Tenía bastante mosca blanca y les dió un par de recetas para eliminarla. También tenía bastante papaya, se ve que el hombre tenía dinero. Nos regaló plátanos pues acababa de llegar de cosecharlos.
Luego fuimos hacia la casa de don Candelario, el que vive al lado de la playa. Y tan al lado, su casa da al mar directamente. Está sombreada por un montón de cocoteros y allí tiene algún conejo, gallinas y una granja de tortugas (ahora no había pues sólo tiene en época de cría) que debe estar financiada por algún proyecto americano.
Fuimos a tomar algo de beber, ya que parecía que no íbamos a encontrar nada para comer. El hombre nos invitó a todo, incluso a la comida que pedí yo porque me moría de hambre (tal vez la cerveza alimente y Luis y Adonay estuviesen llenos, pero la Fanta seguro que no). Mientras, nos contó miles de historias de los trabajos en los que había estado metido. Ha trabajado en mil cosas este hombre. Por una parte, ha tenido mucho contacto con ONG extranjeras y ha sido coordinador local de muchos proyectos, desde hacer pozos de agua dulce con Médicos Sin Fronteras, liberar tortugas, proyectos de riego con C.A.R.E., salvar la costa de la invasión de los hoteles... Me pareció super interesante el hombrecito. 68 años y ahí está todavía trabajando el campo. Antes había sido vaquero, pescador, recolector de café y de algodón... Ahora se dedica al cultivo de hortalizas, que da bastante más dinero.
Y por fin fuimos a bañarnos. Qué gozada el pacífico. La playa para nosotros solos, limpia, con mucha arena fina, sin algas, un montón de olas que empezaban a romper 25 metros mar adentro y llegaban hasta la orilla, dejando por el camino muchísima espuma de mar... Había un poco de corriente, pero no llegamos hasta donde no hacíamos pie, que a saber por dónde era, porque ya estábamos metidos un buen trecho, con las olas rompiéndonos en la cara y todavía llegaba el agua por encima de la cintura. Qué delicia de baño. Ya era hora de que viviendo al lado de la playa, fuese a darme un baño. Se tarda un buen rato en llegar, pero merece la pena. En Semana Santa se llena todo de gente de todo el país.
Después del baño, el don Cande nos abrió unos cocos y estuvimos charlando un poco más con él. Adonay le dijo que estábamos haciendo "la iguana" y como yo puse cara rara me explicaron que le llaman así a escabullirse del trabajo.
En el viaje de vuelta, como ya había visto que la carretera era muy pachita (llana) me animé a conducir el Picachús. Adonay siempre me picaba con que me animase a manejarlo, pero con las carreteras tan mal y la gente loca que hay en las que están bien, no me atrevía. Como por esta no pasaba nadie y no había cuestas, tomé el volante.
Iba yo tan feliz, manejando mi pickup, cuando a lo lejos divisamos un grupo de gente, unas 6 personas. Policía. Ejército. Mierda, no llevo la licencia de conducir y parecía que estaban en medio de la calle parando a la gente. Qué cague. Pero lo que pasaba es que estaban en medio de la calle porque iban andando. Adonay y Luis me dijeron que parase a su lado por si querían "ride". No hizo falta que me lo dijesen, ellos mismos me dijeron que parase. Suban, suban. Y yo muertecita de miedo. Se ve que entre que el trasto viejo este y mi poca habilidad conductora, dejé claro que yo no manejaba muy bien. Por el camino pasé demasiado cerca de un árbol y comieron rama. Encima, al llegar a la carretera principal, me bajé y dejé a Adonay al volante, que yo no me atrevo con esos locos. Allí les dijimos a los soldados que íbamos primero a la gasolinera y luego daríamos la vuelta. En el rato en que Adonay intentaba escaparse de las garras de la dependienta de la gasolinera, Luis les explicó que yo era española, que SÍ que sabía conducir, pero otro tipo de "carros" y por otro tipo de sitios, que si me había bajado al llegar a la carretera no era por que no supiese manejar sino porque me daban miedo los "motoristas" (conductores en general) salvadoreños... Eso, eso, todos menos que me pidan el carnet, que lo tengo en el CEDEFAR.
Los dejamos en el desvío y Adonay intentó convencerme de que tomase el volante otra vez, pero esa subida tiene tramos mortales y ya había pasado suficiente susto.
Justo cuando estaba empezando a darme todo el sol en el sitio donde hacía los semilleros, llegó Adonay ¡con la lavadora!. Yupiiii, ya tengo lavadora, ya tengo lavadora. Había que instalarla y le pedí a don Simeón (el carpintero del CEDEFAR) que me hiciese una tarima para que la lavadora no estuviese tocando el suelo. Qué lindo que me la hizo a mano porque al pobre se le había roto la sierra eléctrica. El resto de la gente dice que es muy huraño, pero yo le trato bien y él a mí también.
