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Desde El Salvador

Sábado 13 de diciembre. Viaje larguísimo en pick up y acampada en el Llano del Muerto.

Amanecimos a duras penas hacia las 6 de la mañana. Yo desperté porque oí las voces en la cocina de Érica contando mis "hazañas" del día anterior a su madre y al Colocho. Una no puede hacer el ridículo sin que se propague a los 4 vientos, córcholis. Menos mal que soy la primera que se ríe de todas esas cosas. Y menos mal que sé vencer la vergüenza cuando hace falta. Porque si no, en este país, lo iba a pasar mal.
Comenzamos a preparar las cosas para la acampada: tiendas, sacos de dormir, comida, agua... Aunque teníamos pensado parar en San Miguel para comprar en un supermercado. Yo no tenía saco, así que me llevé la colchita con la que duermo. Había muchas cosas, y muchas más cuando llegó Adonai con el resto de la gente. En total, éramos 10. Cada uno con su mochila... Según comenzamos a apilar las cosas en el pick up, nos dimos cuenta de que iba a quedar poco sitio para nosotros allí dentro. Pero había que apechugar.
Quiénes íbamos: Érica, su primo Arnoldo, su amiga Hada Iris, Colocho, Marta, Adonai, Cecile, Gerome, Maureen y yo. Marta estaba cansada y se fue delante con Colocho, a quien mandamos ahí por ser muy alto y ocuapar mucho atrás.
Colocho colocó un toldo en la parte trasera para que los que íbamos allí no nos tostásemos al sol. Era una grandísima idea, pero en cuanto salimos a la autopista, el viento empezó a zarandearlo y aquello hacía un enooorme ruido y tuvimos que parar para quitarlo.
Pero sin adelantar acontecimientos, que la primera odisea fue meternos allí dentro. Sentados, yo fui a por un cojín para la espalda que no me golpease con la chapa del vehículo. Acto seguido todo el mundo quiso uno y dejamos a la pobre Alicia sin cojines en sus sofás. Descalzos, que no era plan de ir pisando a todo el mundo con las botas de montaña. Yo por precaución, hice el viaje en chancletas, fáciles de poner y quitar aunque para saltar del remolque y volver a subir en las múltiples paradas del camino, era bastante más complicado que con las deportivas.
El viaje fue... Laaaaaargo. Creo que en total fueron 7 horas de camino. Hicimos paradas para que Gerónimo mease. Creo que debe tener algún problema de retención de líquidos, era muy gracioso porque decía: "tengo pipí". Esto, un tipo de metro ochenta y unos cien kilos de peso. La primera vez, los de atrás nos dimos por enterados, pero pensamos que tampoco había urgencia y esperamos a la próxima parada. Sí que había urgencia y bastante. Gerónimo nos miró con cara de: TENGO PIPÍ! PARAD YA! y dijo algo parecido, pero ya sabemos que su español no es demasiado bueno todavía. Vamos, que hubo que golpear la cabina para que Adonai parase y explicarle la situación. Seguimos adelante, buscando algún lugar en el que se pudiese refugiar de miradas indiscretas, pero creo que ya comenté que la densidad de población de este país es tan alta que ni mear en un ladito de la carretera está fácil. Y Gerónimo se desesperaba más. Cuando por fin vemos un sitio donde podría miccionar. Y según está en ello, aparece una viejecita caminando hacia él. Nosotros nos partíamos de la risa desde el remolque. Aunque también estuvo gracioso al día siguiente en el camino de vuelta cuando era de noche. Érica también bajó a mear y se llevó una linterna, y con tan mala suerte que justo al encenderla lo primero a lo que apunta es a Gerónimo. Y todos vimos a Gerónimo meando.
Gerónimo también nos dió el viaje con otras cosas. Por una parte, se paso el viaje de ida emulando a Leo en Titanic y levantándose en el remolque, con todo el viento de cara, gritaba: ¡Soy el rey del mundo! con los brazos abiertos en cruz. De rey, pasó a ser emperador para el resto del viaje. Mientras nosotros poníamos nuestros nombres en los vasos para reutilizarlos, él rotuló el suyo con: Constantino, USA-France, Fuck off, I'm the best, Soy el imperador... su vaso estaba lleno de cosas así. Seguro que si miro un poco más, también encuentro alguna alusión al Señor de los Anillos y a Star Wars.
En el viaje hicimos parada para comer, para comprar coco, a repostar (el diesel lo patrocinaba FUCRIDES) y a volver a poner el toldito porque nos estábamos requeteasando. Cecile iba con una toalla en la cabeza, Gerome se sentía más valiente y sólo llevaba sus gafas de sol... Menos mal que logramos convencerlo para que se pusiese crema. Yo iba con mi sombrerito amarillo, se metían mucho con él. Érica no lo aceptó cuando se lo ofrecí porque decía que le daba vergüenza, que no iba a llevar un sombrerito de Gilligan. Peor para ella :P
Cuando llegamos a San Francisco Gotera, recogimos a Nidia, una compañera de Alexander y el Colocho, que vive allí y tiene una casa cerca del sitio en el que íbamos a acampar. Decía ella que era un cafetal, pero además de cafetal, tiene una señora casa que están arreglando para turismo rural. Al recoger a Nidia, ésta nos invitó a una botella de "Powerade" grande para cada uno. Estábamos muy sedientos, San Miguel es un departamento muy caluroso.
