Domingo 14 de diciembre. Baño en las pozas, museo de Perkín y viaje de vuelta.
Por la mañana oí ruidos y me animé a levantarme, total, no creí que pudiese dormir mucho más. Tan sólo estaban despiertos Maureen y Colocho. Maureen había pasado una noche horrible porque alguien se había llevado su saco de dormir (Érica) y Hada retiró la parte de manta que le correspondía a Maureen para taparse ella, ya que no tenía otra cosa.
Despertamos a Érica (que había dormido bastante bien) y Colocho reavivó el fuego de la noche anterior a base de soplidos en las brasas. Bravo por nosotros que no teníamos ni mechero ni cerillas. Pero pudimos poner el agua para el café y más tarde para el chocolate.
Mientras estábamos en esas, amaneció Gerónimo... Salió como una bala de la tienda, hecho una furia, como sale la vaquilla a la plaza, directo hacia las gallinas que picoteaban alrededor. Por poco no pisa una. En realidad, el blanco de su furia pretendía ser el gallo, que desde las 4.30 no había parado de cantar. Por mi parte, el canto del gallo lo tengo superado, en el CEDEFAR también es bastante madrugador y ya básicamente lo ignoro. Pero se ve que Gerónimo no pudo dormir bien a causa de esto.
Maureen se retiró a dormir de nuevo, ahora que había hueco en la tienda de Érica, con su saco. Adonai amaneció por entonces y ya empezaron las bromas con el "a saber que han hecho esos tres en la tienda ellos solitos toda a noche". Para continuar con lo del viernes, comenzaron a enseñarle a Gerónimo más español... Y no quedó títere con cabeza.
Estábamos hechos un asco, y queríamos ir a bañarnos al río, pero yo me negué en redondo hasta que no saliese un poco el sol: podíamos morir de hipotermia. Adonai no aguantaba más y fue a lavarse, pero volvió con tan sólo el pelo mojado... Demasiada gente y el agua demasiado fría. Ya lo sabía yo.
Avanzó un poco más la mañana, amaneció todo el mundo y decidimos que los chicos (menos Gerónimo, que no estaba por la labor) fuesen primero a lavarse y explorasen el terreno para aconsejarnos bien. En teoría iban a volver en un momentito, pero tardaron tanto que fuimos a buscarlos, dejando a Gerónimo a cargo de las cosas.
Venían de regreso justamente. Le dijimos al Colocho que en lo que nos bañábamos nosotras, preparasen el desayuno. Jejeje, Érica es toda una mandona cuando se lo propone.
Qué maravilla de pozas, había una con cascada y encima la gente ya casi se había ido. En la de la cascada se metió en seguida Marta, que no había traído bañador y usaba una camiseta y un pantalón corto. Miss camiseta mojada. Parece ser que sólo nos metimos a nadar las extranjeras. Allí estábamos disfrutando de la cascada. En una de las veces que me fui a tirar al agua, me picó una maldita abeja en la palma de la mano. Es que hay que ver, no me pican en el CEDEFAR que están cabreadas por quitarles la miel y me pican aquí, que no había ni una sola abeja.
El agua helada, eso sí, pero qué bien sentaba aquello. Nos daba lástima bañarnos en aquel lugar que (parecía que) estaba tan limpio. Pero la mugre que llevábamos encima por el viaje pedía a gritos que usásemos algo de jabón. Si es que acabamos rebozados en polvo durante el viaje...
Así que vimos a un muchacho por allá y le preguntamos si podíamos bañarnos por allí. Dijo que todo el mundo lo hacía, pero aún así nos dió pena y bajamos más abajo, donde ya no había pozas y corría el agua. Improvisamos una ducha a base de bolsas que llenábamos con agua, y por pareja y en turnos, logramos enjabonarnos y aclararnos. Con el bañador puesto, por supuesto.
Marta se quedó hablando con el chiquillo, que resulta que trabaja allí. El pobre trabaja por $3 a la semana y arroz y tortillas para comer. El dueño explota a toda la flota de chiquillos que lo ayudan, pero ellos ni tienen familia que se ocupe de ellos ni otro trabajo. Y o trabajan allí o probablemente caigan en alguna mara (pandilla).
