Sábado 14 de febrero. Boda en Chalatenango.
Bodaaaa, me dijeron que salíamos a las 7.30. A las 7 estaba ya lista, pero como siempre, en esta familia no se sale hasta hora y media después de lo previsto, por lo menos.
Estrené una camisa que me había comprado para la ocasión con pantalones negros. Qué mala elección con el calor que hacía, pero luego tampoco lo pasé tan mal.
Yo me fui en el picachús con Adonay y el Colocho. Teníamos la misión fundamental de recoger la cerveza y el hielo. La fábrica de hielo está al lado de la casa de Alfredo, así que allá fuimos. Aquello molaaaba. Las condiciones higiénicas no eran tan buenas como yo desearía. Aunque los empleados llevaban botas de goma, entraban y salían de la zona desinfectada cada dos por tres, y luego los bloques de hielo se deslizaban por donde habían pisado.
Lo primero fue recoger la cerveza, marca "Barrilito" aunque aquí todas las cervezas vienen del mismo sitio, "La Constancia". Hasta la Coronita se envasa ahí. Las alemanas y americanas ya no, pero las marcas nacionales... Pilsener, Regia... Todas allí.
Nos llevamos 4 barriles con sus correspondientes bombas y cuatro barreños para poner hielo y meter allá los barriles. Pedimos 12 quintales de hielo, que no sé qué cantidad es exactamente, pero salió una montonera. Primero te daban los bloques enteros (25x50x60 cm) y luego los hacían pasar por una máquina que los trituraba y según salía lo metían en bolsones. La máquina estaba muy chula. Primero enganchaba el bloque de hielo y lo hacía subir unos 2m por un plano inclinado que de vez en cuando tenía un saliente que era el que enganchaba el bloque. Después se metía por un canal, que tumbaba el bloque para entrar al triturador. Por último, caía dentro del triturador, se oía un gran ruido y en breve había un enorme chorro de hielo picado cayendo por la parte de abajo.
Acomodamos los barriles dentro de los barreños con hielo, para que cuando llegásemos la cerveza ya estuviese fría. Ya se nos estaba haciendo tarde y "de ribete" nos encargaron que fuésemos a buscar los "picheles" (las jarras), que al que se lo habían encargado no le cabía ni uno en el coche. Pensamos que debían ser barreños en vez de picheles...
Fuimos al sitio: "Alquileres Guadalupe". Yo la verdad es que jamás había pensado que unas jarras se pudiesen alquilar, pero está claro que en este país se alquila TODO. El señor mayor (el dueño) que nos atendió me cayó fatal. Ni se quitó los cascos para atendernos y además es un déspota. Nos indicaron dónde estaban los picheles y menos mal que Carlos (Colocho) los contó como tres veces, porque faltaba uno y seguro que nos lo hubiesen cobrado a la vuelta. Por otra parte, estaban llenos de arañas y suciedad, puaj. Por cierto, el tamaño era normal, pero venían en cajas de cartón. Aunque había alguna caja que seguro que le hubiese entrado en el coche... El caso era que siempre nos enmarronaban a nosotros. Bueno, en particular a Adonay, a Carlos y a mí era de rebote. A todo esto... Ya no llegábamos para la ceremonia ni de blas.
Por el camino encontramos un atasco, lo que nos faltaba. Pero Adonay, que se cree el rey de la carretera, se salió al arcén y se puso a adelantar por allí. Con un coche pequeñito lo hubiese entendido, pero con el peazo de camioneta que llevábamos... El caso es que logró adelantar un buen trecho, metiéndose en muchos baches, eso sí.
Como total, no íbamos a llegar y la comida no iba a empezar sin la cerveza, paramos un rato por el camino para tomarnos un licuado. Yo de melón, Adonay de guineo y Carlos de naranja con zanahoria (no miento).
