Viernes 12 de diciembre. Despedida con los de la oficina en El Boquerón y bailoteo nocturno.
Eliseo, Lucía, Luis y yo estábamos invitados al almuerzo de despedida que se había planeado el último día que estuve en la oficina. Salíamos a las 8 de la mañana para poder llegar a las 11 y comer a las 12 en el volcán. Pero los medios de transporte no nos fueron muy benignos y el bus hasta Sonsonate tardó siiiglos en llegar y encima cuando llegó estaba hasta arriba. Tocó ir de pie buena parte del camino, hasta que al lado de Luis quedó un sitio libre y me pasé a la parte trasera. Voy a hacer lo que hace Luis siempre, se cuela por la puerta trasera y suele encontrar sitio. Además, aquí la puerta trasera está justo en la parte de atrás del bus. Es una lucha colarse por ahí. En realidad, montarse al bus suele ser siempre una lucha.
En el bus a SanSal pusieron "George de la jungla" pero básicamente la dormí entera, creo que me libré de una buena al hacerlo. No sé si el resto disfrutó la película, aunque a Luis lo oía reir de vez en cuando.
Al llegar a SanSal, agarramos un bus hacia la oficina: ¡qué caos! Aparte de que casi no había sitio (la nuestra era una de las primeras paradas y había, pero luego empezaron a meter gente a presión), el conductor, para coger más gente y evitar el atasco, se metió por otro lado. La verdad es que el atasco era grande porque había protestas por los tratados de libre comercio con EEUU, pero no era normal el cómo iban metiendo gente y más gente: "¡¡¡tópense (júntense) que llevan ropa!!!" "tópense tópense, entren por atrás que hay sitio!!" y una mierda sitio, tal vez estaban menos aplastados, pero vamos, qué odisea para salir del puñetero bus. Luis y Eliseo bajaron una parada antes de llegar y Lucía y yo, que íbamos cargadas con todas las bolsas, nos costó salir un triunfo o dos. Yo creo que me paré encima de toda la gente (los pisé). Pero en estos casos: ajo y agua.
Total que llegamos media hora tarde. Entre eso y la """proverbial puntualidad salvadoreña""" (muchas comillas) acabamos por salir de la oficina a las mil. Eso sí, llevábamos platos de comida caliente, ron, champán, cerveza, coca-cola y aperitivos.
A mí me había tocado ir en el jeep con Alfredo, pero me parecía mucho más divertido ir en el pick up grande con los chicos, que el jeep de Alfredo estaba lleno de vejestorios de la oficina. De todas formas, no permitieron que fuese en la parte de atrás, yo creo que más por miedo de que me comiese la comida (que la llevaban ellos, otro punto más a su favor) que por galantería. Así que con Adonai y Luis en la cabina y Colocho, Jesús y Eliseo en el remolque.
Paramos en una gasolinera a repostar y justo allí estaba Humberto con el otro jeep. Fuimos a comprar alguna guarrería a la tienda de la gasolinera, que ya hacía sed. Me pidieron permiso para comprar unas cervezas, yo no entendía por qué me tenían que pedir permiso a mí para ello, pero me dijeron que tal vez me molestase el olor o verlos beber.
Cuando llegamos, sólo quedaba por llegar el ingeniero Figueroa y los vejestorios que lo acompañaban. Bueno, también iba Maureen con ellos, que había sido invitada aunque no tuviese mucho que ver con FUCRIDES. Yo me alegré de tener una chica de mi edad por allí, ya que Marta no había podido venir porque estaba organizando una cumbre de rectores en la UES.
Nada más llegar, nos ofrecieron una copa de champán. Yo la rechacé porque preferí inclinarme por el ron con coca-cola. Tomé algún aperitivo para que no cayese en estómago vacío, pero rápido se me subió a la cabeza.
Para comer: carne asada, casamiento (frijoles con arroz), chimol (tomate con cilantro y alguna otra cosa que no identifico) y un chorizo argentino (se parece al chorizo criollo). Bien rico aunque la carne hubiese que comerla con los dedos pues los cuchillos de plástico no funcionan con la carne de este país. Pero como ya estoy acostumbrada a comer todo con las manos... Pues tranquilamente agarré el filete entre mis dedos y me dediqué a meterle bocados cual troglodita.