Después del refrescante baño, subimos a desayunar. Colocho había preparado hacía siglos el desayuno y lo tenía metido en la hielera para que no se enfriase. Plátano asado, frijolitos machacados, queso, atún con vegetales y cómo no, tortillas. Por cierto, en este país se dice muchísimo lo de "cómo no!" para decir "claro", "por supuesto", etc. A mí se me ha pegado muchísimo, pero es que me encantó cuando lo oí y me esforcé en usarlo. También hay otra cosa que se usa mucho: "cabal" para decir "justamente", "precisamente". También se me ha pegado :P
A lo que iba, Colocho nos preparó todo, nos sirvió, nos insistía en que nos sentásemos que él ya hacía todo. Un cielo. Mientras, Gerónimo y Adonai dormían. Arnoldo también había colaborado para hacer el desayuno. Así que desayunamos (aunque casi era la hora del almuerzo) como unas reinas.
Recogimos el campamento y marchamos hacia Perkín, a ver el Museo de la Revolución Salvadoreña. Quedamos en que le hubiese venido mejor el nombre de Museo del Intento de Revolución Salvadoreña. Como en la mayoría de sitios del estado, los extranjeros pagábamos más que los del país. Me parece una medida adecuada, sobre todo sabiendo que hay muchos que no pueden permitirse casi ni los 50 centavos que cuesta a los nacionales.
El museo era algo cutre, la verdad. Por una parte, la primera sala estaba dedicada a los inicios y las causas del levantamiento, a los personajes más destacados de ambos bandos y a los mártires de la revolución. Consistía más que nada en fotografías, textos explicativos y algún recorte de prensa. Lo que pasa es que estaba bastante estropeado por la humedad y en muchos casos hasta faltaban los textos.
La siguiente sala estaba dedicada a cómo otros países habían ayudado a la revolución. Carteles de un montón de países invitando a charlas, manifestaciones, solicitando apoyo... Había unos cuantos de Cataluña y Valencia.
Otra sala era acerca de lo que se hacía en los campamentos de la guerrilla. Había desde fotografías de los entrenamientos a cuadernos en los que se veía las cosas que les enseñaban (por si se os pasa por la cabeza, no había nada de ideas comunistas sino ríos, geografía y matemáticas). También había material médico, cuadernos de códigos (la leche para transmitir un mensaje... y no entiendo cómo el enemigo puede descifrar esa cosas!)
El resto del museo eran armas. Entregadas por ambos bandos para el museo. Las del ejército solían llevar una anotación de "fabricado por EEUU". Había desde fusiles de asalto a morteros e incluso un cascote de avión. Fuera del museo había una bomba y el agujero que supuestamente había dejado. Jolín con el hoyito. También fuera, debajo de unos árboles, había unos soportes de madera a los que estaban clavadas unas hojas con testimonios anónimos de las diferentes matanzas que hubo a principios de la guerra por parte del ejército. Yo ya había visto cosas de esas en el libro que ya os dije que leí, pero Cecile y Marta se quedaron bastante asombradas de las barbaridades que hicieron.
En los baños, Marta se encontró con un tipo que la saludó así: ¿Qué eres, del Estado? - Sí, de la misma capital del Reino. Y tú catalán, ¿verdad? Yo los veía y me partía. A menudo veo gente por la calle y me digo: estos son españoles. Sobre todo gente joven.
Tomamos algo a la salida del museo y pasamos a visitar la iglesia del pueblo. Era muy sencillita, pero acogedora a más no poder. Me vais a perdonar que no me acuerde del nombre de esto que suele haber en muchas iglesias, las escenas de la crucificación en orden... ¿La Pasión? Lo que sea, así lo llamo para que me entendáis, ya me corregiréis. Bueno, el caso es que en esta iglesia, por cada ¿paso? (es que ya sabéis que no soy muy religiosa que se diga, jejeje) de la Pasión había una frase de Monseñor Romero que tenía (más o menos) que ver con el tema del cuadrito. Y es que el tipo este quería emular a su Señor en todo lo que hacía con su vida. Creo no obstante, que no logró hacer ningún milagro. Pobrecillo, asesinado en mitad de una misa (y sus misas eran multitudinarias), así cuando levantaba el Copón para bendecirlo.