Yo me estaba asando de calor en el camino, me daba el sol y se me pegaba la espalda al asiento por todo el sudor. Éstos estaban a puntito de pararse en la cuneta para pinchar la cerveza y saciar su sed. Menos mal que fui con ellos y pude impedirlo.
Cuando llegábamos, encontramos a toda la comitiva que iba en sentido contrario y nos dijeron que los siguiésemos. Justo a tiempo, se acababa de terminar la ceremonia.
Lo primero, servir la cerveza. No entiendo de cerveza, pero creo que los barriles estaban agitadísimos y por eso no lográbamos que saliese más que espuma. Ni con mimo, ni dejando que resbalase, ni nada de nada. Sólo espuma. Cuando ya se logró sacar algo más que no fuese espuma, todos empezaron a servirse un par de vasos de cerveza por cada jarra que llenaban. Como no me gusta la cerveza me dediqué al agua, pero era una tarea más difícil todavía, no veía el agua potable por ningún sitio.
Empezaron a servir la comida: carne asada con arroz y chimol (muy insípido, por cierto). Alfredo nos insistía en que dejásemos de comer arroz y que les pidiésemos a los que asaban la carne un buen trozo a cambio de cerveza. Vaya si aceptaron... Yo no tenía mucha hambre, pero alguno se puso de carne hasta arriba. Como siempre, la carne de vaca dejó restos entre los dientes de todo el mundo. Se necesita soga dental para sacarlos.
Yo me fui a curiosear el lugar. Había baile en la otra zona así que fui allá. Con cuidado porque me habían dicho que el Chele andaba por algún lado y yo no quería encontrármelo. Pero me encontré con Omar, otro primo de la familia, que insistió en sacarme a bailar y llamaba a un amigo que yo no veía. Claro... Debí suponerlo. Omar trabaja en el Canal 52 y le habían encargado que grabase la boda. Estaba llamando a su amigo el cámara. Qué corte más grande. Ahora todo el mundo se podrá dar cuenta de que realmente no sé bailar. Imagino a Érika pasando las imágenes a cámara lenta para regocijarse.
Cuando volví donde estos, cada uno tenía una jarra entera de cerveza para si. Me senté con ellos hasta que... Vino el Chele. -Hombre, cuanto tiempo, Tirma.-Ah, sí, mucho.-No nos hemos visto nada.-Ya... Y me dediqué a hablar con esta gente para ver si salía del atolladero. Logré arrastrarlos a todos a la pista de baile, Marta y Cecile ya tenían ganas de dar un paseo o algo.
Éramos el centro de atención de la fiesta, ni la novia ni nada... Los extranjeros. Encima como no conocemos a nadie, la vergüenza la dejamos atrás y hacemos el mono de lo lindo. Pararon el baile un rato y volvieron a sus cervezas, pero luego volvimos porque iban a lanzar el ramo y el liguero (no sé cómo se llama aquí, pero creo que no dijeron eso).
Las chicas nos colocamos para recibir el ramo. Mario amenazó a Marta para que no lo cogiese aunque le cayese en la cabeza. Yo sin embargo estaba dispuesta a luchar por él, me convertí en una más de aquellas hienas hambrientas que esperan que el león acabe con la presa para poder ir a robar algún deshecho. Así era el ambiente... La novia hizo como mil tiros de mosqueo y se adivinaba la tensión. Cuando por fin lo lanzó (muy lejos de mi alcance así que ni me moví al final) las hienas de alrededor se lanzaron unas sobre otras. Dicen (es que no lo pude ver con tanta gente enmedio) que en realidad lo había cogido una pero otra se lo arrebató de las manos.
Luego el turno de los chicos. El novio caminó de rodillas unos tres metros, se las apañó como pudo para levantar el vestido de la novia (que estaba sentada) con la boca y meter su cabeza por debajo y luego suponemos que se dedicó a quitarle el liguero (siempre con la boca). Lo logró y se dispuso a lanzarlo. Muchas ganas de matrimonio no tenían nuestros chicos porque se colocaron al final del todo y casi ni miraron cuando lo lanzó.
