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Desde El Salvador

Sábado 13 de marzo. Misa en la catedral. Trámites previos a la llegada de la familia. ¡Felicidades Gerardo!

El embajador de España había organizado una misa en la Catedral a las 10. Lo leí el día anterior en el diario. Así que aunque no soy creyente, asistí. Mi teoría en estos casos es que al muerto, que sí que suele ser creyente, le alegraría saber que estuve en una misa por él. Y en este caso, había 200 personas a las que honrar.
Me acordé de mi abuelo, lo hago siempre que entro en una iglesia. Supongo que porque me dijeron que él quería que rezase de vez en cuando un padrenuestro para él. Y al entrar en las iglesias y ver a toda la gente rezando, me viene a la cabeza aquello.
Estaba el embajador recibiendo a todo el mundo. Como no creí que me fuese a recordar, aunque estuve en su despacho casi una hora, pasé de largo mientras él se daba palmaditas y besos con españoles y salvadoreños que iban llegando. Los españoles, eran ya mayorcitos, de los 40 hacia arriba, exceptuando algunos hijos que llevaban. Pero de mi edad no vi a nadie. O bien no se habían enterado de la misa, o pasaron del tema.
Claro, era oportunidad de oro para hacer campaña. Por allí llegó el presidente con su esposa (aunque dicen que de cristiano tiene menos que yo todavía, me han dicho incluso que es Hare Chrisna o como leches se escriba eso) y el candidato de ARENA con la suya. Por supuesto, estaban todos los medios. Así que me coloqué en una discreta esquinita en un banco vacío. Aunque llegó una pareja que se colocó a mi lado. ¿Cómo supe que el tipo era del FMLN? Pues su cara no me sonaba de nada. Pero la misa tardaba en comenzar, eran las 10.10 y llegó el presi. Entonces el tipo de al lado dijo “aahh, claro, por eso estaban esperando” Y me fijé en él y llevaba un pin del partido en la solapa. Algún periodista se acercó a hablar con él, pero poco, todas las cámaras estaban centradas en el embajador y la gente con la que hablaba.
La misa me resultó bastante emotiva. Sí, lo reconozco, armé un escándalo sorbiéndome los mocos. No se me había ocurrido llevar un pañuelo y sobre todo el discurso final del embajador, me dejó hecha trizas. Sin embargo, aunque llamé la atención por la llorera, nadie se me acercó a decirme nada. “Tenían que ser españoles”. Y pijos. Oye, que renuncio a lo de ser esposa de diplomático. Que todas aquellas personas seguro que trabajan en la embajada. Y si tengo que ser tan terriblemente pija para poder encajar... Renuncio.
Después de la misa, fui en busca del “carro” que vamos a alquilar en la visita de mis padres y Pablo. Tomé la ruta 22, el conductor amablemente me indicó dónde debía bajarme y llegué al sitio. Previamente había hablado por teléfono para ver si podía ver el carro. No había problema. Un Suzuki 4x4 Sidekick. O algo así. Del año 97. Podría tener más maletero para que pudiésemos meter todo lo que teníamos que meter, pero tenía muy buena pinta.
Tuve que dejar un depósito de 1000$, que para colmo tuve que partir en dos, porque la tarjeta no me admitía más. Así que dejé 600$ cargados a la cuenta de mi padre y 400$ a la mía. Por lo menos es sólo un depósito y no se llega a pagar, bufff. Dejé los datos para que me hiciesen un permiso con un abogado para poder salir del país con el auto.
Tocaba hacer una visita al hotel en el que pensaba hospedarme. Hotel Panamericano, en el mismo centro de la ciudad. Tanto, que el mercado de artesanías está pegadito a él. Qué bien, no hay que caminar mucho para comprar recuerdos.
El recepcionista daba miedo. Pablo me entenderá cuando le diga que en cierto modo me recordaba a cierto profesor suyo de sociología, de aspecto infame. Tenía además una pinta de pervertido... Que me extrañó que no me hubiese preguntado si quería alquilar los cuartos por horas.
No sé si en España se hace, pero aquí puedes alquilar los cuartos “por ratos”, ya imagináis para qué carajo quieres un cuarto para “un ratito no más”. En uno de los hoteles a los que llamé, me preguntaron eso. Les dije que quería alquilar un cuarto y que quería saber los precios y me preguntó que si por un rato o por noche. Jo, cuando te dicen eso se te quitan las ganas de ir a conocer el sitio.