Y mietras tanto más ron... El ingeniero se ofreció a rellenarnos los vasos a Maureen y a mí. Dijo que nos pondría "ración de dama". Joer, pues si esa era la de dama, hay que ser MUY hombre para beber la de hombre. Estaba cargadita de veras. Claro, ya no estaba segura de poder levantarme del montoncito de hierbas en el que estaba sentada para comer. Porque estábamos sentados en la ladera del volcán, que hay un jardín precioso y aunque hay alguna mesa y bancos, son pocos y nosotros éramos muchos.
Bueno, las risas se empezaron a multiplicar por todas partes. Conmigo se reían mucho porque insistían en enseñarme nuevas expresiones salvadoreñas, y nuevos chistes:
--En qué se parece el dolor de muelas a hacer el amor? En que aunque duela no quieres que la saquen.
--¿Cuál es la diferencia entre "lástima" y "lastima"? El tamaño.
Como podéis suponer, aquello degeneró en meterse con la vida sexual de cada uno. Creo que el peor parado (por ser con el que más fregaron) fue Gerome (Gerónimo) que acabó con el cartelito de "Gatorade". Sólo pronunciad el nombre en inglés para saber a qué se refieren en este país con eso.
Cuando ya se fue haciendo tarde, comenzó la gente a irse. Nosotros fuimos los últimos, esta vez nos llevamos a Maureen con nosotros, pobrecita, no iba a volver con las momias de los ingenieros y el doctor. Ambas teníamos las cosas en la oficina, así que quisimos pasar por allá cuanto antes. Mal asunto, porque ni estaban sus papeles ni mi maleta, que se la había llevado Alfredo a casa. Así que rumbo a casa, esta vez ya con Alexander. Antes de irnos, decidimos que esa noche iríamos a bailar a una discoteca que se llama "Dolce Fierro" y quedamos con Adonai, Luis y Eliseo allá.
Al ir a casa (Maureen se vino también) logré convencer a Érica de que se viniese con nosotros, aunque al Colocho no logramos animarlo, estaba cansado. Se suponía que al día siguiente íbamos a salir a las 7.30 am rumbo al "Llano del Muerto" donde íbamos a acampar y desde allí ir a la vigilia de "El Mozote" en conmemoración de una gran matanza que hubo allí al comienzo de la guerra. Así que había que madrugar. Pero da iguaaaal, se madruga y ya dormiremos en el viaje. Eso pensábamos, jejeje.
Pasamos a buscar a Cecile, que se apuntó también a la juerga. A las 21.15 llegamos a Dolce Fierro, pensábamos encontrar allí a los tres mosqueperros, pero todavía no habían llegado. Yo pedí una ración de nachos con guacamol y un jugo de naranja para amortizar los 7$ de la entrada, de los cuales 5 eran de consumo obligatorio. Ah, que no he explicado como era el lugar: había muchas mesas largas en las que la gente se sentaba a cenar o tomar algo, al final de las mesas había una pista de baile donde había un grupo tocando y muuucha gente bailando. El sitio estaba decorado un tanto tropical y había bastantes extranjeros pululando por allí así que Cecile y yo no éramos bichos raros (al menos no tanto). A todo esto, Cecile canta bastante más que yo: rubia, 1.68 (muy alta para este país), blanca como la leche y ojos claros. Ésa no se escapa. Pero a mí me da igual ser castaña y estar un poco más morena, porque igual siguen pensando que soy gringa...
Llegaron Adonai y Luis, Eliseo se quedó a dormir que al día siguiente madrugaba mucho. Yo dije que de ahí no me movía hasta que no acabase con los nachos, y así fue por mucho que me rogasen estos que saliese a bailar, yo no me levanté. En parte porque tenía hambre de verdad y en parte porque me daba vergüenza salir a bailar, porque yo no sé bailar. Y creo que muchos de vosotros lo sabéis. No soy capaz de coordinar mis pies izquierdo y derecho sin mirarlos fijamente. Aunque creo que esto ya lo he comentado a propósito de la excursión a la otra discoteca. El caso es que se ríen de mí por eso. Por una parte Érica insiste en que sí sé bailar, porque me ve moverme: pero eso no es suficiente. Por el otro, se ríen porque me recuerdan los abdominales y que yo quería bajar la tripita y sin embargo me ven poniéndome ciega a nachos con guacamol, carne asada y todo lo que caiga en mis manos. Ya trato de decirles que soy una persona complicada y que no vale usar los mismos estándar que con todo el mundo.