Oh, el pastel, tocaba el pastel. Cometí el error de acercarme a verlo. Ni me había dado cuenta de que el Chele andaba por allí. Me preguntó si podía hacerse una foto conmigo y le dije que no. -¿Por qué no?.-Porque no y ya. Menos mal que en ese momento llegó Omar a salvarme, me agarró del brazo y dijo: "Chele, NO, déjala en paz" (juas, casi como si fuese un perro "Toby, no! Eso no se hace") y se me llevó aparte. Por desgracia ni por esas logré librarme de él.
Después de luchar por un trozo de pastel (¿he comentado que en este país la gente es tan maleducada como yo? Me siento en mi salsa) descubrimos que habían robado (aquí dirían "se habían robado") la reserva secreta de cerveza. Habría que buscar otra cosa que hacer. Por suerte volvió a sonar la música y esta vez a ritmo de rock & roll, así que corrimos allí a desmelenarnos como tenía que ser.
Cerramos el baile del todo, éramos los únicos pidiendo "oootra, ooootra" y la gente que quedaba ni hablaba, sólo nos miraba. Decidimos que ya que se había terminado la música, lo mejor sería ir a buscar a los mariachis para cantar con ellos.
Los mariachis estaban en la única mesa que quedaba con gente, el resto se había ido ya. Descubrí que no tengo ni idea de rancheras ni de canciones mejicanas, por mucho cielito lindo y allá en el rancho grande que me sepa. Pero para alegrarme la fiesta no me hacían falta mariachis, con el Chele que quería hablar conmigo bastaba.
Primeramente me presentó a su primo Marvin. Más lelo que él si cabe. Y allí nos dejó a solas hablando. Como tonta no soy, metí en la conversación a la pobre Cecile y a la primera de cambio la dejé a solas con él. Qué coñazo de hombre.
Pero el Chele volvió al ataque: -¿por qué no te caigo bien?.-Porque eres un PESADO.-(risas) ¿Un pesado?¿Por qué? Si sólo quiero que vayamos un día los dos a cenar.-Mira... No sé en tu cultura, pero en la mía una cena de dos es una cita. Y no quiero ir a cenar contigo.- Pues a comer....- Que no, que pesado. En estas llegó otro primo del Chele diciendo: -Mira, este hombre es un buen tipo, yo te lo recomiendo...-Tú mejor te callas porque en este momento le estoy diciendo lo pesado que es y encima llegas tú a dar coba... Es que hay que joderse. Se largó con el rabo entre las piernas.
Y Edwin (así se llama el Chele) seguía con lo mismo. -Pues un día voy al CEDEFAR y comemos juntos. - A ver... Que NO. Que no quiero comer contigo a solas. -Pues no a solas, con todo el mundo. - Pero que no vayas por el CEDEFAR, tú que sabes si ese día tengo trabajo o he salido o qué, no hay forma de saberlo porque no hay teléfono. NO vayas por el CEDEFAR.
A todo esto, Adonay se estaba riendo del Chele... Edwin lo agarró por banda y me dijo: ¿Y él? Con el sí que vas al concierto, no?-Pues sí, con él y con Óscar y con Alberto. No es ninguna cita, es salir con los amigos, porque esa es la diferencia, él es un amigo y tú no. Claro, se quedó planchado. Y por favor... Espero que le haya quedado claro del todo de una vez por todas. No lo entiendo... De veras que no lo entiendo. Alfredo y familia se habían marchado a las piscinas y decidí dirigirme allí, ya se venía todo el mundo.
