Jueves 27 de noviembre. Visita de los franceses y marcha a SanSal.
Comencé por la mañana colando arena, sólo interrumpida por las contínuas visitas de los muchachos para enseñarme sus "capturas". SAben que me encanta fotografiar bichos raros y cada vez que encuentran uno lo cazan para mí. Fotografié un gusano del tamaño de mi dedo índice, una araña que parecía una viuda negra (pero estoy casi segura de que no lo era) y un lagarto que aquí llaman "garrobo".
Antes de comer llegaron Humberto, su hijo José (12 años), Marta y dos franceses: Gerom (no sé si es así, Alfredo que es incapaz de pronunciarlo lo llama Gerónimo) y Cecile. Estos dos están aquí porque en Francia ellos eran estudiantes de los CEDEFAR de allí, y ahora vienen a ser monitores de los de acá. Supongo que no recordaréis el primer mail que envié, pero ahí explicaba que lo del CEDEFAR no es un lugar único, hay otros en Guatemala, Nicaragua, Honduras y sobre todo en Francia, de donde viene la idea. El caso es que en Chalatenango van a hacer otro, al que irá Cecile cuando sepa hablar mejor español, para hacer encuestas en la zona acerca de las necesidades educativas. Y Gerónimo va a Guatemala a una comunidad indígena. Pobrecito, porque este sí que no tiene ni papa de español, aunque va aprendiendo muy rápido, pero de poco le va a servir con los indígenas que hablan dialecto, y el español que hablan está muy influenciado por esto.
Ya dejé la arena cociendo y fui a acompañarlos por las instalaciones. Es el CEDEFAR más bonito que han visto nunca, y en Francia conocen unos cuantos. Edith estaba torteando y fuimos a que lo viesen, hacer la masa y tortear. Animé a Marta a que hiciese su primera tortilla, y casi no pudo esperar a comérsela según salía del comal (plato de barro para cocinar las tortillas).
Avisé a los chavales de que venía Marta y que les iba a gustar mucho. Marta entró en la clase de costura sin saber dónde se metía, jejeje, sólo la silbaron un poco. No sé cual de los de-sastres (todavía no saben coser muy bien los pobres y así se llaman a sí mismos, otro juego de palabras salvadoreño) preguntó que si éramos hermanas. Menos mal que no preguntaron lo mismo al llegar los franceses. Los franceses son rubios, ojos claros y blancos como la leche los dos.
A la hora de la comida descubrí que Gerónimo es un tipo raro. Empezó a emocionarse con noséqué comentario de vampiros y a contar historias. Creo que hizo una especie de tesina sobre el tema. Al día siguiente me contó que tiene TODAS las novelas y cuentos de Tolkien. Confirmé mi teoría de que era un friki (papá, mamá, si no sabéis qué es un friki, preguntad por ahí).
Yo me iba a ir con ellos a SanSal, así que fui a preparar las cosas. Metí toda la ropa sucia en la maleta con la idea de llegar a casa de Alfredo y meterla en la lavadora. Cuando Lucía me vió aparecer con la maleta pensó que me iba así sin avisarla. Todos se reían de mí por llevarme la ropa sucia, pero se ve que ni Marta, ni Humberto ni los franceses han tenido que lavar a mano en mucho tiempo.
El viaje fue un poco largo por el tráfico de entrada a la capital. Dejamos a Marta y fuimos a cenar, que era tarde. Como íbamos con los franceses, tocaba llevarlos a una pupusería a que probasen las pupusas. Hasta arriba se pusieron de pupusas y licuado de zapote. Después fuimos a dejarlos a su hotel. Se había hecho tarde y Alfredo vive en la otra punta de la ciudad, mientras que Humberto vive al lado de los franceses, así que le dije que si le venía mejor, me quedaba a dormir esa noche en su casa y ya me iba al día siguiente a la de Alfredo. Eso hicimos.