Cuando ya por fin me animo a ir a bailar, más risas con el "menos mal que no puede bailar, que si pudiese...". Y encima Alexander, que baila estupendamente insiste en que baile con él. Ahí sí que la hemos liado, porque yo moverme sola puedo, pero coordinar esos movimientos con otra persona? Juas. Como todos pretenden dejarme en ridículo empezando a dar palmas para animarme y gritando mi nombre, acepto rápidamente, pero con la condición de que sea muuuy paciente conmigo. Así que con paciencia empiezo a "bailar". Creo haber entendido que tuve mucha suerte porque sólo era merengue lo que estaba sonando. No me hagáis mucho caso que yo de esto no entiendo, pero como que el merengue es más calmadito que la salsa.
Cuando ya había cumplido con el bailar con Alexander, fuimos un rato a descansar a la mesa, pero rápido que había que seguir bailando. Al volver a la pista tuve menos suerte. Un tipo de metro noventa (qué raro salvadoreño) insistió en que bailase con él. Yo traté de darle toda clase de explicaciones acerca de que yo no "puedo" (se dice en lugar de "saber") bailar y blablabla, pero creo que como si realmente fuese gringa y le estuviese hablando en inglés: le daba igual. Así que de nuevo le expliqué que debía ser paciente... La leche, dijo que entendió, pero madre mía. Encima: salsa. Vamos, que giré como un trompo. Menos mal que me llevaba todo el rato, que si no... Pero joer no se cansaba de bailar conmigo, oye. Vamos, que tuve que decirle que me iba un rato a descansar porque si no no se iba. Y mientras tanto, me iba preguntando por mis aventuras y desventuras en su país.
Mientras bailaba con el tipo este, esta gente me dedicó un par de canciones, la primera, "tu cucu" o algo así. "Qué lindo y sabroso es tu cucu". Yo muerta de vergüenza mientras todos me hacían corrillo cantándomela. O me moría de vergüenza o hacía algo, así que solté al gigante y me puse a menear el cucu mientras me partía de la risa. Pero qué mala gente. Sé que no es que tenga un culo precisamente pequeño y discreto, pero no es como para dedicarme una canción... Quiero creer.
La segunda, fue más para que escuchase la letra. Trata de un barbero que amplía su negocio y pone a funcionar el local de arriba también. Y cuenta los carteles que tiene puestos de publicidad: se arreglan las uñas, arriba y abajo. Se corta el pelo, arriba y abajo.Y así muchas más, pero la que ya me mató de la risa, que me doblé y todo en el suelo, fue: Se pintan los labios, arriba y abajo.
Y luego canciones de esas de amor que me decían: esta es adecuada para Pablo y tú. Y yo a escuchar al letra. La mitad de las veces les tenía que decir que noooo, porque hablaban de infidelidades y cosas de esas.
Bueno, y me usaban a mí para pedir canciones y dedicatorias. Resulta que ellos habían pedido una dedicatoria para FUCRIDES y hasta al cabo de media hora no la habían dicho. Me insistieron en que subiese a la cabina para pedir algo de salsa. Yo dije que por qué yo, y ellos me dijeron que seguro que a mí me hacían caso. Ya ves si me lo hicieron, le comenté al dj que pusiese un poco de salsa para una española que se aburría y casi no me dió tiempo a salir de la cabina cuando estaba dando saludos a la gente de España (creo que fui la única que gritó con las manos al aire) y poniendo salsa. Cómo se pudieron reír de eso todo el fin de semana, del caso que me hacía el dj a mí por ser extranjera. A Cecile también intentaron usarla, pero no se dejó. Así que cuando hubo que pedir merengue, Tirma fue allá. Y al cabo de una canción: merengue.
A todo esto, había un muchacho de camisa roja y no muy mal parecido que estaba rondando por allá solito. Yo pensé "me está mirando", pero ya me parecía excesivo aquello y seguí bailando con esta gente. Pero ya ves, poco a poco se fue acercando hasta que ya se animó y se acercó a pedirme bailar. De nuevo puse mi excusa famosa, le expliqué que no era gringa sino española y acabé por bailar con él. Encima, más salsa. Y de nuevo a explicar cuánto tiempo llevo aquí, por cuánto tiempo me voy a quedar, que Cecile no es mi hermana por mucho que se parezca (?¿?¿?¿?¿?). Menos mal que ya decidimos irnos a la cama y sólo le duré 4 canciones. A todo esto, todos se reían de mí porque era la única a la que habían sacado a bailar. Mira que Érica y Maureen son guapas y como buenas salvadoreñas saben bailar, Cecile baila mil veces mejor que yo y es muuucho más llamativa. Pues yo debo ser la única pardilla que se aleja lo suficiente del grupo como para que la ataquen (como hacen los leones con las cebras) y es que una necesita cierto espacio extra para bailar si no quiere pisotear a todo el mundo.
