Jueves 15 de enero. Mister Muscles Contest.
Tempranito terminé de tapar las macetas que faltaban, con ayuda de Óscar, que es mucho más placentero (si no habla demasiado). Desistí de buscar la radionovela de nuevo, ya me la contarían además, ahora que se acaba la Gata Salvaje y me he prometido a mí misma no volver a ver una porquería de esas, sólo faltaba que me enganchase a una radionovela. Aunque he de reconocer que no tiene nada que ver.
Ay la que me esperaba. Después tapar las macetas, había que llenarlas de arena. En realidad eso no era lo peor, una palada de piedra pómez gruesa y dos y media de arena ya colada y cocida. También me ayudó Óscar con esto. Faltó arena para todas las cubetas.
Pero lo peor era que estábamos arriba, donde estaba la arena... Y el invernadero estaba abajo... Y la bajada no era lo más agradable del mundo, quiero decir, no estaba pavimentada ni mucho menos. Y para más inri, en la carretilla sólo cabían 4 macetas y mal. Bailaban bastante. Y seguro que aquél que haya usado una carretilla alguna vez, sabe que en cuesta es difícil llevar las cosas sin que se viertan. Pues eso, que había que hacer equilibrios y parar cada 5 metros a recolocar las macetas para que no se volcasen y dejasen el camino lleno de tierra al tiempo que ellas quedaban vacías.
Invoqué a McGiver de nuevo, tenía que haber alguna forma de solucionar esto. Y más que miedo por que se me cayesen a mí, sufría por Óscar, que quería hacer carreras todo el rato y corría a toda leche con la carretilla (obviamente volcó más de una). Les coloqué topes por todos lados a base de raíces de algo que no identifiqué. Y en la parte delantera central le encajé una botella de agua vacía (de un galón, con asa y cuadrada) para que hiciese de tope. Oye, mano de santo. Pero aún así, un coñazo. Sobre todo la subida que aunque era sin carga, se hacía muuuy pesada la carretilla.
Luis, Sebas y Chepe se reían de mí llamándome Mister músculos y diciéndome: esta noche sí que vas a dormir bien, eh?. Como si yo tuviese problemas a la hora de dormir :P La verdad es que sudé barbaridades.
Por la tarde llegaron Alfredo y Jose Luis a ver cómo iba todo. Jose Luis me dió unas cuantas ideas para mi proyecto, que fueron estupendas, pero me obligaban a cambiar muchas cosas. En resumen, no había tiempo para transplantar los tomates. Adiós a mis tomatitos, habría que repetir la siembra el lunes. Mejor, porque yo creo que ya estaban demasiado grandes.
Ay la que me esperaba. Después tapar las macetas, había que llenarlas de arena. En realidad eso no era lo peor, una palada de piedra pómez gruesa y dos y media de arena ya colada y cocida. También me ayudó Óscar con esto. Faltó arena para todas las cubetas.
Pero lo peor era que estábamos arriba, donde estaba la arena... Y el invernadero estaba abajo... Y la bajada no era lo más agradable del mundo, quiero decir, no estaba pavimentada ni mucho menos. Y para más inri, en la carretilla sólo cabían 4 macetas y mal. Bailaban bastante. Y seguro que aquél que haya usado una carretilla alguna vez, sabe que en cuesta es difícil llevar las cosas sin que se viertan. Pues eso, que había que hacer equilibrios y parar cada 5 metros a recolocar las macetas para que no se volcasen y dejasen el camino lleno de tierra al tiempo que ellas quedaban vacías.
Invoqué a McGiver de nuevo, tenía que haber alguna forma de solucionar esto. Y más que miedo por que se me cayesen a mí, sufría por Óscar, que quería hacer carreras todo el rato y corría a toda leche con la carretilla (obviamente volcó más de una). Les coloqué topes por todos lados a base de raíces de algo que no identifiqué. Y en la parte delantera central le encajé una botella de agua vacía (de un galón, con asa y cuadrada) para que hiciese de tope. Oye, mano de santo. Pero aún así, un coñazo. Sobre todo la subida que aunque era sin carga, se hacía muuuy pesada la carretilla.
Luis, Sebas y Chepe se reían de mí llamándome Mister músculos y diciéndome: esta noche sí que vas a dormir bien, eh?. Como si yo tuviese problemas a la hora de dormir :P La verdad es que sudé barbaridades.
Por la tarde llegaron Alfredo y Jose Luis a ver cómo iba todo. Jose Luis me dió unas cuantas ideas para mi proyecto, que fueron estupendas, pero me obligaban a cambiar muchas cosas. En resumen, no había tiempo para transplantar los tomates. Adiós a mis tomatitos, habría que repetir la siembra el lunes. Mejor, porque yo creo que ya estaban demasiado grandes.
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