Viaaaaje de vuelta. Paramos a comer en un río del camino. Unas ganas de bañarme... Pero si lo hacía el rebozado en polvo iba a ser completo, una mezclilla de barro y agua... Brrrr.
Nos aburríamos bastante así que estuvimos cantando los repertorios de canciones de Sabina, Perales, Serrat, Mercedes Sosa, Ricardo Arjona, rancheras... De todo. Procurando que todo el mundo las conociese. Antes de llegar, encontramos un atasco terribleeee. Un trailer se había cruzado en la carretera y estaba varado en el arcén. Imposible sacarlo. Pero esperamos, esperamos y esperamos más hasta que apartaron un poco del maldito trasto y los coches pequeños pudimos pasar. Se nos acabaron todos los repertorios de canciones y comenzamos con los poemas. Yo sólo me sé el de "Canción del Pirata" de Espronceda. Al menos es largo, aunque del final ya no me acuerdo... Pero Hada, Maureen y Érica se sabían unos cuantos...
Llegando a SanSal, paramos en Olocuilta, pueblo famoso por sus pupusas. Creo que no os he contado en que consiste una pupusa: Es como la tortilla, masa de maíz cocido, molida y amasada que se coloca en una superficie caliente (comal) y ahí se tuesta. Tiene forma redonda, un espesor de menos de medio centímetro y un diámetro de unos 12 cm, aunque estas medidas varían según la zona del país. La grandísima diferencia, es que las pupusas están rellenas. Rellenas de queso, de frijoles, de chicharrón o todo junto (revueltas). Están de muerte. Los que vengan a visitarme lo comprobarán.
El resto del viaje lo pasé durmiendo. Fuimos dejando a todo el mundo en sus casas y yo ni me enteré, pasaban por encima de mí pisándome y todo y yo implemente me revolvía. Estaba muertecita. Ya hasta quería quedarme a dormir en el pickup. Pero llegamos a casa y había que descargar todo para que Adonai se fuese a su casa. El pobre se pegó una panzada a conducir increíble, la verdad.
Despertamos a Érica (que había dormido bastante bien) y Colocho reavivó el fuego de la noche anterior a base de soplidos en las brasas. Bravo por nosotros que no teníamos ni mechero ni cerillas. Pero pudimos poner el agua para el café y más tarde para el chocolate.
Mientras estábamos en esas, amaneció Gerónimo... Salió como una bala de la tienda, hecho una furia, como sale la vaquilla a la plaza, directo hacia las gallinas que picoteaban alrededor. Por poco no pisa una. En realidad, el blanco de su furia pretendía ser el gallo, que desde las 4.30 no había parado de cantar. Por mi parte, el canto del gallo lo tengo superado, en el CEDEFAR también es bastante madrugador y ya básicamente lo ignoro. Pero se ve que Gerónimo no pudo dormir bien a causa de esto.
Maureen se retiró a dormir de nuevo, ahora que había hueco en la tienda de Érica, con su saco. Adonai amaneció por entonces y ya empezaron las bromas con el "a saber que han hecho esos tres en la tienda ellos solitos toda a noche". Para continuar con lo del viernes, comenzaron a enseñarle a Gerónimo más español... Y no quedó títere con cabeza.
Estábamos hechos un asco, y queríamos ir a bañarnos al río, pero yo me negué en redondo hasta que no saliese un poco el sol: podíamos morir de hipotermia. Adonai no aguantaba más y fue a lavarse, pero volvió con tan sólo el pelo mojado... Demasiada gente y el agua demasiado fría. Ya lo sabía yo.
Avanzó un poco más la mañana, amaneció todo el mundo y decidimos que los chicos (menos Gerónimo, que no estaba por la labor) fuesen primero a lavarse y explorasen el terreno para aconsejarnos bien. En teoría iban a volver en un momentito, pero tardaron tanto que fuimos a buscarlos, dejando a Gerónimo a cargo de las cosas.
