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Desde El Salvador

Lunes 1 de diciembre. Terminar con la biblioteca.

Bajé a 100 abdominales.
Por la mañanita fuimos a la oficina, donde terminé de clasificar los libros del cuarto aquél. Después de romperme la cabeza para hallar la forma de crear un código para los libros en Excel y de terminar de deshacerme los sesos investigando cómo se hacen etiquetas en Word, logré hacer un archivo de etiquetas para los códigos de los libros. Pero hacían falta las etiquetas. Esperé porque ya era la hora de comer.
Fuimos al comedor de al lado y allí vimos a Gerónimo que se había comprado el también una iguana. Lo dicho, el tipo es rarito. Si luego no se la podrá llevar a Francia! Dice que la cuidará los 9 meses que esté aquí y luego se la regalará a alguien.
Después de comer, Alfredo me acompañó a Iberia a por los billetes. Hasta pude reservar los asientos: ventana hasta Miami, y puerta de emergencia y ventana hasta Madrid. Qué suerte.
Luego me puse a imprimir etiquetas. En ello estaba cuando apareció la peor de mis pesadillas: el Chele. Qué carajo hacía ese hombre en la oficina de FUCRIDES es algo que no me puedo explicar, pero que el tipo llegase hasta donde estaba yo mientras su compañero le decía que se apurase que tenía mucha prisa, sólo para decirme: llámame, eh? -no ves que estoy liada? -bueno, me llamas en la noche, eh? -que noooo -vale, te llamo yo, adiós. AGGGGGG, qué horror. Y encima me entero de que en casa esa mañana le habían dicho que yo ya me había ido al CEDEFAR. Si es que me lo veo apareciendo un día por aquí. Puta. Por la noche llamó a casa, pero debió de pensar por un momento que yo no estaba interesada en él y no preguntó por mí, sino por la francesa, porque un primo suyo (que dicen que es peor que él) quería enseñarla a bailar salsa. Le dijeron que dajase a la francesa en paz, que no sea pesado, que me deje en paz a mí también y etc. Pero seguro que un día aparece por aquí.
Por la tarde me fui de la oficina con Alexander y Mario. Alfredo se había ido al aeropuerto a buscar la maleta de los colombianos que habían perdido. Fuimos a una especie de megaferretería donde compraron sustrato para semilleros y una maza.
Al volver a casa, cené y me fuí a la cama directamente. Estaba muertecita.

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