En su casa no había nadie todavía, pero enseguida llegaron su esposa María Elena y su hija Claudia. Majísimas ellas. Claudia me dejó su habitación y se fue a la de su hermano que tiene una cama nido. Estaba bastante cansada así que me fui a la cama prontito.
Antes de comer llegaron Humberto, su hijo José (12 años), Marta y dos franceses: Gerom (no sé si es así, Alfredo que es incapaz de pronunciarlo lo llama Gerónimo) y Cecile. Estos dos están aquí porque en Francia ellos eran estudiantes de los CEDEFAR de allí, y ahora vienen a ser monitores de los de acá. Supongo que no recordaréis el primer mail que envié, pero ahí explicaba que lo del CEDEFAR no es un lugar único, hay otros en Guatemala, Nicaragua, Honduras y sobre todo en Francia, de donde viene la idea. El caso es que en Chalatenango van a hacer otro, al que irá Cecile cuando sepa hablar mejor español, para hacer encuestas en la zona acerca de las necesidades educativas. Y Gerónimo va a Guatemala a una comunidad indígena. Pobrecito, porque este sí que no tiene ni papa de español, aunque va aprendiendo muy rápido, pero de poco le va a servir con los indígenas que hablan dialecto, y el español que hablan está muy influenciado por esto.
Ya dejé la arena cociendo y fui a acompañarlos por las instalaciones. Es el CEDEFAR más bonito que han visto nunca, y en Francia conocen unos cuantos. Edith estaba torteando y fuimos a que lo viesen, hacer la masa y tortear. Animé a Marta a que hiciese su primera tortilla, y casi no pudo esperar a comérsela según salía del comal (plato de barro para cocinar las tortillas).
Avisé a los chavales de que venía Marta y que les iba a gustar mucho. Marta entró en la clase de costura sin saber dónde se metía, jejeje, sólo la silbaron un poco. No sé cual de los de-sastres (todavía no saben coser muy bien los pobres y así se llaman a sí mismos, otro juego de palabras salvadoreño) preguntó que si éramos hermanas. Menos mal que no preguntaron lo mismo al llegar los franceses. Los franceses son rubios, ojos claros y blancos como la leche los dos.
A la hora de la comida descubrí que Gerónimo es un tipo raro. Empezó a emocionarse con noséqué comentario de vampiros y a contar historias. Creo que hizo una especie de tesina sobre el tema. Al día siguiente me contó que tiene TODAS las novelas y cuentos de Tolkien. Confirmé mi teoría de que era un friki (papá, mamá, si no sabéis qué es un friki, preguntad por ahí).
Yo me iba a ir con ellos a SanSal, así que fui a preparar las cosas. Metí toda la ropa sucia en la maleta con la idea de llegar a casa de Alfredo y meterla en la lavadora. Cuando Lucía me vió aparecer con la maleta pensó que me iba así sin avisarla. Todos se reían de mí por llevarme la ropa sucia, pero se ve que ni Marta, ni Humberto ni los franceses han tenido que lavar a mano en mucho tiempo.
El viaje fue un poco largo por el tráfico de entrada a la capital. Dejamos a Marta y fuimos a cenar, que era tarde. Como íbamos con los franceses, tocaba llevarlos a una pupusería a que probasen las pupusas. Hasta arriba se pusieron de pupusas y licuado de zapote. Después fuimos a dejarlos a su hotel. Se había hecho tarde y Alfredo vive en la otra punta de la ciudad, mientras que Humberto vive al lado de los franceses, así que le dije que si le venía mejor, me quedaba a dormir esa noche en su casa y ya me iba al día siguiente a la de Alfredo. Eso hicimos.
En su casa no había nadie todavía, pero enseguida llegaron su esposa María Elena y su hija Claudia. Majísimas ellas. Claudia me dejó su habitación y se fue a la de su hermano que tiene una cama nido. Estaba bastante cansada así que me fui a la cama prontito.
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