Blogia
Desde El Salvador

Viernes 16 de enero. Terminar con las macetas y partir a SanSal.

Las macetas no dejaban de darme problemas. Había logrado llenar todas las necesarias, pero resulta que estaban poco llenas. ¡No había más arena! Pues dile a Óscar que te cuele la piedra pómez, me dijo Luis. Y así hice, pero Óscar tenía más que nada ganas de hablar, cantar, sentarse, comer papaya... De todo menos colar la arena. Y yo con la cabeza como un bombo por sus historias. Estaba un poco cabreada, la verdad. Tenía que acarrear la arena hasta abajp, repartirla y subir a recargar, pero cada vez que subía no había ni tres paladas de arena coladas y me tenía que poner a colarla también. Y me dolía la espalda. Vamos, que no fue mi mejor mañana.
Y después de comer, hubo que meterlas en el invernadero grande para desinfectarlas con lejía. Habíamos decidido usar la bomba porque era mucho más fácil y seguro. Menos mal que para meterlas me ayudaron Luis y Sebastián. Los muy animales se llevaban 3 a la vez. A mí con 2 ya se me entumecían los dedos.
A las 14.45 pasaba el bus hacia abajo, nos fuimos Edith, Luis, Lucía y Óscar. Ese fin de semana se quedaba Sebas. Me senté delante en el bus. Mal hecho. Me pude dar cuenta de que el maldito cacharro va casi sin frenos. Para pararse en el desvío tiene que empezar a frenar como 50 m antes. A ver quien me asegura que la próxima vez no se hayan desgastado del todo...
Llegué solita hasta casa de Alfredo y además de día. El barrio no es de lo más recomendable de noche, así que me di bastante prisa en todos los transbordos para llegar bien. Y llegué. Asusté un poco a Alicia, que no me esperaba. Érika estaba en el ciber chateando con su novio (está en Cuba).
Era el cumpleaños del Colocho. Íbamos a salir a cenar por ahí, vinieron Moisés y Nelly, pero el Colocho no se decidía a aparecer. Llegó tardísimo y para entonces ya nos habíamos decidido a calentar unos frijoles y plátano frito. Así que el plan de cena se transformó en una simple salida a bailar.
Alexander nos llevaba en el coche. Pasamos primero por la Plaza Cívica, donde el Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN) estaba festejando el 12º aniversario de los acuerdos de paz (sospechoso que el partido de derechas, ARENA no hizo ni un actito). Llegamos justo cuando los candidatos a presidente y vicepresidente estaban hablando. Así pude verles el jeto más que en la tele. Marta decía que Shafik era muy apuesto en persona, pero a mí me seguía pareciendo un viejo barbudo con reminiscencias a Santa Claus.
Yo, calladita entre la multitud. No sé si ya os conté que si me pillan allí podrían hasta deportarme. El público unos más exaltados que otros. Había uno delante de nosotros gritando y alzando el puño. En esto que Nelly le da un toque en el hombro y le dice: "con la izquierda". Jajaja, el hombre azoradísimo y nosotros partiéndonos detrás.
Fuimos al MonoLoco, el bar de la afición del Barça. Está al ladito del bar de la afición del Real. Cuando hay partido, hay broncas en la calle. El bar estaba estupendo si no fusen porque no tenían ni piña colada (que es normal) ni zumo de naranja (un poco menos normal pero aceptable) ni una maldita Fanta!! Total que me tomé unos tacos sin beber nada. Alexander y Moisés se habían ido a buscar a la novia del primero y una miga suya, así que estábamos Érika, Nelly, Colocho y yo.
Nelly comenzó a darle al tequila y para cuando llegó el resto ya estaba bastante piripi.
En el bar tocaba un grupo en directo, cantando canciones de Héroes del Silencio, Maná, Enanitos Verdes, Nirvana, Metallica... Me encantó el sitio, pensé que no existía de eso en ese país, que sólo les gustaba la salsa, el merengue y esas cosas. Naturalmente, había una puerta (para cruzarla había que pagar 2$) tras la cual había una discoteca en la que ponían todo eso. Pero de este lado, música en directo y billares.
Cuando llegaron los demás, como no es que les gustase tanto ese ambiente como a nosotros, nos apuraron para que pagásemos y fuésemos a Dolce Fierro, a bailar de verdad. Una lástima, a mí me apetecía mucho más aquello, pero el resto tenía sangre salvadoreña y no podían salir sin ir a bailar. Aunque costase $7 la entrada al maldito sitio (5 de ellos son de consumo mínimo, pero aún así).
Ahora éramos 8 personas en el coche y tuvimos que hacer algún equilibrio para meternos. Encima Nelly iba bastante tajada y sólo podía pensar en encontrar la botella de licor de plátano que rodaba por el fondo. Moisés (que es su novio) se encargaba de escondérsela, pero ella se ponía un poco tontita.
En el sitio, yo quería saciar mis ansias de probar la piña colada. Y madre mía si acerté... Aquello estaba de MUERTE. Riquísima. Deliciosa. Y no entendían por qué tanto ruido por una piña colada. Ambrosía era aquello.
Aquella noche estaba bastante cansada y casi no bailé. Llegó un momento en el que Nelly (que estaba durmiendo a pierna suelta en un banco) me dió envidia y me puse a dormir con la cabeza sobre la mesa yo también. Muy Tirma, eso de ponerse a dormir en un sitio en el que suena la música.

0 comentarios