A puntito estuvimos de quedarnos otra hora más, pero acabamos por apiadarnos de Cecile y Maureen que estaban bien cansadas y nos fuimos a casa a dormir lo poco que podíamos.
En el bus a SanSal pusieron "George de la jungla" pero básicamente la dormí entera, creo que me libré de una buena al hacerlo. No sé si el resto disfrutó la película, aunque a Luis lo oía reir de vez en cuando.
Al llegar a SanSal, agarramos un bus hacia la oficina: ¡qué caos! Aparte de que casi no había sitio (la nuestra era una de las primeras paradas y había, pero luego empezaron a meter gente a presión), el conductor, para coger más gente y evitar el atasco, se metió por otro lado. La verdad es que el atasco era grande porque había protestas por los tratados de libre comercio con EEUU, pero no era normal el cómo iban metiendo gente y más gente: "¡¡¡tópense (júntense) que llevan ropa!!!" "tópense tópense, entren por atrás que hay sitio!!" y una mierda sitio, tal vez estaban menos aplastados, pero vamos, qué odisea para salir del puñetero bus. Luis y Eliseo bajaron una parada antes de llegar y Lucía y yo, que íbamos cargadas con todas las bolsas, nos costó salir un triunfo o dos. Yo creo que me paré encima de toda la gente (los pisé). Pero en estos casos: ajo y agua.
Total que llegamos media hora tarde. Entre eso y la """proverbial puntualidad salvadoreña""" (muchas comillas) acabamos por salir de la oficina a las mil. Eso sí, llevábamos platos de comida caliente, ron, champán, cerveza, coca-cola y aperitivos.
A mí me había tocado ir en el jeep con Alfredo, pero me parecía mucho más divertido ir en el pick up grande con los chicos, que el jeep de Alfredo estaba lleno de vejestorios de la oficina. De todas formas, no permitieron que fuese en la parte de atrás, yo creo que más por miedo de que me comiese la comida (que la llevaban ellos, otro punto más a su favor) que por galantería. Así que con Adonai y Luis en la cabina y Colocho, Jesús y Eliseo en el remolque.
Paramos en una gasolinera a repostar y justo allí estaba Humberto con el otro jeep. Fuimos a comprar alguna guarrería a la tienda de la gasolinera, que ya hacía sed. Me pidieron permiso para comprar unas cervezas, yo no entendía por qué me tenían que pedir permiso a mí para ello, pero me dijeron que tal vez me molestase el olor o verlos beber.
Cuando llegamos, sólo quedaba por llegar el ingeniero Figueroa y los vejestorios que lo acompañaban. Bueno, también iba Maureen con ellos, que había sido invitada aunque no tuviese mucho que ver con FUCRIDES. Yo me alegré de tener una chica de mi edad por allí, ya que Marta no había podido venir porque estaba organizando una cumbre de rectores en la UES.
Nada más llegar, nos ofrecieron una copa de champán. Yo la rechacé porque preferí inclinarme por el ron con coca-cola. Tomé algún aperitivo para que no cayese en estómago vacío, pero rápido se me subió a la cabeza.
Para comer: carne asada, casamiento (frijoles con arroz), chimol (tomate con cilantro y alguna otra cosa que no identifico) y un chorizo argentino (se parece al chorizo criollo). Bien rico aunque la carne hubiese que comerla con los dedos pues los cuchillos de plástico no funcionan con la carne de este país. Pero como ya estoy acostumbrada a comer todo con las manos... Pues tranquilamente agarré el filete entre mis dedos y me dediqué a meterle bocados cual troglodita.
Y mietras tanto más ron... El ingeniero se ofreció a rellenarnos los vasos a Maureen y a mí. Dijo que nos pondría "ración de dama". Joer, pues si esa era la de dama, hay que ser MUY hombre para beber la de hombre. Estaba cargadita de veras. Claro, ya no estaba segura de poder levantarme del montoncito de hierbas en el que estaba sentada para comer. Porque estábamos sentados en la ladera del volcán, que hay un jardín precioso y aunque hay alguna mesa y bancos, son pocos y nosotros éramos muchos.
