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Desde El Salvador

Miércoles pero en la tarde

Bajé al pueblo a enviar todo lo que tenía que enviar. A la subida fui hablando con la madre de Elvira, la costurera del CEDEFAR, que me invitó a su casa, me decía que cualquier día Elvira se pasaba a buscarme para que fuese a su casa. Es fascinante como la gente quiere que entres en su casa. Y no es que con Elvira me haya tratado mucho, no es eso. La gente del pick up me pregunta que por qué no subo al "caserío" (municipio=pueblo>cantón>caserío). Yo les digo que porque no conozco gente allá y no sabría dónde ir ni qué hacer. Pero Lucía y Luis también quieren que vaya para sus cantones, a conocer.
Cuando subí, sólo el señor Simeón quedaba, se habían ido ya todos al río Paz. El señor Simeón, el carpintero, tiene fama entre los del CEDEFAR de ser huraño y nada agradable, pero yo me he planteado como un reto el caerle bien. Y parece que más o menos lo logro. Me da los buenos días cuando se los doy yo. Es mucho más de lo que parece, a Luis una vez que se le ocurrió decirle "buenos días" él le respondió: "hasta que llegó usted". Imaginaos.
El caso es que me sentía con ganas de platicar un poco con el hombrecillo este y saber algo más de él. Y lo logré. El hombre es nicaragüense, vivió en varios países de centroamérica hasta que aprendió el oficio de carpintero y su maestro se lo trajo a El Salvador. Aquí estuvo sin papeles hasta no se sabe cuándo, pues en aquellos tiempos eso de los papeles no era importante. Formó una familia, aunque creo que su esposa o bien murió o se separó de él, pues no me la mencionó. Me habló de los terremotos también. Yo le conté a él algún chisme sobre nuestra familia real, él me preguntó. En definitiva, creo que no le debo de caer tan mal como el resto. O puede que le pillase en un buen momento. A saber.

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