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Desde El Salvador

Sábado 7 de febrero. Playaaaaa.

Pasé la mañana casi sola en la casa, así que aproveché para pasar a ordenador el "programa/horario" que tengo planeado para cuando vengan mis padres y Pablo. Me lo he currado bastante, sólo espero que a mi padre no le parezca mucho conducir.
A las 12.30 fui con Meme y Brenda al súper, donde habíamos quedado con Érika y Ricardo (su novio) para hacer la compra de comida del finde en la playa. Carne para asar, choricitos, agua, aperitivos, tomate, cebolla, pepino... Se nos olvidó el cilantro, cachis. Pagué yo con la tarjeta para que luego la gente me diese el dinero. Pero tengo un cierto problema cultural en este país o algo así, porque sólo recuperé el dinero de Érika, Adonay y Hada Iris. Ni Brenda, ni Meme ni, y me parece más grave, Carlos, un amigo de Meme que yo no conocía de nada. Mira que en el viaje de vuelta le dije: aps, que son 4.20$ de la comida. Dijo algo así como "vale", pero no hizo ni un sólo gesto por darme la pasta y fue el primero que se bajó del coche... Y empiezo a preocuparme... Porque creo que debe haber algo que hago mal. Alexander me debe $30 de la mochila que me encargó de España. En ningún momento ha hecho ni un gesto por devolverme parte siquiera. Y eso que en algún momento se lo he recordado. Por ejemplo, cuando vino Brenda a vender joyas el otro día, él se compró un anillo de $18. Brenda le dijo que tenía que pagar $9 ya y yo bromeé: "ah, claro, a ella si le pagas tus deudas y a mí no, qué bonito". Pero no dijo ni mu. Y yo empiezo a pensar que tal vez doy la sensación de ser "la española que tiene dinero y lo va regalando por ahí". Tengo que hacer una investigación cultural para ver si esto es normal o qué.
Sigamos con el día de playa. Hada Iris llegó con Pábel, su novio, a las 15h. Se supone que íbamos a salir a esas horas, pero siempre es "hora salvadoreña"... bastante más tarde. Pábel no podía venirse por trabajo, pero dijo que tal vez lo intentaba por la tarde.
Fuimos en el coche del padre de Meme, íbamos sentados en el remolque pero al menos tenía techo y no íbamos asoleándonos. Gerardo iba con sus padres en el asiento delantero. No fue muy largo el viaje así que el cuerpo no se me durmió mucho. Una hora o así.
Llegamos al sitio. Lo llaman "rancho", es como una especie de finca con acceso a la playa y en la que hay muchas cabañas, piscinas, algún bar/restaurante y muchas palmeras cocoteras. Encantador. A mí me encantó. El sitio está reservado para empleados del Banco Agrícola (Meme y Carlos) que pueden pedir cabinas por algún día. Así que tampoco está lleno. La playa se llama Costa del Sol.
Nada más llegar a las habitaciones, Hada y yo nos pusimos el bañador para ver el atardecer desde el agua. Intentamos animar a todo el mundo para que vinisese, pero hicimos mal, pues nos perdimos la puesta de sol por ello. Pero aún así, nos metimos en el agua, que estaba calentita. Allí siempre hay olas, y había un poco de corriente hacia un lado. Aunque no cubre hasta bastante dentro, el Pacífico es conocido por sus corrientes traicioneras y hay que andarse con ojo. Sólo nos metimos nosotras dos, el resto se quedó mirando a lo lejos. Pero el baño nos sentó de pm después de habernos asado en el coche.
Más tarde empezamos a hacer la cena: carne asada en la parrilla con chimol (picado de tomate, cebolla y cilantro) y verduras cocidas. También había aguacates y chorizo asado. Delicioso. Cuando vuelva seguro que algún día meto la pata y agarro el filete con las manos como se hace aquí. Ya me imagino la cara de los padres de Pablo si hiciese eso, juaaassss.
Había muucha cerveza y los chicos empezaron a beber un montón mientras nosotras cocinábamos. Es impresionante lo del machismo en esas cosas. En casa de Alfredo, ni él ni Alexander se acercan a la cocina, pero no es tanto eso como el hecho de que se hacen servir la comida en el salón para ver la tele, cuando el resto come en la cocina. Y se quedan sentados hasta que les traen la mesita a los pies y después el plato. Y nunca llevan el plato después al lavadero sino que cualquier otro lo retira. Terrible. Y yo me pongo a pensar en Pablo que me suele hacer la cena cuando me quedo en su casa. Pablo, no quiero a ningún salvadoreño. Bueno, la verdad es que en estas cosas el Colocho es totalmente diferente. Sigo pensando que es el único salvadoreño que merece la pena. Es muy buena persona y muy emocional.
El caso es que cuando llegamos con la comida ya hecha, estos ya estaban bastante borrachos y hablaban (discutían) de fútbol, de la educación del país, del trabajo, en definitiva, de cómo arreglar el mundo. Nosotras desde nuestra mesa los escuchábamos y nos reíamos muuucho.
El más sensato de todos ellos y con diferencia, era Ricardo. Ya le dije a Érika que le daba el visto bueno y mi aprobación para el matrimonio :P. Me lanzó una mirada asesina, jejeje. No, la verdad es que se nota mucho el nivel cultural y de formación que tiene.
Después de la cena, fuimos a dar un paseo y a ver si reuníamos ganas para darnos un baño en la piscina. Había demasiada brisa, así que nos conformamos con meter los pies en el agua tibia y nos pusimos a hablar Hada, Érika, Ricardo y yo. El resto seguía con sus cervezas en la cabaña y Brenda con el niño, que no dio mucho la murga, pero había que estar atento a él.
Más tarde llegó Adonay, pero su compañía no duró mucho pues se tumbó un poco y como estaba un tanto tajado, se quedó dormido al lado de la piscina. Allí lo dejamos durmiendo y pensando que tal vez rodase y se cayese a la piscina, pero que como era la de niños, no se ahogaría. Ya de madrugada Carlos fue a buscarlo para llevarlo a la cama.
Volvimos a la cabaña y nos tumbamos en las hamacas, pero Meme amenazaba con ducharnos con el agua si nos quedábamos dormidos. A Érika y Ricardo los mojó bastante. A mí casi me mata... Estaba yo tan tranquila en mi hamaca cuando llega a mecerme, pero se ve que estaba emocionado y empezó a mecerme demasiado rápido. Yo notaba que estaba a punto de volcarse la hamaca y pedí ayuda a Brenda, a gritos, yo medio muerta de miedo porque Meme estaba demasiado "contento" y a saber si se daba cuenta de lo que estaba haciendo. Me lo hizo otra vez más tarde y ahí ya decidí irme a dormir no sin dejar claro que al que se le ocurriese echarme agua en la cama, le aplicaría la navaja en la región inguinal.
Pues caí rendida, pero me desperté por la noche: por el ruido y por el frío. Por una parte, habían dejado la radio a toda leche y por otra, la puerta abierta. Me levanté para apagar la radio y cerrar la puerta, pero poco me duró, alguien volvió a encenderla... Qué mala noche pasé, no pegué ojo casi y encima amanecí resfriada.

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