Bueno, las risas se empezaron a multiplicar por todas partes. Conmigo se reían mucho porque insistían en enseñarme nuevas expresiones salvadoreñas, y nuevos chistes:
--En qué se parece el dolor de muelas a hacer el amor? En que aunque duela no quieres que la saquen.
--¿Cuál es la diferencia entre "lástima" y "lastima"? El tamaño.
Como podéis suponer, aquello degeneró en meterse con la vida sexual de cada uno. Creo que el peor parado (por ser con el que más fregaron) fue Gerome (Gerónimo) que acabó con el cartelito de "Gatorade". Sólo pronunciad el nombre en inglés para saber a qué se refieren en este país con eso.
Cuando ya se fue haciendo tarde, comenzó la gente a irse. Nosotros fuimos los últimos, esta vez nos llevamos a Maureen con nosotros, pobrecita, no iba a volver con las momias de los ingenieros y el doctor. Ambas teníamos las cosas en la oficina, así que quisimos pasar por allá cuanto antes. Mal asunto, porque ni estaban sus papeles ni mi maleta, que se la había llevado Alfredo a casa. Así que rumbo a casa, esta vez ya con Alexander. Antes de irnos, decidimos que esa noche iríamos a bailar a una discoteca que se llama "Dolce Fierro" y quedamos con Adonai, Luis y Eliseo allá.
Al ir a casa (Maureen se vino también) logré convencer a Érica de que se viniese con nosotros, aunque al Colocho no logramos animarlo, estaba cansado. Se suponía que al día siguiente íbamos a salir a las 7.30 am rumbo al "Llano del Muerto" donde íbamos a acampar y desde allí ir a la vigilia de "El Mozote" en conmemoración de una gran matanza que hubo allí al comienzo de la guerra. Así que había que madrugar. Pero da iguaaaal, se madruga y ya dormiremos en el viaje. Eso pensábamos, jejeje.
Pasamos a buscar a Cecile, que se apuntó también a la juerga. A las 21.15 llegamos a Dolce Fierro, pensábamos encontrar allí a los tres mosqueperros, pero todavía no habían llegado. Yo pedí una ración de nachos con guacamol y un jugo de naranja para amortizar los 7$ de la entrada, de los cuales 5 eran de consumo obligatorio. Ah, que no he explicado como era el lugar: había muchas mesas largas en las que la gente se sentaba a cenar o tomar algo, al final de las mesas había una pista de baile donde había un grupo tocando y muuucha gente bailando. El sitio estaba decorado un tanto tropical y había bastantes extranjeros pululando por allí así que Cecile y yo no éramos bichos raros (al menos no tanto). A todo esto, Cecile canta bastante más que yo: rubia, 1.68 (muy alta para este país), blanca como la leche y ojos claros. Ésa no se escapa. Pero a mí me da igual ser castaña y estar un poco más morena, porque igual siguen pensando que soy gringa...
Llegaron Adonai y Luis, Eliseo se quedó a dormir que al día siguiente madrugaba mucho. Yo dije que de ahí no me movía hasta que no acabase con los nachos, y así fue por mucho que me rogasen estos que saliese a bailar, yo no me levanté. En parte porque tenía hambre de verdad y en parte porque me daba vergüenza salir a bailar, porque yo no sé bailar. Y creo que muchos de vosotros lo sabéis. No soy capaz de coordinar mis pies izquierdo y derecho sin mirarlos fijamente. Aunque creo que esto ya lo he comentado a propósito de la excursión a la otra discoteca. El caso es que se ríen de mí por eso. Por una parte Érica insiste en que sí sé bailar, porque me ve moverme: pero eso no es suficiente. Por el otro, se ríen porque me recuerdan los abdominales y que yo quería bajar la tripita y sin embargo me ven poniéndome ciega a nachos con guacamol, carne asada y todo lo que caiga en mis manos. Ya trato de decirles que soy una persona complicada y que no vale usar los mismos estándar que con todo el mundo.
Cuando ya por fin me animo a ir a bailar, más risas con el "menos mal que no puede bailar, que si pudiese...". Y encima Alexander, que baila estupendamente insiste en que baile con él. Ahí sí que la hemos liado, porque yo moverme sola puedo, pero coordinar esos movimientos con otra persona? Juas. Como todos pretenden dejarme en ridículo empezando a dar palmas para animarme y gritando mi nombre, acepto rápidamente, pero con la condición de que sea muuuy paciente conmigo. Así que con paciencia empiezo a "bailar". Creo haber entendido que tuve mucha suerte porque sólo era merengue lo que estaba sonando. No me hagáis mucho caso que yo de esto no entiendo, pero como que el merengue es más calmadito que la salsa.
