Domingo 14 de marzo. Cumpleaños de mi novio salvadoreño, la celebración o piñata.
No sé a quién le he dicho que cumplía 3 años. Eran sólo dos. Gerardo, mi novio salvadoreño, se hacía un poco mayor. Aunque no lo suficiente como para que nuestra relación pase a más. De momento, se alegra muchísimo al verme y pregunta siempre por mí, quiere verme siempreeee. Y soy la única a la que le da un beso siempre que se lo pido. Al resto sólo cuando le da la gana o le chantajean. Bueno, alguno me ha negado, pero es que es un rebelde.
La fiesta era a las 3 de la tarde, así que fui al centro a comprarle algún regalo. Acabé comprándole una pelota de Piolín y una mochila de Winnie the Pooh. Todo ello envuelto en papel de Winnie, que le gusta mucho.
Eso le compré a él. Yo compré: lejía, una calculadora de bolsillo, una cinta métrica, dos cosas térmicas para cuando viniesen mis padres, dos camisetas, un pantalón pasarríos (como pirata) (la ropa toda de a dólar) y un cepillo para limpiar biberones. Tranquilo, Pablo, no hay nada que no te haya contado. Es que las botellas que uso en el CEDEFAR y que voy rellenando cada vez con agua purificada, toman olor de las comidas y es difícil lavarlas... Por eso el cepillo para pachas (biberones).
Acabé tomando un gran helado en La Nevería 2x1. Es una cadena de heladerías, donde la oferta es 2x1, en realidad te venden uno a mitad de precio si así lo pides, no hay gran oferta. Pero pedí un megasundae: una bola grande de vainilla con galleta, medio plátano en rodajas, una bola grande de ron con pasas, caramelo, una bola grande de dulce de leche, más caramelo y bolitas de chocolate y una galleta encima de todo. Ñam.
Volví a casa y vi las piñatas que había para la ocasión. Colgado estaba Nemo, un pez que por el tamaño parecía una ballena. Para cuando acabasen con ese, esperaba una niña repipi con gorro con dibujo de fresas que no supimos decir qué personaje infantil era, y a falta de personaje infantil, Omar dijo que era yo (grrrrrr). Y también, Patricio, un monstruo morado con cierta forma de estrella de mar pero le faltaban brazos para serlo. Casi parecía más los tentáculos de Day of the Tentacle. El malvado tentáculo púrpura...
Eran enormes, me llegaban por encima de la cintura. En este país el negocio de las piñatas es grande. No hay cumpleaños infantil que se precie sin una. Normalmente del personaje favorito del niño o, en su defecto, del que esté en oferta. Las fiestas de cumpleaños, se llaman, pues, piñatas.
Con los niños más pequeños, se les da un palo y que intenten pegarle. El caso es que la piñata está atada a una cuerda que pasa por una polea y algún adulto la sube, baja y balancea tratando de ponerla fuera del alcance de los niños. Con los mayores, se les vendan los ojos y se hace lo mismo. Lo único es que se les van dando indicaciones, para que no le de a nadie y para que no de palos de ciego (nunca mejor dicho) todo el rato. Pero las indicaciones se tienen que dar justo al revés. Si tiran de la cuerda para que suba la piñata, la gente grita: abajo!. Si la sueltan y ésta baja, se grita: ¡arriba!. Y así se trata de confundir al otro. Con las leches que meten, seguro que en más de una ocasión ha salido algún niño lesionado.
Pagaron a un tipo que hacía de payaso. Algún niño le tenía miedo y lloraba y lloraba. Seguro que os resulta familiar a más de uno. El niño que más miedo le tenía, Luisito, acabó por perdérselo y al final de la fiesta era el que más corría de un lado a otro, desgastando las energías que el resto de los niños habían gastado a lo largo de toda la tarde.
El payaso empezó por hacer pintacaritas mientras llegaba todo el mundo al cumpleaños. Se supone que era para los niños, pero vi al primero con la cara de Spiderman en el dorso de la mano y molaba taaanto... Que no pude evitar el ponerme a la cola para que me hiciese una SuperNena. Bueno, que aquí se llaman Las Chicas Súperpoderosas. Mucho más chulo el nombre nuestro, vamos, dónde va a parar. Tuve que averiguar que la que yo quería, Cactus, se llama aquí Bellota, un nombre mucho más casto y basto. Y no creáis que el payaso se negó a hacérmela por medir más del doble que cualquiera de los niños que hacían cola. Yo era la única que llevaba su tatuaje en el bíceps, jejeje.
