Lunes 12 de enero. En la oficina y de vuelta al CEDEFAR.
Fui con Alexander a la oficina. Allí conocí al famoso Jose Luis, ingeniero agrónomo español que trabaja con los invernaderos grandes de FUCRIDES. No sé cómo carajo le entienden los salvadoreños. Me cuesta horrores seguirlo a mí... No habla, barrunta y encima la mitad de las veces con el cigarro en la boca. Angelito, cómo fuma.
En la oficina no hice nada, en principio Adonay iba a salir a las 9am hacia el CEDEFAR, y Luis y yo nos iríamos con él. Pero lo liaron y a las 11.30 salimos hacia allá. Mientras tanto, Cecile (que tampoco tiene mucho que hacer en la oficina) y yo pendejeamos un rato por acá y por allá.
El viaje fue como siempre, pero sin tener que estar cambiando de bus. Yo me caía de sueño después del almuerzo, pero entre el calor inmenso y que no tenía dónde apoyar la cabeza, no pude hacer nada por remediarlo. El único incidento notable fue una bronca que tuvo Adonay con un busero. Si es que... Por qué tantos hombres son tan imbéciles? (nótese que no digo todos, tengo que excluir a papá y a Pablo). Resulta que en un cruce, Adonay tenía preferencia, pero el busero se estaba metiendo leeentamente. Adonay, viendo que el otro avanzaba, se paró, por si las moscas. El otro se paró a su vez y Adonay esperó un poco más a ver si se movía y al ver que no, avanzó, con tan mala pata que justo eso había pensado el busero y avanzó a su vez. Esto se repitió otra vez, sin que Adonay dejase de repetir: pendeeeejo, que no sabés manejar. El caso es que se cabreó mucho, aunque no llegó a pasar nada. Lo peor fue que justo en la parada siguiente del bus (a 15 metros del sitio del pique) nosotros teníamos que para también para que se bajase Luis a por queso. EL busero entendió que nos parábamos ahí en medio a propósito y el tipo se bajó gritando y caminó hacia nuestro camioncito. Yo le dije a Adonay: no te bajes, por lo que más quieras, no te bajes. Pero aún dentro del coche, empezaron a insultarse por la ventanilla y el otro le decía que se bajase y blablabla. Hubo un momento en que parecía que el tipo iba a abrir la puerta. Cuando ya se marchó Adonay me enseñó el machete que tenía en la mano por si el tipo abría la puerta. Pero serás gilipollas, le dije (me entendió, ha pasado 3 meses en España). Los autos ni se habían tocado y si Adonay no había bajado del coche fue porque yo se lo pedí. Que si no, ahí estaría dándose de leches con el otro gilipollas. Luego que si en las noticias salen muertos cada día. Pues claro, no te jode, si cada descerebrado lleva un machete en el coche (muchos llevan pistola) y lo saca a la primera de cambio... Vamos, que me enfadé mucho con Adonay por ser tan jodidamente gallito. Acabé duchándolo con una bolsa de agua para que se callase, pero no había forma.
Mi habitación estaba menos asquerosa de lo que pensaba encontrarla, pero aún así, estaba llena de hojarasca y polvo. Deshice el equipaje y sacudí las cosas de hojas (no en ese orden), ya barrería al día siguiente.
Creo que no conté que la gata tuvo los gatitos en mi dormitorio. Debajo de un montón de somieres, casi no se podían ver. Lo malo es que entrar en mi dormitorio es complicado. La gata lo lograba por las noches, pero no sé muy bien cómo. El caso es que Fui a ver qué había pasado con ellos, aunque me temía lo peor. Así fue. En mi ausencia, nadie le había abierto la puerta a la gata, y supongo que se cansó de trepar por sitios extraños y dejó de amamantar a los gatitos. Lloré y todo al verlos allí muertos. Encima no se pueden sacar fácilmente.
Frijoles con arroz, ya los echaba de menos y todo. Para volver a adaptarme a mi nueva vida, me acosté a a las 19 y pico, después de ver, cómo no, la Gata Salvaje. Poco me duró el sueño. A las 20.30 llegaba Óscar gritando que había llegado la de AVON con mi pedido (un pijama). Le dije a Óscar que le explicase que yo estaba durmiendo y que mejor que volviese mañana. Pero lo peor fue el puto viento, que no dejó de soplar y hasta que no me levanté, encontré los tapones y volví a adormilarme, no pude descansar.