Cuando ya había cumplido con el bailar con Alexander, fuimos un rato a descansar a la mesa, pero rápido que había que seguir bailando. Al volver a la pista tuve menos suerte. Un tipo de metro noventa (qué raro salvadoreño) insistió en que bailase con él. Yo traté de darle toda clase de explicaciones acerca de que yo no "puedo" (se dice en lugar de "saber") bailar y blablabla, pero creo que como si realmente fuese gringa y le estuviese hablando en inglés: le daba igual. Así que de nuevo le expliqué que debía ser paciente... La leche, dijo que entendió, pero madre mía. Encima: salsa. Vamos, que giré como un trompo. Menos mal que me llevaba todo el rato, que si no... Pero joer no se cansaba de bailar conmigo, oye. Vamos, que tuve que decirle que me iba un rato a descansar porque si no no se iba. Y mientras tanto, me iba preguntando por mis aventuras y desventuras en su país.
Mientras bailaba con el tipo este, esta gente me dedicó un par de canciones, la primera, "tu cucu" o algo así. "Qué lindo y sabroso es tu cucu". Yo muerta de vergüenza mientras todos me hacían corrillo cantándomela. O me moría de vergüenza o hacía algo, así que solté al gigante y me puse a menear el cucu mientras me partía de la risa. Pero qué mala gente. Sé que no es que tenga un culo precisamente pequeño y discreto, pero no es como para dedicarme una canción... Quiero creer.
La segunda, fue más para que escuchase la letra. Trata de un barbero que amplía su negocio y pone a funcionar el local de arriba también. Y cuenta los carteles que tiene puestos de publicidad: se arreglan las uñas, arriba y abajo. Se corta el pelo, arriba y abajo.Y así muchas más, pero la que ya me mató de la risa, que me doblé y todo en el suelo, fue: Se pintan los labios, arriba y abajo.
Y luego canciones de esas de amor que me decían: esta es adecuada para Pablo y tú. Y yo a escuchar al letra. La mitad de las veces les tenía que decir que noooo, porque hablaban de infidelidades y cosas de esas.
Bueno, y me usaban a mí para pedir canciones y dedicatorias. Resulta que ellos habían pedido una dedicatoria para FUCRIDES y hasta al cabo de media hora no la habían dicho. Me insistieron en que subiese a la cabina para pedir algo de salsa. Yo dije que por qué yo, y ellos me dijeron que seguro que a mí me hacían caso. Ya ves si me lo hicieron, le comenté al dj que pusiese un poco de salsa para una española que se aburría y casi no me dió tiempo a salir de la cabina cuando estaba dando saludos a la gente de España (creo que fui la única que gritó con las manos al aire) y poniendo salsa. Cómo se pudieron reír de eso todo el fin de semana, del caso que me hacía el dj a mí por ser extranjera. A Cecile también intentaron usarla, pero no se dejó. Así que cuando hubo que pedir merengue, Tirma fue allá. Y al cabo de una canción: merengue.
A todo esto, había un muchacho de camisa roja y no muy mal parecido que estaba rondando por allá solito. Yo pensé "me está mirando", pero ya me parecía excesivo aquello y seguí bailando con esta gente. Pero ya ves, poco a poco se fue acercando hasta que ya se animó y se acercó a pedirme bailar. De nuevo puse mi excusa famosa, le expliqué que no era gringa sino española y acabé por bailar con él. Encima, más salsa. Y de nuevo a explicar cuánto tiempo llevo aquí, por cuánto tiempo me voy a quedar, que Cecile no es mi hermana por mucho que se parezca (?¿?¿?¿?¿?). Menos mal que ya decidimos irnos a la cama y sólo le duré 4 canciones. A todo esto, todos se reían de mí porque era la única a la que habían sacado a bailar. Mira que Érica y Maureen son guapas y como buenas salvadoreñas saben bailar, Cecile baila mil veces mejor que yo y es muuucho más llamativa. Pues yo debo ser la única pardilla que se aleja lo suficiente del grupo como para que la ataquen (como hacen los leones con las cebras) y es que una necesita cierto espacio extra para bailar si no quiere pisotear a todo el mundo.
A puntito estuvimos de quedarnos otra hora más, pero acabamos por apiadarnos de Cecile y Maureen que estaban bien cansadas y nos fuimos a casa a dormir lo poco que podíamos.
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