El hotelito tenía un patio simple, pero acogedor. En el patio había dos tipos, altos, rubios, guapos y sonrientes a los que el recepcionista les dijo “es española”. Fui a ver las dos habitaciones que tenían cama doble. Nada maravilloso, la verdad. Los cuartos de baño dejan tanto que desear como el resto de cuartos de baño que he usado en este país. Sobre todo en cuestión duchas: siempre con agua fría, muchas veces sin cortina (como este caso) y el chorro no se puede orientar. Yo ya estoy más que acostumbrada, a ver cómo se lo toman los visitantes, jejeje.
Tenían TV y aire acondicionado, lo que por un precio de 15$ está muy bien. A ver si es tranquilo... y si no... para eso llevo mis tapones para los oídos siempre conmigo (Pablo, tráeme de repuesto, de los de gomaespuma, y tráete un par para ti también).
Después de ver las habitaciones, me puse a charlar con los rubios. Un alemán y un suizo. Pensando que hablan español, me pongo a contarles que conozco sus países y blablabla, como el que más seguía la conversación era el alemán, me dirigía a él. Yo que sé cuántas cosas le solté antes de que me dijese: ¿hablas inglés? Es que mi español no es muy bueno. Pero el tipo no había dejado de sonreír un solo momento. Al menos el suizo sí que me entendía todo. Los acompañé hasta la calle donde tomaron un taxi. Iban a la playa a pasar una semanita por allí. No me enteré de qué carajo hacían en el país, pero he deducido que están viajando por las Américas, sólo turisteando. No creo que fuesen voluntarios ni nada así.
Fui a comprar algunos artículos de primera necesidad (cereales para el desayuno, un gatorade, un danup, un litro de leche UHT ¡no en polvo!...). Según salía de la tienda, pensé en lo útil que era mi neverita de Correos, pues así podría mantener mi Gatorade frío hasta la hora de beberlo. Resulta que me he traído conmigo uno de mis tesoros: en la vuelta ciclista, Correos regalaba unas de estas bolsitas aislantes, amarillas, de publicidad. Me costó sangre, sudor y lágrimas conseguirla. No porque fuese difícil, sino porque tenía que hacerlo de forma que Pablo no se avergonzase de mí. Y mantener la compostura entre un puño de gente que se abalanza sobre las neveritas es difícil, lo aseguro.
El caso es que la neverita me mantiene el agua helada hasta el final del día. Helada de verdad. Y en este clima. Así que podéis imaginar cómo la añoraba yo con los calores que hacían. ¿Y por qué tantísimo rollo con la neverita? Porque, os lo juro, la invoqué o algo así. Según salgo de la tienda pensando en estas cosas, aparece una señora gritando: “¡cachada! ¡Bolsas impermeables a dólar!” Y he ahí cuando veo que la señora está vendiendo bolsas térmicas como la mía. Pero es que, no es sólo que fuesen “como” la mía. Es que eran exactamente la misma. Amarillas y con la publicidad de Correos de España.¡Joder qué susto! Se ve que las habían donado y, como muy buena parte de las donaciones, las habían vendido a bajo precio para que se vendiesen en las calles a un precio un poco mayor. El mundo es un pañuelo.
Esto pasó con el aceite “La Española”. No sé si lo he contado ya... El caso es que cuando el huracán Mitch, donaron muchísimas latas de aceite de oliva virgen, de las de 5 litros. Pero estas latas, que estaban destinadas a consumo inmediato y por eso la fecha de caducidad era en breve tiempo, fueron almacenadas en espera de tiempos mejores. Cuando esos tiempos llegaron, las vendieron y así las revenden en la calle, caducadas pero aceite de oliva puro 100%. Claro, el ver latas de “La Española” en la calle, me chocó mucho.
Este es el triste final de muchas de las donaciones que se hacen. Unos pocos se aprovechan, sacan algo de beneficio y unos cuantos más sacan otro tanto revendiendo. Al menos estos últimos trabajan y salen bajo el sol infernal a vender su mercancía, los primeros sólo reciben el dinero sin mover un dedo, cuando deberían haber repartido las donaciones entre la gente pobre.

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