Venían de regreso justamente. Le dijimos al Colocho que en lo que nos bañábamos nosotras, preparasen el desayuno. Jejeje, Érica es toda una mandona cuando se lo propone.
Qué maravilla de pozas, había una con cascada y encima la gente ya casi se había ido. En la de la cascada se metió en seguida Marta, que no había traído bañador y usaba una camiseta y un pantalón corto. Miss camiseta mojada. Parece ser que sólo nos metimos a nadar las extranjeras. Allí estábamos disfrutando de la cascada. En una de las veces que me fui a tirar al agua, me picó una maldita abeja en la palma de la mano. Es que hay que ver, no me pican en el CEDEFAR que están cabreadas por quitarles la miel y me pican aquí, que no había ni una sola abeja.
El agua helada, eso sí, pero qué bien sentaba aquello. Nos daba lástima bañarnos en aquel lugar que (parecía que) estaba tan limpio. Pero la mugre que llevábamos encima por el viaje pedía a gritos que usásemos algo de jabón. Si es que acabamos rebozados en polvo durante el viaje...
Así que vimos a un muchacho por allá y le preguntamos si podíamos bañarnos por allí. Dijo que todo el mundo lo hacía, pero aún así nos dió pena y bajamos más abajo, donde ya no había pozas y corría el agua. Improvisamos una ducha a base de bolsas que llenábamos con agua, y por pareja y en turnos, logramos enjabonarnos y aclararnos. Con el bañador puesto, por supuesto.
Marta se quedó hablando con el chiquillo, que resulta que trabaja allí. El pobre trabaja por $3 a la semana y arroz y tortillas para comer. El dueño explota a toda la flota de chiquillos que lo ayudan, pero ellos ni tienen familia que se ocupe de ellos ni otro trabajo. Y o trabajan allí o probablemente caigan en alguna mara (pandilla).
Después del refrescante baño, subimos a desayunar. Colocho había preparado hacía siglos el desayuno y lo tenía metido en la hielera para que no se enfriase. Plátano asado, frijolitos machacados, queso, atún con vegetales y cómo no, tortillas. Por cierto, en este país se dice muchísimo lo de "cómo no!" para decir "claro", "por supuesto", etc. A mí se me ha pegado muchísimo, pero es que me encantó cuando lo oí y me esforcé en usarlo. También hay otra cosa que se usa mucho: "cabal" para decir "justamente", "precisamente". También se me ha pegado :P
A lo que iba, Colocho nos preparó todo, nos sirvió, nos insistía en que nos sentásemos que él ya hacía todo. Un cielo. Mientras, Gerónimo y Adonai dormían. Arnoldo también había colaborado para hacer el desayuno. Así que desayunamos (aunque casi era la hora del almuerzo) como unas reinas.
Recogimos el campamento y marchamos hacia Perkín, a ver el Museo de la Revolución Salvadoreña. Quedamos en que le hubiese venido mejor el nombre de Museo del Intento de Revolución Salvadoreña. Como en la mayoría de sitios del estado, los extranjeros pagábamos más que los del país. Me parece una medida adecuada, sobre todo sabiendo que hay muchos que no pueden permitirse casi ni los 50 centavos que cuesta a los nacionales.
El museo era algo cutre, la verdad. Por una parte, la primera sala estaba dedicada a los inicios y las causas del levantamiento, a los personajes más destacados de ambos bandos y a los mártires de la revolución. Consistía más que nada en fotografías, textos explicativos y algún recorte de prensa. Lo que pasa es que estaba bastante estropeado por la humedad y en muchos casos hasta faltaban los textos.
La siguiente sala estaba dedicada a cómo otros países habían ayudado a la revolución. Carteles de un montón de países invitando a charlas, manifestaciones, solicitando apoyo... Había unos cuantos de Cataluña y Valencia.
Otra sala era acerca de lo que se hacía en los campamentos de la guerrilla. Había desde fotografías de los entrenamientos a cuadernos en los que se veía las cosas que les enseñaban (por si se os pasa por la cabeza, no había nada de ideas comunistas sino ríos, geografía y matemáticas). También había material médico, cuadernos de códigos (la leche para transmitir un mensaje... y no entiendo cómo el enemigo puede descifrar esa cosas!)