En la oficina no hice nada, en principio Adonay iba a salir a las 9am hacia el CEDEFAR, y Luis y yo nos iríamos con él. Pero lo liaron y a las 11.30 salimos hacia allá. Mientras tanto, Cecile (que tampoco tiene mucho que hacer en la oficina) y yo pendejeamos un rato por acá y por allá.
El viaje fue como siempre, pero sin tener que estar cambiando de bus. Yo me caía de sueño después del almuerzo, pero entre el calor inmenso y que no tenía dónde apoyar la cabeza, no pude hacer nada por remediarlo. El único incidento notable fue una bronca que tuvo Adonay con un busero. Si es que... Por qué tantos hombres son tan imbéciles? (nótese que no digo todos, tengo que excluir a papá y a Pablo). Resulta que en un cruce, Adonay tenía preferencia, pero el busero se estaba metiendo leeentamente. Adonay, viendo que el otro avanzaba, se paró, por si las moscas. El otro se paró a su vez y Adonay esperó un poco más a ver si se movía y al ver que no, avanzó, con tan mala pata que justo eso había pensado el busero y avanzó a su vez. Esto se repitió otra vez, sin que Adonay dejase de repetir: pendeeeejo, que no sabés manejar. El caso es que se cabreó mucho, aunque no llegó a pasar nada. Lo peor fue que justo en la parada siguiente del bus (a 15 metros del sitio del pique) nosotros teníamos que para también para que se bajase Luis a por queso. EL busero entendió que nos parábamos ahí en medio a propósito y el tipo se bajó gritando y caminó hacia nuestro camioncito. Yo le dije a Adonay: no te bajes, por lo que más quieras, no te bajes. Pero aún dentro del coche, empezaron a insultarse por la ventanilla y el otro le decía que se bajase y blablabla. Hubo un momento en que parecía que el tipo iba a abrir la puerta. Cuando ya se marchó Adonay me enseñó el machete que tenía en la mano por si el tipo abría la puerta. Pero serás gilipollas, le dije (me entendió, ha pasado 3 meses en España). Los autos ni se habían tocado y si Adonay no había bajado del coche fue porque yo se lo pedí. Que si no, ahí estaría dándose de leches con el otro gilipollas. Luego que si en las noticias salen muertos cada día. Pues claro, no te jode, si cada descerebrado lleva un machete en el coche (muchos llevan pistola) y lo saca a la primera de cambio... Vamos, que me enfadé mucho con Adonay por ser tan jodidamente gallito. Acabé duchándolo con una bolsa de agua para que se callase, pero no había forma.
Mi habitación estaba menos asquerosa de lo que pensaba encontrarla, pero aún así, estaba llena de hojarasca y polvo. Deshice el equipaje y sacudí las cosas de hojas (no en ese orden), ya barrería al día siguiente.
Creo que no conté que la gata tuvo los gatitos en mi dormitorio. Debajo de un montón de somieres, casi no se podían ver. Lo malo es que entrar en mi dormitorio es complicado. La gata lo lograba por las noches, pero no sé muy bien cómo. El caso es que Fui a ver qué había pasado con ellos, aunque me temía lo peor. Así fue. En mi ausencia, nadie le había abierto la puerta a la gata, y supongo que se cansó de trepar por sitios extraños y dejó de amamantar a los gatitos. Lloré y todo al verlos allí muertos. Encima no se pueden sacar fácilmente.
Frijoles con arroz, ya los echaba de menos y todo. Para volver a adaptarme a mi nueva vida, me acosté a a las 19 y pico, después de ver, cómo no, la Gata Salvaje. Poco me duró el sueño. A las 20.30 llegaba Óscar gritando que había llegado la de AVON con mi pedido (un pijama). Le dije a Óscar que le explicase que yo estaba durmiendo y que mejor que volviese mañana. Pero lo peor fue el puto viento, que no dejó de soplar y hasta que no me levanté, encontré los tapones y volví a adormilarme, no pude descansar.
0 comentarios