Entre los muchos juegos que hizo el payaso, para dar regalos a las niñas (en los juegos en conjunto siempre ganaban los niños), las sacó a bailar y dijo que la que más se moviese, ganaría. Primero, nos costó un triunfo encontrar algo con lo que pudiesen bailar. Los DJs estábamos desesperando al público. Por fin, encontramos lo adecuado (ejem): El venao, le dimos volumen y... Las niñas no se movían. Así que desde mi puesto, detrás de la ventana, en el interior de la casa, me puse a bailar para que me viesen y se moviesen ellas. Alguna que me vio, comenzó a moverse un poco, pero nada... Yo quería que ganase MariJose, que siempre pasa a saludarme cuando estoy por allí, así que me salí al portal, medio resguardada pero para que me viese ella y bailase conmigo. Craso error. No fue ella la única que me vio. Me vio el payaso. Y me sacó a bailar, cambiando la regla del juego: tenéis que imitarla a ella.
Claro, yo me meaba de la risa. El único paso que conocía adecuado para la canción, era el de ponerse las manos en la cabeza a la forma de cuernos mientras la canción decía el venao, el venao. Así que creo que eso fue lo único congruente que hice. Porque mezclé vueltas enteras que marearon a las niñas, con pasos de fiebre del sábado noche y meneadas de culo estilo qué hiciste, abusadora (sólo dentro de mi familia entenderán a qué meneadas de culo me refiero).
Eso sí, me aplaudieron muchísimo y para desgracia mía, creo que hasta hay documentos gráficos del ausnto. Dicen que piensan chantajearme. Pero les convencí de que en realidad me daba igual si hacían un póster 2x2 con la foto. Al advertirles dijeron que entonces venderían la foto a Pablo, que seguro que quiere un recuerdo de su novia haciendo los cuernos... Pues segurísimo que sí.
Hubo pastel, refresco, sándwiches, cajitas de piñata y todos los caramelos y juguetitos que cayeron de las piñatas que reventaron. Me llevé parte de todo :P La fiesta acabó hacia las 18.30. Me metí para dentro a hacer no sé qué y al volver todo estaba ya recogido, ni un papel por el suelo.
La fiesta era a las 3 de la tarde, así que fui al centro a comprarle algún regalo. Acabé comprándole una pelota de Piolín y una mochila de Winnie the Pooh. Todo ello envuelto en papel de Winnie, que le gusta mucho.
Eso le compré a él. Yo compré: lejía, una calculadora de bolsillo, una cinta métrica, dos cosas térmicas para cuando viniesen mis padres, dos camisetas, un pantalón pasarríos (como pirata) (la ropa toda de a dólar) y un cepillo para limpiar biberones. Tranquilo, Pablo, no hay nada que no te haya contado. Es que las botellas que uso en el CEDEFAR y que voy rellenando cada vez con agua purificada, toman olor de las comidas y es difícil lavarlas... Por eso el cepillo para pachas (biberones).
Acabé tomando un gran helado en La Nevería 2x1. Es una cadena de heladerías, donde la oferta es 2x1, en realidad te venden uno a mitad de precio si así lo pides, no hay gran oferta. Pero pedí un megasundae: una bola grande de vainilla con galleta, medio plátano en rodajas, una bola grande de ron con pasas, caramelo, una bola grande de dulce de leche, más caramelo y bolitas de chocolate y una galleta encima de todo. Ñam.
Volví a casa y vi las piñatas que había para la ocasión. Colgado estaba Nemo, un pez que por el tamaño parecía una ballena. Para cuando acabasen con ese, esperaba una niña repipi con gorro con dibujo de fresas que no supimos decir qué personaje infantil era, y a falta de personaje infantil, Omar dijo que era yo (grrrrrr). Y también, Patricio, un monstruo morado con cierta forma de estrella de mar pero le faltaban brazos para serlo. Casi parecía más los tentáculos de Day of the Tentacle. El malvado tentáculo púrpura...