Piscinas... Con el agua tibia, un peazo de tobogán enorme, con saltitos... Y yo no tenía bañador. Alicia me dijo que me lo había recordado el día anterior, pero juro que no recuerdo nada de eso, supongo que no la oí. Marta también se moría de ganas. Nos resignamos a mojar los pies en el agua. Marta se quitó las sandalias y se arremangó el vestido. Yo los zapatos y los calcetines y arremangué los pantalones. Pero claro... Los efluvios de la cerveza flotaban en el aire y los chicos se creían muy, pero que muy graciosos... Efectivamente, del bordillo de la piscina pasamos al interior, con toda la ropa. Qué cabrones. La verdad es que el agua estaba de muerte y ya que estábamos dentro aprovechamos para nadar con la ropa y todo. Marta se quitó el vestido y se quedó en ropa interior. Yo me quité la camisa y me quedé en sujetador, pero llevaba un tanga y NO pensaba quitarme los pantalones. El resto empezó a quitarse la ropa y en calzones se tiraron al agua. Menos Adonay que siempre se baña con camiseta, supongo que porque le da vergüenza estar tan delgado. Cecile al final se quitó los pantalones y se tiró al agua con camiseta y bragas. Vaya espectaculo.
Teníamos las piscinas casi para nosotros solos. Alfredo y Alicia se partían con nosotros. Cuando fuimos al tobogán ya fue la leche. Qué divertido! Subimos un montón de veces, yo paré cuando decidí salir del agua para secar un poco los pantalones... Pero el resto se fue a un trampolín en el que casi se dejan la cabeza en más de una ocasión.
Llegaba la hora de irse y yo seguía calada. Menos mal que Mario me dejó una camiseta y al menos iba seca por arriba.
No fuimos directamente a San Salvador, sino que fuimos a casa de un familiar de por allí cerca donde nos dieron una pequeña cena y nos quedamos charlando. La casa era muy bonita, con un patio interior con plantas frondosas, una original distribución y hasta tenía cierto gusto en la decoración, cosa que por el momento nunca he visto en las casas de por aquí. Pero se notaba (y mucho) que allí llegaba pisto de EEUU.
El viaje de vuelta lo hice medio durmiendo en el asiento trasero del jeep y casi empalmé el sueño al llegar a casa, a esas horas los pantalones estaban casi casi secos.
Estrené una camisa que me había comprado para la ocasión con pantalones negros. Qué mala elección con el calor que hacía, pero luego tampoco lo pasé tan mal.
Yo me fui en el picachús con Adonay y el Colocho. Teníamos la misión fundamental de recoger la cerveza y el hielo. La fábrica de hielo está al lado de la casa de Alfredo, así que allá fuimos. Aquello molaaaba. Las condiciones higiénicas no eran tan buenas como yo desearía. Aunque los empleados llevaban botas de goma, entraban y salían de la zona desinfectada cada dos por tres, y luego los bloques de hielo se deslizaban por donde habían pisado.
Lo primero fue recoger la cerveza, marca "Barrilito" aunque aquí todas las cervezas vienen del mismo sitio, "La Constancia". Hasta la Coronita se envasa ahí. Las alemanas y americanas ya no, pero las marcas nacionales... Pilsener, Regia... Todas allí.
Nos llevamos 4 barriles con sus correspondientes bombas y cuatro barreños para poner hielo y meter allá los barriles. Pedimos 12 quintales de hielo, que no sé qué cantidad es exactamente, pero salió una montonera. Primero te daban los bloques enteros (25x50x60 cm) y luego los hacían pasar por una máquina que los trituraba y según salía lo metían en bolsones. La máquina estaba muy chula. Primero enganchaba el bloque de hielo y lo hacía subir unos 2m por un plano inclinado que de vez en cuando tenía un saliente que era el que enganchaba el bloque. Después se metía por un canal, que tumbaba el bloque para entrar al triturador. Por último, caía dentro del triturador, se oía un gran ruido y en breve había un enorme chorro de hielo picado cayendo por la parte de abajo.