Y seguimos nuestro ajetreado viaje. En el camino, dejamos a Nidia en su cafetalito. Llegamos al Llano del Muerto, donde hay parcelas en las que han montado "Turicentros", en algunos hay piscinas, en otros hay río. Fuimos al del río con las pozas aunque costaba el doble, $2 per capita. hubo que lidiar además con el "encargado" del lugar, que era un feroz negociante. Un chaval de unos 10 años al que más tarde dejamos encargado de vigilar nuestras cosas, a riesgo de que devolviese un 200% del valor de lo que desapareciese. A la mañana siguiente también negociamos con él las tortillas del desayuno. Madre mía que espabilado.
Había que montar el campamento antes de que anocheciese y era un poco lío, porque había una canadiense que había que empalmar con celo los palos y dos iglúes que no tenían piquetas decentes. Pero lo logramos y terminamos de organizar las cosas. A todo esto, Marta estaba algo nerviosa, porque habíamos quedado con Mario en El Mozote hacía ya horas, pero con lo que nos había llevado el camino...
De nuevo al picachón para ir a El Mozote. Cargamos algo para hacer allá la cena y algo de abrigo, que ya estábamos a bastante altitud y el vientecillo en el remolque es traicionero por la noche. Pasamos a recoger a Nidia para que nos guiase.
En El Mozote esperábamos encontrar una gran fiesta por la vigilia. Pero no había nadie. Preguntando preguntando, averiguamos que la fiesta había sido por la mañana, que ahora solamente había en Perkín proyecciones de alguna película sobre la guerra, pero que ya estarían acabando. Nuestro gozo en un pozo, y más el de Marta, que no pudo averiguar nada acerca del paradero de Mario. Pero visitamos el memorial.
La matanza fue en el año 1981 y no se comenzaron a exhumar cuerpos hasta 1992, cuando acabó la guerra. En 1993, con la amnistía que instauraron, una política de "borrón y cuenta nueva", se dejó de extraer cuerpos de las fosas comunes, aunque ya en el 2001 se reanudaron las tareas, como "recuperación de la memoria histórica". En este país no les gusta remover viejas cenizas en general, pero parece ser que menos todavía a la parte del ejército que a la de la guerrilla. Por algo será. Yo hablo con la gente de FUCRIDES, en su mayoría fueron guerrilleros, y no dejan de admitir que se hicieron muchas burradas por su parte, pero que al menos no tienen entre sus "hazañas" ninguna matanza como las que hizo el Estado. La famosa técnica de "tierra arrasada" o "dejar sin agua al pez" se convirtió muchas veces en matanzas de poblaciones enteras, pues la guerrilla acudía a las poblaciones a abastecerse. Allí no quedaba nada con vida. Ni seres humanos ni animales.
El memorial consiste en las siluetas en metal pintado de negro de los componentes de una familia: padre, madre, hijo e hija. Debajo hay una placa que dice:
---Ellos no han muerto, están con nosotros, con ustedes y con la humanidad entera.---
Detrás, en placas de madera, están los nombres de loc cadáveres que ha sido ya exhumados, en cada placa los nombres de los que se encontraron juntos.
Maureen y Hada Iris se pusieron a preparar sandwiches de tomate, mortadela, aguacate y mayonesa. Bien ricos, sobre todo con el hambre que teníamos. Los devoramos y aún había mucha hambre.
A la vuelta, Nidia le dijo a Adonai que fuese por otro camino. Los que íbamos en le remolque lo flipamos. Vaya camino de cabras. Yo me lo pasaba como una enana, gritando como si estuviésemos en el parque de atracciones. Colocho tenía una cara de susto que no podía con ella, porque se supone que él y Érica eran responsables de lo que nos ocurriese, y ya se imaginaba que por ese camino acabaríamos despeñados barranco abajo.
Al llegar al campamento, yo me retiré a dormir de una vez. Estaba machacada por el viaje y ni siquiera esperé al rico chocolate que iban a preparar.
Para dormir, yo no tenía saco, había traído una mantita y Hada había puesto una peazo de manta de estas de peluche en el suelo de la tienda. tuve que dormir con la sudadera y el pantalón largo por el frío que hacía. Lo poco que pude dormir, vamos, porque hubo unas cuantas distracciones:
-- Por una parte, la parcela en la que estábamos estaba también ocupada por una congregación de locos evangelistas o algo así. Hasta bien tarde estuvieron reunidos alrededor del fuego alabando al Señor a grito pelado. Aleluyaaaa!!!! A Érica lo que la mató fue una de las veces que el tipo gritó: ¡¡Ya viene el fin del mundo!! y todos corearon ¡¡¡Aleluya!!!.
-- Por otra parte, en la parcela de al lado estaban acampados un grupo bastante numeroso, cuyo payaso oficial tenía una muy potente voz. El muy hijo de p*** se pasó la noche entera puteando a todo el mundo: ¡¡¡Reclutas!!! ¡No he dicho que puedan dormir! ¡Todo el mundo fuera de sus tiendas!
-- Pero los que ya me conocen saben que esas tonterías no son capaces de quitarme el sueño. Lo que a mí me impidió dormir fueron los putos ronquidos de Cecile, que estaba a mi lado. En su saco dormía como un angelito, pero roncaba como un hipopótamo la jodía. Encima se pasó la mayor parte de la noche girada hacia mi lado. Cada 2x3 comenzaba a empujarla para que se espabilase un poco y dejase de roncar, cambiase de postura o algo así. Pero poco duraba. Y precisamente me había olvidado de los tapones para los oídos, que últimamente siempre cargo conmigo. Vaya noche la de aquél día.

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