Eran enormes, me llegaban por encima de la cintura. En este país el negocio de las piñatas es grande. No hay cumpleaños infantil que se precie sin una. Normalmente del personaje favorito del niño o, en su defecto, del que esté en oferta. Las fiestas de cumpleaños, se llaman, pues, piñatas.
Con los niños más pequeños, se les da un palo y que intenten pegarle. El caso es que la piñata está atada a una cuerda que pasa por una polea y algún adulto la sube, baja y balancea tratando de ponerla fuera del alcance de los niños. Con los mayores, se les vendan los ojos y se hace lo mismo. Lo único es que se les van dando indicaciones, para que no le de a nadie y para que no de palos de ciego (nunca mejor dicho) todo el rato. Pero las indicaciones se tienen que dar justo al revés. Si tiran de la cuerda para que suba la piñata, la gente grita: abajo!. Si la sueltan y ésta baja, se grita: ¡arriba!. Y así se trata de confundir al otro. Con las leches que meten, seguro que en más de una ocasión ha salido algún niño lesionado.
Pagaron a un tipo que hacía de payaso. Algún niño le tenía miedo y lloraba y lloraba. Seguro que os resulta familiar a más de uno. El niño que más miedo le tenía, Luisito, acabó por perdérselo y al final de la fiesta era el que más corría de un lado a otro, desgastando las energías que el resto de los niños habían gastado a lo largo de toda la tarde.
El payaso empezó por hacer pintacaritas mientras llegaba todo el mundo al cumpleaños. Se supone que era para los niños, pero vi al primero con la cara de Spiderman en el dorso de la mano y molaba taaanto... Que no pude evitar el ponerme a la cola para que me hiciese una SuperNena. Bueno, que aquí se llaman Las Chicas Súperpoderosas. Mucho más chulo el nombre nuestro, vamos, dónde va a parar. Tuve que averiguar que la que yo quería, Cactus, se llama aquí Bellota, un nombre mucho más casto y basto. Y no creáis que el payaso se negó a hacérmela por medir más del doble que cualquiera de los niños que hacían cola. Yo era la única que llevaba su tatuaje en el bíceps, jejeje.
Entre los muchos juegos que hizo el payaso, para dar regalos a las niñas (en los juegos en conjunto siempre ganaban los niños), las sacó a bailar y dijo que la que más se moviese, ganaría. Primero, nos costó un triunfo encontrar algo con lo que pudiesen bailar. Los DJs estábamos desesperando al público. Por fin, encontramos lo adecuado (ejem): El venao, le dimos volumen y... Las niñas no se movían. Así que desde mi puesto, detrás de la ventana, en el interior de la casa, me puse a bailar para que me viesen y se moviesen ellas. Alguna que me vio, comenzó a moverse un poco, pero nada... Yo quería que ganase MariJose, que siempre pasa a saludarme cuando estoy por allí, así que me salí al portal, medio resguardada pero para que me viese ella y bailase conmigo. Craso error. No fue ella la única que me vio. Me vio el payaso. Y me sacó a bailar, cambiando la regla del juego: tenéis que imitarla a ella.
Claro, yo me meaba de la risa. El único paso que conocía adecuado para la canción, era el de ponerse las manos en la cabeza a la forma de cuernos mientras la canción decía el venao, el venao. Así que creo que eso fue lo único congruente que hice. Porque mezclé vueltas enteras que marearon a las niñas, con pasos de fiebre del sábado noche y meneadas de culo estilo qué hiciste, abusadora (sólo dentro de mi familia entenderán a qué meneadas de culo me refiero).
Eso sí, me aplaudieron muchísimo y para desgracia mía, creo que hasta hay documentos gráficos del ausnto. Dicen que piensan chantajearme. Pero les convencí de que en realidad me daba igual si hacían un póster 2x2 con la foto. Al advertirles dijeron que entonces venderían la foto a Pablo, que seguro que quiere un recuerdo de su novia haciendo los cuernos... Pues segurísimo que sí.
Hubo pastel, refresco, sándwiches, cajitas de piñata y todos los caramelos y juguetitos que cayeron de las piñatas que reventaron. Me llevé parte de todo :P La fiesta acabó hacia las 18.30. Me metí para dentro a hacer no sé qué y al volver todo estaba ya recogido, ni un papel por el suelo.
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