El resto del museo eran armas. Entregadas por ambos bandos para el museo. Las del ejército solían llevar una anotación de "fabricado por EEUU". Había desde fusiles de asalto a morteros e incluso un cascote de avión. Fuera del museo había una bomba y el agujero que supuestamente había dejado. Jolín con el hoyito. También fuera, debajo de unos árboles, había unos soportes de madera a los que estaban clavadas unas hojas con testimonios anónimos de las diferentes matanzas que hubo a principios de la guerra por parte del ejército. Yo ya había visto cosas de esas en el libro que ya os dije que leí, pero Cecile y Marta se quedaron bastante asombradas de las barbaridades que hicieron.
En los baños, Marta se encontró con un tipo que la saludó así: ¿Qué eres, del Estado? - Sí, de la misma capital del Reino. Y tú catalán, ¿verdad? Yo los veía y me partía. A menudo veo gente por la calle y me digo: estos son españoles. Sobre todo gente joven.
Tomamos algo a la salida del museo y pasamos a visitar la iglesia del pueblo. Era muy sencillita, pero acogedora a más no poder. Me vais a perdonar que no me acuerde del nombre de esto que suele haber en muchas iglesias, las escenas de la crucificación en orden... ¿La Pasión? Lo que sea, así lo llamo para que me entendáis, ya me corregiréis. Bueno, el caso es que en esta iglesia, por cada ¿paso? (es que ya sabéis que no soy muy religiosa que se diga, jejeje) de la Pasión había una frase de Monseñor Romero que tenía (más o menos) que ver con el tema del cuadrito. Y es que el tipo este quería emular a su Señor en todo lo que hacía con su vida. Creo no obstante, que no logró hacer ningún milagro. Pobrecillo, asesinado en mitad de una misa (y sus misas eran multitudinarias), así cuando levantaba el Copón para bendecirlo.
Viaaaaje de vuelta. Paramos a comer en un río del camino. Unas ganas de bañarme... Pero si lo hacía el rebozado en polvo iba a ser completo, una mezclilla de barro y agua... Brrrr.
Nos aburríamos bastante así que estuvimos cantando los repertorios de canciones de Sabina, Perales, Serrat, Mercedes Sosa, Ricardo Arjona, rancheras... De todo. Procurando que todo el mundo las conociese. Antes de llegar, encontramos un atasco terribleeee. Un trailer se había cruzado en la carretera y estaba varado en el arcén. Imposible sacarlo. Pero esperamos, esperamos y esperamos más hasta que apartaron un poco del maldito trasto y los coches pequeños pudimos pasar. Se nos acabaron todos los repertorios de canciones y comenzamos con los poemas. Yo sólo me sé el de "Canción del Pirata" de Espronceda. Al menos es largo, aunque del final ya no me acuerdo... Pero Hada, Maureen y Érica se sabían unos cuantos...
Llegando a SanSal, paramos en Olocuilta, pueblo famoso por sus pupusas. Creo que no os he contado en que consiste una pupusa: Es como la tortilla, masa de maíz cocido, molida y amasada que se coloca en una superficie caliente (comal) y ahí se tuesta. Tiene forma redonda, un espesor de menos de medio centímetro y un diámetro de unos 12 cm, aunque estas medidas varían según la zona del país. La grandísima diferencia, es que las pupusas están rellenas. Rellenas de queso, de frijoles, de chicharrón o todo junto (revueltas). Están de muerte. Los que vengan a visitarme lo comprobarán.
El resto del viaje lo pasé durmiendo. Fuimos dejando a todo el mundo en sus casas y yo ni me enteré, pasaban por encima de mí pisándome y todo y yo implemente me revolvía. Estaba muertecita. Ya hasta quería quedarme a dormir en el pickup. Pero llegamos a casa y había que descargar todo para que Adonai se fuese a su casa. El pobre se pegó una panzada a conducir increíble, la verdad.
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