Sábado 29 de noviembre. Descanso y juerga por la noche.
Pues en principio no tocaba descanso, sino más bien trabajar muy duro. Íbamos a ir a Las Lajas a poner los plásticos del invernadero, pero resulta que estábamos esperando una llamada a las 6 am para saber si íbamos o no. Todo dependía del viento. Resulta que estos días ha estado haciendo bastante viento, y en esas zonas mucho más, así que para poner los plásticos, imposible con el viento. Llegó la llamada salvadora que dijo que huracaneaba. A la cama un rato más.
Yo vagueé toda la mañana, leí y vi la tele. Luis llamó diciendo que en el CEDEFAR también había huracaneado y el viento había tumbado unos cuantos papayeros que estaban cargados, así que Alfredo y Carlos (Colocho) tuvieron que ir allí a traer las papayas y los pollos de engorde (iban a venderlos a una señora pero al final se echó atrás).
A las 3, fui con Erica (hija de Alfredo, 24 años) al centro a hacer alguna compra. En el super conseguí otro repelente diferente, que creo que tampoco hace mucho, aunque me costó la friolera de 5 dólares.
En las callejuelas del mercado Erica me llevaba de la mano para que no me arrastrasen dentro de las tiendas, porque era alucinante el ver cómo tiraban de mi brazo para llevarme y enseñarme. Regateamos como fieras. Entre otras cosas, logré llevarme un vestido de fin de año bien bonito por 23 dólares (unas 3000 ptas). Inicialmente eran 30. Y en otra tienda querían venderme uno por 75 dólares. Dice Erica que ven un turista y se ponen como Tío Gilito (aquí llamado McPato), con el símbolo del dólar en los ojos. Pero no saben que Tirma no es tonta del todo, y sobre todo a la hora de gastar pasta, jejeje.
Por la tarde-noche, llegó el Chele a casa. Creo que ya conté quién es este individuo. Es un primo de Erica y Alex que el primer día que me conoció se empeñó en que yo era gringa y pronunciaba mi nombre con acento americano. Eso aparte de tirarme los trastos descaradamente y encima sin ningún arte ("anda, llevas una camiseta amarilla, yo también, ¡ya tenemos algo en común! ¿ves?") y todo ello a pesar de que todo el mundo le repetimos una y mil veces que tengo novio. Llama a la casa para saber cuándo voy a llegar por allí, y ellos le mienten todo lo que pueden, pero al final acaba descubriéndome.
El caso es que íbamos a salir con los franceses y el Chele se apuntó. No estaba mal del todo porque así nos llevaba en coche, pero es que justo antes de salir, me contó los 14 accidentes de coche que ha tenido. En uno de ellos quedó "pallá" durante 3 meses, que no sabía ni quién era ni cómo bañarse. Está claro que nunca lo superó y aunque ya sabe hablar, no entiende mi idioma, porque no sé cuántas veces le dije que tengo novio, que no insista. Le corté tan tajantemente que se enfadó conmigo y después de recoger a los franceses y dejarnos en el bar al que íbamos decidió irse a casa. Pensé que con eso bastaría, pero no: me dió su tarjeta y me insistió en que lo llamase.
A todo esto, como quería hablar conmigo y yo estaba sentada en el asiento justo detrás de él, se giraba en redondo cada 2x3 y madre mía la de volantazos que dió. Yo estaba acurrucada en el asiento medio muerta de miedo y de risa. Carlos y Erica decían que es que debería haberme puesto delante. Los miré con cara de "estáis locos? los primeros que mueren son los de delante".
Gerónimo estaba muy cansado y no vino, así que Cecile, Erica, Carlos y yo fuimos a "Pueblo Viejo" una especie de restaurante con sala de baile. Resulta que esa noche fue la más aburrida de todas las noches de ese restaurante. Al menos eso decían Erica y Carlos para disculparse por la música del local. Yo me tomé unos nachos con guacamole (y frijoles, cómo no) y un licuado de sandía (de muerte). Luego salimos a "bailar". Creo que la francesa era la que mejor bailaba de todos nosotros. Qué vergüenza, jejeje. Yo al menos ya había avisado de que yo no bailo, yo "me muevo en el sitio" y olvídate de coordinarme con otra persona, que podemos acabar hechos un ocho.
Había que acabar la consumición así que pedí un capuccino para espabilarme, que ya bostezaba. Nada, ni el café puede con mi sueño.
Fuimos a cambiar de local, pero el que buscábamos no estaba donde pensábamos que estaba, así que decidimos ir... a La Luna, que seguro tenía buen ambiente. Por el camino (fuimos andando) pasamos por bares en los que sonaban Héroes del Silencio (Teresa, pensé en ti) y en los carteles del nombre tenían los escudos del Real y del Barça. El día del partido eso va a estar repleto de gente. Hasta se pelean al salir del restaurante correspondiente a su equipo, los bobos.
Llegamos a La Luna y había un especial Ricardo Arjona que emocionó a Erica. El grupo versioneaba al tipo este. Yo encontré un sofá en el que una pareja me hizo un hueco y me puse a dormir felizmente. Cuando me despertaron llamaron al Chele para que viniese a buscarnos. Increíble, pensé yo, hasta lo habrán despertado. El caso es que no, porque estaba trabajando. Yo me hice la dormida en el viaje a casa para evitar al tipo, pero al llegar ya no pude escaparme. -Llámame, llámame. -Para qué te voy a llamar si ya te veo mañana.-Puede que no, tengo que ir a otro lado.-Yupiii (pensado). Ah, bueno (dicho).