Acomodamos los barriles dentro de los barreños con hielo, para que cuando llegásemos la cerveza ya estuviese fría. Ya se nos estaba haciendo tarde y "de ribete" nos encargaron que fuésemos a buscar los "picheles" (las jarras), que al que se lo habían encargado no le cabía ni uno en el coche. Pensamos que debían ser barreños en vez de picheles...
Fuimos al sitio: "Alquileres Guadalupe". Yo la verdad es que jamás había pensado que unas jarras se pudiesen alquilar, pero está claro que en este país se alquila TODO. El señor mayor (el dueño) que nos atendió me cayó fatal. Ni se quitó los cascos para atendernos y además es un déspota. Nos indicaron dónde estaban los picheles y menos mal que Carlos (Colocho) los contó como tres veces, porque faltaba uno y seguro que nos lo hubiesen cobrado a la vuelta. Por otra parte, estaban llenos de arañas y suciedad, puaj. Por cierto, el tamaño era normal, pero venían en cajas de cartón. Aunque había alguna caja que seguro que le hubiese entrado en el coche... El caso era que siempre nos enmarronaban a nosotros. Bueno, en particular a Adonay, a Carlos y a mí era de rebote. A todo esto... Ya no llegábamos para la ceremonia ni de blas.
Por el camino encontramos un atasco, lo que nos faltaba. Pero Adonay, que se cree el rey de la carretera, se salió al arcén y se puso a adelantar por allí. Con un coche pequeñito lo hubiese entendido, pero con el peazo de camioneta que llevábamos... El caso es que logró adelantar un buen trecho, metiéndose en muchos baches, eso sí.
Como total, no íbamos a llegar y la comida no iba a empezar sin la cerveza, paramos un rato por el camino para tomarnos un licuado. Yo de melón, Adonay de guineo y Carlos de naranja con zanahoria (no miento).
Yo me estaba asando de calor en el camino, me daba el sol y se me pegaba la espalda al asiento por todo el sudor. Éstos estaban a puntito de pararse en la cuneta para pinchar la cerveza y saciar su sed. Menos mal que fui con ellos y pude impedirlo.
Cuando llegábamos, encontramos a toda la comitiva que iba en sentido contrario y nos dijeron que los siguiésemos. Justo a tiempo, se acababa de terminar la ceremonia.
Lo primero, servir la cerveza. No entiendo de cerveza, pero creo que los barriles estaban agitadísimos y por eso no lográbamos que saliese más que espuma. Ni con mimo, ni dejando que resbalase, ni nada de nada. Sólo espuma. Cuando ya se logró sacar algo más que no fuese espuma, todos empezaron a servirse un par de vasos de cerveza por cada jarra que llenaban. Como no me gusta la cerveza me dediqué al agua, pero era una tarea más difícil todavía, no veía el agua potable por ningún sitio.
Empezaron a servir la comida: carne asada con arroz y chimol (muy insípido, por cierto). Alfredo nos insistía en que dejásemos de comer arroz y que les pidiésemos a los que asaban la carne un buen trozo a cambio de cerveza. Vaya si aceptaron... Yo no tenía mucha hambre, pero alguno se puso de carne hasta arriba. Como siempre, la carne de vaca dejó restos entre los dientes de todo el mundo. Se necesita soga dental para sacarlos.
Yo me fui a curiosear el lugar. Había baile en la otra zona así que fui allá. Con cuidado porque me habían dicho que el Chele andaba por algún lado y yo no quería encontrármelo. Pero me encontré con Omar, otro primo de la familia, que insistió en sacarme a bailar y llamaba a un amigo que yo no veía. Claro... Debí suponerlo. Omar trabaja en el Canal 52 y le habían encargado que grabase la boda. Estaba llamando a su amigo el cámara. Qué corte más grande. Ahora todo el mundo se podrá dar cuenta de que realmente no sé bailar. Imagino a Érika pasando las imágenes a cámara lenta para regocijarse.
