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Desde El Salvador

Martes 9 de marzo-Jueves 11 de marzo. Atentados.

Como siempre, los recuerdos se diluyen con el tiempo... Tengo que anotar las cosas relevantes de cada día.
El viento seguía y con fuerza. Tanta fuerza que el martes amaneció el invernadero grande roto, se había rasgado el plástico del techo de uno de los laterales. Por completo. Mi invernaderito tenía una raja de medio metro, pero nada alarmante de momento, aunque todos estábamos contándole las horas al pobre. Por suerte, nada le pasó.
La rotura del invernadero grande significaba una segura invasión de la maldita mosca blanca y también, la imposibilidad de realizar la polinización correctamente, pues las abejas se podían escapar por el techo tranquilamente.
Por otra parte, un hongo llamado “tizón tardío”, está asolando mi invernaderito. Esta semana registré unas cuantas bajas más. Ya superan la veintena. Y sólo tengo 102 plantas. Ay.
Los chicos hicieron muchas camisas esta semana. Incluso me hicieron una a mí. Bueno, una camiseta de tirantes, bien ajustadita y con los tirantes... Un pelín largos de más. Tuve que meterles un buen tajo y volver a coserlos o la camiseta me iba a colgar por debajo de las tetas. (El Word no reconoce la palabra “tetas” ni “culo”. No sabe de anatomía.)
Pero me queda bien ahora que está arreglada. Me la puse el miércoles para bajar al pueblo, con unos pantalones vaqueros ajustaditos. Mala elección de vestuario para bajar al pueblo, pero quería que la camiseta luciese, que para eso me la habían regalado. Chepe fue el que me la hizo.
En el pueblo, gracias a la camiseta y a los vaqueros, obtuve más atención de la normal. Incluso... Bueno, iba caminando hacia el ciber cuando me crucé con dos chicos por un lado y un señor mayor por el otro. Justo al cruzarme... Plas! Cachete en el culo, pequeño pero sonoro. Me doy la vuelta y soy incapaz de saber quién de los tres ha sido. Eso unido a mi nula capacidad de reacción en estos casos... Pero me quedé mirando a los tres que seguían caminando como si tal cosa. Los miraba con la boca abierta, sin acabar de creerme el descaro. En esto que uno de los chicos se da la vuelta a mirarme. Tate, ahí lo tengo, pero ya iba lejos, así que mascullo un “hijo de puta” y vuelvo a mi camino todavía asombrada del morro que tiene esta gente.
El ciber no funcionaba, Telecom estaba de reparaciones. Usé el teléfono del ciber para que mi padre me llamase (llamé primero con tarjeta prepagada) y luego para que lo hiciese Pablo. El pc seguía sin funcionar así que subí una hora antes, estupendo porque así pude encontrarme con Humberto que había llegado de visita para inspeccionar el invernadero roto. “Sólo recibimos malas noticias del CEDEFAR”, eso le habían dicho a Luis cuando llamó el martes. Como si fuese culpa suya que el viento soplase tan fuerte. El caso es que en San Salvador no soplaba y por eso no se lo terminaban de creer.
La siembra de sandías va viento en popa. Ya las riegan y están creciendo las plantitas. Yummy, sandía en mayo. Me pondré las botas. Aunque eso pensaba con los mangos. Pero es que tampoco me atrae tanto el mango.
Ahora con el viento, cientos de mangos cayeron al suelo, aún verdes. Hay que ir con cuidado para no tropezar y deslizarse con ellos, en más de una ocasión casi me la pego.
Esta semana también estaban los de carpintería. Se ponían celosos porque a los estudiantes sí que les hacía caso y a ellos no. Les tomé una foto con las máquinas de costura y ellos querían que les tomase una foto con los útiles de capintería.
En la hora de la comida, me acerqué a Pablo (uno de los estudiantes) a decirle algo y por allí estaba uno de los de carpintería. Me dice Pablo: “éste quiere platicar con usted”. Y yo le dije, sin mirar siquiera al otro: “pues dile que no sea tan grosero”.
Un día, lavando los platos, se acercó uno de los de carpintería a lavarse las manos y hablar conmigo: “¿verdad que molestan?, pero son sólo tres los que lo hacen”. Yo le dije que me daba igual cuántos fuesen, que yo los ignoraba a todos por igual , ya que el resto reían las gracias. Se acercó Luis y el otro seguía dando argumentos: “pero verdad que lo que deberían hacer es venir de uno en uno y no todos a la vez?”. JAJAJAJA. Yo no podía aguantarme la risa. Ese era exactamente el argumento que les había dado Luis la semana anterior. Y lo soltó así, como si fuese una genialidad suya. Y Luis al lado, yo lo miraba y me partía. Tuve que alejarme de allí para no herir demasiado la sensibilidad del chico.
Y el jueves... Bueno, fue un día muy triste. Luis en lugar de darme los buenos días me dijo: “Hoy estás de luto, Tirma”. Estaban viendo la televisión. Normalmente por las mañanas nunca está encendida, pero se había quedado fuera la noche anterior (se guarda todas las noches) y la habían encendido. Así que pude enterarme a primera hora.
Fue un agobio porque en principio ni salían imágenes ni daban datos concretos. Sólo hablaban de ataque terrorista en Madrid. Pregunté a estos y no supieron decirme si había sido en el Metro. Lo pasé muy mal. Luego vi imágenes de unos trenes de cercanías. Madre mía, pero qué sensacionalistas. No daban casi datos pero imágenes, todas las posibles y las repetían una y otra vez.
Se me saltaban las lágrimas a medida que me iba enterando de los datos. “En ese tren íbamos todos”. Y más de una vez he ido realmente en alguno de esos trenes, el de El Pozo, que venía de Guadalajara. Recordé a todos mis compañeros y antiguos compañeros que normalmente toman el tren en Guada para ir a Madrid a la universidad. Y menos mal que el día anterior me había dicho Pablo que había huelga. Así que probablemente no hubiesen ido a clase.
Fue un día lleno de angustia, dolor y rabia. Muchísima rabia. Aquí los telediarios decían que había sido ETA, sólo a última hora del día dijeron como hipótesis lo de Al-Qaeda. Pero me daba igual unos u otros. No pude más que repetir cada vez que veía alguna imagen: “hijos de puta”.
Que mi familia estaría bien, lo tenía por seguro. A esas horas estarían felizmente durmiendo, así que eso no me preocupó. Me preocupaba el no poder decirles nada, decirles que ya estaba enterada y que suponía que estaban bien. Ya no tenía tarjeta prepagada con la que llamar y tampoco debía bajar al pueblo habiendo bajado el día anterior. De todas formas, para no poder llamar... Ya iría el viernes a San Salvador y me comunicaría con ellos de alguna forma.

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