Y a la cama con tapones en los oídos para no despertarme con el jaleo matutino.
Yo vagueé toda la mañana, leí y vi la tele. Luis llamó diciendo que en el CEDEFAR también había huracaneado y el viento había tumbado unos cuantos papayeros que estaban cargados, así que Alfredo y Carlos (Colocho) tuvieron que ir allí a traer las papayas y los pollos de engorde (iban a venderlos a una señora pero al final se echó atrás).
A las 3, fui con Erica (hija de Alfredo, 24 años) al centro a hacer alguna compra. En el super conseguí otro repelente diferente, que creo que tampoco hace mucho, aunque me costó la friolera de 5 dólares.
En las callejuelas del mercado Erica me llevaba de la mano para que no me arrastrasen dentro de las tiendas, porque era alucinante el ver cómo tiraban de mi brazo para llevarme y enseñarme. Regateamos como fieras. Entre otras cosas, logré llevarme un vestido de fin de año bien bonito por 23 dólares (unas 3000 ptas). Inicialmente eran 30. Y en otra tienda querían venderme uno por 75 dólares. Dice Erica que ven un turista y se ponen como Tío Gilito (aquí llamado McPato), con el símbolo del dólar en los ojos. Pero no saben que Tirma no es tonta del todo, y sobre todo a la hora de gastar pasta, jejeje.
Por la tarde-noche, llegó el Chele a casa. Creo que ya conté quién es este individuo. Es un primo de Erica y Alex que el primer día que me conoció se empeñó en que yo era gringa y pronunciaba mi nombre con acento americano. Eso aparte de tirarme los trastos descaradamente y encima sin ningún arte ("anda, llevas una camiseta amarilla, yo también, ¡ya tenemos algo en común! ¿ves?") y todo ello a pesar de que todo el mundo le repetimos una y mil veces que tengo novio. Llama a la casa para saber cuándo voy a llegar por allí, y ellos le mienten todo lo que pueden, pero al final acaba descubriéndome.
El caso es que íbamos a salir con los franceses y el Chele se apuntó. No estaba mal del todo porque así nos llevaba en coche, pero es que justo antes de salir, me contó los 14 accidentes de coche que ha tenido. En uno de ellos quedó "pallá" durante 3 meses, que no sabía ni quién era ni cómo bañarse. Está claro que nunca lo superó y aunque ya sabe hablar, no entiende mi idioma, porque no sé cuántas veces le dije que tengo novio, que no insista. Le corté tan tajantemente que se enfadó conmigo y después de recoger a los franceses y dejarnos en el bar al que íbamos decidió irse a casa. Pensé que con eso bastaría, pero no: me dió su tarjeta y me insistió en que lo llamase.
A todo esto, como quería hablar conmigo y yo estaba sentada en el asiento justo detrás de él, se giraba en redondo cada 2x3 y madre mía la de volantazos que dió. Yo estaba acurrucada en el asiento medio muerta de miedo y de risa. Carlos y Erica decían que es que debería haberme puesto delante. Los miré con cara de "estáis locos? los primeros que mueren son los de delante".
Gerónimo estaba muy cansado y no vino, así que Cecile, Erica, Carlos y yo fuimos a "Pueblo Viejo" una especie de restaurante con sala de baile. Resulta que esa noche fue la más aburrida de todas las noches de ese restaurante. Al menos eso decían Erica y Carlos para disculparse por la música del local. Yo me tomé unos nachos con guacamole (y frijoles, cómo no) y un licuado de sandía (de muerte). Luego salimos a "bailar". Creo que la francesa era la que mejor bailaba de todos nosotros. Qué vergüenza, jejeje. Yo al menos ya había avisado de que yo no bailo, yo "me muevo en el sitio" y olvídate de coordinarme con otra persona, que podemos acabar hechos un ocho.
Había que acabar la consumición así que pedí un capuccino para espabilarme, que ya bostezaba. Nada, ni el café puede con mi sueño.
Fuimos a cambiar de local, pero el que buscábamos no estaba donde pensábamos que estaba, así que decidimos ir... a La Luna, que seguro tenía buen ambiente. Por el camino (fuimos andando) pasamos por bares en los que sonaban Héroes del Silencio (Teresa, pensé en ti) y en los carteles del nombre tenían los escudos del Real y del Barça. El día del partido eso va a estar repleto de gente. Hasta se pelean al salir del restaurante correspondiente a su equipo, los bobos.
Llegamos a La Luna y había un especial Ricardo Arjona que emocionó a Erica. El grupo versioneaba al tipo este. Yo encontré un sofá en el que una pareja me hizo un hueco y me puse a dormir felizmente. Cuando me despertaron llamaron al Chele para que viniese a buscarnos. Increíble, pensé yo, hasta lo habrán despertado. El caso es que no, porque estaba trabajando. Yo me hice la dormida en el viaje a casa para evitar al tipo, pero al llegar ya no pude escaparme. -Llámame, llámame. -Para qué te voy a llamar si ya te veo mañana.-Puede que no, tengo que ir a otro lado.-Yupiii (pensado). Ah, bueno (dicho).
Y a la cama con tapones en los oídos para no despertarme con el jaleo matutino.
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