Cuando volví donde estos, cada uno tenía una jarra entera de cerveza para si. Me senté con ellos hasta que... Vino el Chele. -Hombre, cuanto tiempo, Tirma.-Ah, sí, mucho.-No nos hemos visto nada.-Ya... Y me dediqué a hablar con esta gente para ver si salía del atolladero. Logré arrastrarlos a todos a la pista de baile, Marta y Cecile ya tenían ganas de dar un paseo o algo.
Éramos el centro de atención de la fiesta, ni la novia ni nada... Los extranjeros. Encima como no conocemos a nadie, la vergüenza la dejamos atrás y hacemos el mono de lo lindo. Pararon el baile un rato y volvieron a sus cervezas, pero luego volvimos porque iban a lanzar el ramo y el liguero (no sé cómo se llama aquí, pero creo que no dijeron eso).
Las chicas nos colocamos para recibir el ramo. Mario amenazó a Marta para que no lo cogiese aunque le cayese en la cabeza. Yo sin embargo estaba dispuesta a luchar por él, me convertí en una más de aquellas hienas hambrientas que esperan que el león acabe con la presa para poder ir a robar algún deshecho. Así era el ambiente... La novia hizo como mil tiros de mosqueo y se adivinaba la tensión. Cuando por fin lo lanzó (muy lejos de mi alcance así que ni me moví al final) las hienas de alrededor se lanzaron unas sobre otras. Dicen (es que no lo pude ver con tanta gente enmedio) que en realidad lo había cogido una pero otra se lo arrebató de las manos.
Luego el turno de los chicos. El novio caminó de rodillas unos tres metros, se las apañó como pudo para levantar el vestido de la novia (que estaba sentada) con la boca y meter su cabeza por debajo y luego suponemos que se dedicó a quitarle el liguero (siempre con la boca). Lo logró y se dispuso a lanzarlo. Muchas ganas de matrimonio no tenían nuestros chicos porque se colocaron al final del todo y casi ni miraron cuando lo lanzó.
Oh, el pastel, tocaba el pastel. Cometí el error de acercarme a verlo. Ni me había dado cuenta de que el Chele andaba por allí. Me preguntó si podía hacerse una foto conmigo y le dije que no. -¿Por qué no?.-Porque no y ya. Menos mal que en ese momento llegó Omar a salvarme, me agarró del brazo y dijo: "Chele, NO, déjala en paz" (juas, casi como si fuese un perro "Toby, no! Eso no se hace") y se me llevó aparte. Por desgracia ni por esas logré librarme de él.
Después de luchar por un trozo de pastel (¿he comentado que en este país la gente es tan maleducada como yo? Me siento en mi salsa) descubrimos que habían robado (aquí dirían "se habían robado") la reserva secreta de cerveza. Habría que buscar otra cosa que hacer. Por suerte volvió a sonar la música y esta vez a ritmo de rock & roll, así que corrimos allí a desmelenarnos como tenía que ser.
Cerramos el baile del todo, éramos los únicos pidiendo "oootra, ooootra" y la gente que quedaba ni hablaba, sólo nos miraba. Decidimos que ya que se había terminado la música, lo mejor sería ir a buscar a los mariachis para cantar con ellos.
Los mariachis estaban en la única mesa que quedaba con gente, el resto se había ido ya. Descubrí que no tengo ni idea de rancheras ni de canciones mejicanas, por mucho cielito lindo y allá en el rancho grande que me sepa. Pero para alegrarme la fiesta no me hacían falta mariachis, con el Chele que quería hablar conmigo bastaba.
Primeramente me presentó a su primo Marvin. Más lelo que él si cabe. Y allí nos dejó a solas hablando. Como tonta no soy, metí en la conversación a la pobre Cecile y a la primera de cambio la dejé a solas con él. Qué coñazo de hombre.