Lo prometido era deuda y aunque yo no me lo creía, Luis y Adonay me llevaban a la playa. Subimos al Picachús (el pickup azul) y en marcha. Primero pasamos a ver los tomates que Luis le había vendido (las plantitas, en semillero) a un agricultor de la zona. Tenía bastante mosca blanca y les dió un par de recetas para eliminarla. También tenía bastante papaya, se ve que el hombre tenía dinero. Nos regaló plátanos pues acababa de llegar de cosecharlos.
Luego fuimos hacia la casa de don Candelario, el que vive al lado de la playa. Y tan al lado, su casa da al mar directamente. Está sombreada por un montón de cocoteros y allí tiene algún conejo, gallinas y una granja de tortugas (ahora no había pues sólo tiene en época de cría) que debe estar financiada por algún proyecto americano.
Fuimos a tomar algo de beber, ya que parecía que no íbamos a encontrar nada para comer. El hombre nos invitó a todo, incluso a la comida que pedí yo porque me moría de hambre (tal vez la cerveza alimente y Luis y Adonay estuviesen llenos, pero la Fanta seguro que no). Mientras, nos contó miles de historias de los trabajos en los que había estado metido. Ha trabajado en mil cosas este hombre. Por una parte, ha tenido mucho contacto con ONG extranjeras y ha sido coordinador local de muchos proyectos, desde hacer pozos de agua dulce con Médicos Sin Fronteras, liberar tortugas, proyectos de riego con C.A.R.E., salvar la costa de la invasión de los hoteles... Me pareció super interesante el hombrecito. 68 años y ahí está todavía trabajando el campo. Antes había sido vaquero, pescador, recolector de café y de algodón... Ahora se dedica al cultivo de hortalizas, que da bastante más dinero.
Y por fin fuimos a bañarnos. Qué gozada el pacífico. La playa para nosotros solos, limpia, con mucha arena fina, sin algas, un montón de olas que empezaban a romper 25 metros mar adentro y llegaban hasta la orilla, dejando por el camino muchísima espuma de mar... Había un poco de corriente, pero no llegamos hasta donde no hacíamos pie, que a saber por dónde era, porque ya estábamos metidos un buen trecho, con las olas rompiéndonos en la cara y todavía llegaba el agua por encima de la cintura. Qué delicia de baño. Ya era hora de que viviendo al lado de la playa, fuese a darme un baño. Se tarda un buen rato en llegar, pero merece la pena. En Semana Santa se llena todo de gente de todo el país.
Después del baño, el don Cande nos abrió unos cocos y estuvimos charlando un poco más con él. Adonay le dijo que estábamos haciendo "la iguana" y como yo puse cara rara me explicaron que le llaman así a escabullirse del trabajo.
En el viaje de vuelta, como ya había visto que la carretera era muy pachita (llana) me animé a conducir el Picachús. Adonay siempre me picaba con que me animase a manejarlo, pero con las carreteras tan mal y la gente loca que hay en las que están bien, no me atrevía. Como por esta no pasaba nadie y no había cuestas, tomé el volante.
Iba yo tan feliz, manejando mi pickup, cuando a lo lejos divisamos un grupo de gente, unas 6 personas. Policía. Ejército. Mierda, no llevo la licencia de conducir y parecía que estaban en medio de la calle parando a la gente. Qué cague. Pero lo que pasaba es que estaban en medio de la calle porque iban andando. Adonay y Luis me dijeron que parase a su lado por si querían "ride". No hizo falta que me lo dijesen, ellos mismos me dijeron que parase. Suban, suban. Y yo muertecita de miedo. Se ve que entre que el trasto viejo este y mi poca habilidad conductora, dejé claro que yo no manejaba muy bien. Por el camino pasé demasiado cerca de un árbol y comieron rama. Encima, al llegar a la carretera principal, me bajé y dejé a Adonay al volante, que yo no me atrevo con esos locos. Allí les dijimos a los soldados que íbamos primero a la gasolinera y luego daríamos la vuelta. En el rato en que Adonay intentaba escaparse de las garras de la dependienta de la gasolinera, Luis les explicó que yo era española, que SÍ que sabía conducir, pero otro tipo de "carros" y por otro tipo de sitios, que si me había bajado al llegar a la carretera no era por que no supiese manejar sino porque me daban miedo los "motoristas" (conductores en general) salvadoreños... Eso, eso, todos menos que me pidan el carnet, que lo tengo en el CEDEFAR.
Los dejamos en el desvío y Adonay intentó convencerme de que tomase el volante otra vez, pero esa subida tiene tramos mortales y ya había pasado suficiente susto.
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