Pero el Chele volvió al ataque: -¿por qué no te caigo bien?.-Porque eres un PESADO.-(risas) ¿Un pesado?¿Por qué? Si sólo quiero que vayamos un día los dos a cenar.-Mira... No sé en tu cultura, pero en la mía una cena de dos es una cita. Y no quiero ir a cenar contigo.- Pues a comer....- Que no, que pesado. En estas llegó otro primo del Chele diciendo: -Mira, este hombre es un buen tipo, yo te lo recomiendo...-Tú mejor te callas porque en este momento le estoy diciendo lo pesado que es y encima llegas tú a dar coba... Es que hay que joderse. Se largó con el rabo entre las piernas.
Y Edwin (así se llama el Chele) seguía con lo mismo. -Pues un día voy al CEDEFAR y comemos juntos. - A ver... Que NO. Que no quiero comer contigo a solas. -Pues no a solas, con todo el mundo. - Pero que no vayas por el CEDEFAR, tú que sabes si ese día tengo trabajo o he salido o qué, no hay forma de saberlo porque no hay teléfono. NO vayas por el CEDEFAR.
A todo esto, Adonay se estaba riendo del Chele... Edwin lo agarró por banda y me dijo: ¿Y él? Con el sí que vas al concierto, no?-Pues sí, con él y con Óscar y con Alberto. No es ninguna cita, es salir con los amigos, porque esa es la diferencia, él es un amigo y tú no. Claro, se quedó planchado. Y por favor... Espero que le haya quedado claro del todo de una vez por todas. No lo entiendo... De veras que no lo entiendo. Alfredo y familia se habían marchado a las piscinas y decidí dirigirme allí, ya se venía todo el mundo.
Piscinas... Con el agua tibia, un peazo de tobogán enorme, con saltitos... Y yo no tenía bañador. Alicia me dijo que me lo había recordado el día anterior, pero juro que no recuerdo nada de eso, supongo que no la oí. Marta también se moría de ganas. Nos resignamos a mojar los pies en el agua. Marta se quitó las sandalias y se arremangó el vestido. Yo los zapatos y los calcetines y arremangué los pantalones. Pero claro... Los efluvios de la cerveza flotaban en el aire y los chicos se creían muy, pero que muy graciosos... Efectivamente, del bordillo de la piscina pasamos al interior, con toda la ropa. Qué cabrones. La verdad es que el agua estaba de muerte y ya que estábamos dentro aprovechamos para nadar con la ropa y todo. Marta se quitó el vestido y se quedó en ropa interior. Yo me quité la camisa y me quedé en sujetador, pero llevaba un tanga y NO pensaba quitarme los pantalones. El resto empezó a quitarse la ropa y en calzones se tiraron al agua. Menos Adonay que siempre se baña con camiseta, supongo que porque le da vergüenza estar tan delgado. Cecile al final se quitó los pantalones y se tiró al agua con camiseta y bragas. Vaya espectaculo.
Teníamos las piscinas casi para nosotros solos. Alfredo y Alicia se partían con nosotros. Cuando fuimos al tobogán ya fue la leche. Qué divertido! Subimos un montón de veces, yo paré cuando decidí salir del agua para secar un poco los pantalones... Pero el resto se fue a un trampolín en el que casi se dejan la cabeza en más de una ocasión.
Llegaba la hora de irse y yo seguía calada. Menos mal que Mario me dejó una camiseta y al menos iba seca por arriba.
No fuimos directamente a San Salvador, sino que fuimos a casa de un familiar de por allí cerca donde nos dieron una pequeña cena y nos quedamos charlando. La casa era muy bonita, con un patio interior con plantas frondosas, una original distribución y hasta tenía cierto gusto en la decoración, cosa que por el momento nunca he visto en las casas de por aquí. Pero se notaba (y mucho) que allí llegaba pisto de EEUU.
El viaje de vuelta lo hice medio durmiendo en el asiento trasero del jeep y casi empalmé el sueño al llegar a casa, a esas horas los pantalones estaban casi casi secos.
1 comentario
Raquel -
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