Miércoles 19 de noviembre. CEDEFAR y excursión de pesca al río Paz.
Me levanté para la lluvia de estrellas, pero mi gozo en un pozo, estaba nublado, así que a la cama directamente. Amanecí y después de desayunar me puse a escribir la anterior edición de esto.
El plan para este día era ir a pescar cerca de donde vive Sebastián, en el río Paz, que hace de frontera con Guatemala. Nos esperaba un largo viaje: bajar a Cara Sucia, tomar un bus hacia La Hachadura (en la frontera) y allí un pick up que nos dejaría a 2 horas de camino del río.
Fuimos: Lucía, Óscar, Chepe, Sebas, Luis, Eliseo y yo. Vamos, casi todo el personal, dejamos esto a cargo de la cocinera y de Jesús. Como íbamos a pasar la noche allí, yo metí en la mochila las dos almohaditas que "se me había olvidado que llevaba en la mochila cuando salí del avión". Una para mí y la otra para Lucía, que la pobre ya está un poco mayor para dormir en la arena.
Con las prisas, se me olvidó meter algo de manga larga y ni siquiera metí el DNI. Yo pensando que seguro que en La Hachadura me paraba algún poli a pedirme la documentación, y yo sin nada.... Menos mal que no pasó nada.
En Cara Sucia, decidí buscar algo para taparme la cabeza en lo que salía el siguiente bus hacia la frontera. No hubo suerte, sólo tenían pañuelos con calaveras, águilas o la bandera de USA, que se empeñaban en venderhme. Yo quería algo de color claro, para no asarme la cabeza. Lucía mientras ultimaba alguna compra de comida para la cena.
Ya en La Hachadura, nada más salir del bus, un montón de tipos con fajos de billetes en la mano te ofrecían cambiar a quetzales. Lo decían muy bajito, así que no debe ser muy legal, pero el pedazo de fajo que llevaban a la vista cantaba bastante.
Para ir a la frontera hay unos carritos así estilo chino, para dos personas y el conductor pedalea. No debe estar muy lejos la frontera, de momento de allí ya no podían pasar los camiones, había una barrera levadiza en la carretera.
Fuimos al sitio de donde salía el pick up hacia arriba, pero con todo el calor que hacía, mandamos a Chepe y Sebas para que preguntasen a los vecinos que tuviesen pick up si nos subían allí por un precio entre 10 y 12 $. Costó mucho encontrarlo, y mientras esperábamos, compramos guarrerías (galletas, una especie de risquettos, "zumo" de naranja...).
Menos mal que nos llevaron hasta buena parte del camino. Estábamos de foto, sentados en la trasera del pick up, estos tomándose unas cervezas que estaban bastante agitadas (ducha de cerveza de arroz) e intentando no caer en el maldito camino, que estaba fatal.
Por fin bajamos y nos tiramos un buen rato andando. En el lateral del camino corría el agua proveniente de una central Geotérmica de más al norte, había un canal de hormigón, tapado la mayor parte del camino, pero había tramos donde las losetas que tapaban habían desaparecido. El agua estaba calentiiiita. Supongo que además llevaría bastante azufre.
Antes de llegar a la cala donde estaba el padre de Sebas esperándonos, paramos en unas pozas que estaban mejor para bañarse. Antes de nada, pregunté si podía bañarme en bikini, si estaba mal visto. Lucía me dijo que ella se bañaba sin camiseta, así que yo hice lo mismo. Es que ya me daba apuro el ponerme en bañador sin preguntar.
Lucía y Óscar no sabían nadar muy bien, así que no pasaron de la orilla. Nosotros cruzamos el río, así que estuve en Guatemala :P Y sin pasaporte. Sebas había crecido allí, ese sí era buen nadador, y buceador!!!
Hora de irse de la poza. Me puse la toalla por encima y caminamos por la orilla del río. Yo fui descalza hasta que ya no hubo cantos lo suficientemente grandes como para que me entrase el pie entero, momento en el que consideré más adecuado ponerme las chanclas a riesgo de torcerme un tobillo. De todas formas me lo torcí un poco.
El padre de Sebas era como el jefecillo de una gran panda de jóvenes pescadores. Don Antolín se llamaba el hombre. Muy humilde, muy atento, nos agradecía el haber ido allí, cuando en realidad nosotros éramos los invitados. Cierto que íbamos a hablar del CEDEFAR con los jóvenes, para reclutar alumnos para el próximo curso, pero vamos, iban a pescar para nosotros.
Todavía había sol así que ns fuimos a otra poza cercana. Yo no me metí, porque ya tenía el pelo bastante seco y no me apetecía tenerlo mojado por la noche. Además, de camino, Lucía me contaba que este río era muy limpio, que no había ningún pueblo hasta mucho más arriba, que como mucho sólo llegaban aguas negras de algún pueblo... En fin, que se me quitaron las ganas de bañarme de nuevo.
Ya oscureciendo, hicieron una hoguera al lado de la cueva en la que íbamos a dormir. La temperatura era estupenda, soplaba vientecillo del norte, que aquí es el caliente. Y para colmo de la felicidad, no había zancudos. Sólo miles de mosquitos diminutos que llaman "jején" y que si picaban, no me enteré.
A medida que se iba haciendo más oscuro, llegaban más jóvenes, al final había unos 20 o así. También estaba Orlando el cazador, otro tipo más mayor. Ese día había cazado un mapache y nos lo ofrecía para comer. Luis dijo que no, pero de todas formas nos trajeron una pata y la asamos en la hoguera. A todo esto, el mapache está protegido, pero no íbais a esperar que el tipo este respete esas cosas. Vive de ello, así que... Oye, en contra de todas mis creencias ecologistas, lo comí. Estaba de muerte. Tal vez un tanto duro y difícil de masticar, pero muy rico.
No fue el único bicho protegido que el tipo este cazó esa noche. Más tarde él y Sebas se fueron a la otra orilla del río y trajeron un cusuco, una especie de armadillo. Hasta les dejé mi navaja para que lo preparasen, que era la única que cortaba decentemente. Lo comimos al día siguiente en el CEDEFAR. Carne más blanca y alguna zona un poco gelatinosa, pero mucho más tierno aunque con menos sabor. Qué vergüenza, comiendo animales protegidos. Pero no te puedes negar a probarlo, el hombre este ha dedicado sus esfuerzos a complacerte, para que te sientas bien... En fin.
Después del mapache me eché una siesta en la arena, mirando las estrellas en la orilla del río. Muy bucólico todo. Yo pensando en mis cosas, los pescadores alrededor del fuego preparando las redes y Luis saltando al lado porque le atacaban las hormigas.
Lucía me despertó poniéndome frente a la cara un "camarón", aquí a cualquier cosa le llaman camarón. A mi de primeras me pareció un carabinero por lo grande, pero me di cuenta de que debía ser algo así como un cangejo de río, a juzgar por las pinzas que casi agarran mi nariz. Como Lucía era la encargada de hacer la sopa, luego me lo puso a mi en el plato. Estaba ricooo. Me puso un montón de pescado, que luego fui regalando por ahí. Entre que no soy muy amiga de las espinas, no se veía un carajo, había que comerlo con las manos y ardía y que a saber cómo carajo hacen la puñetera sopa... (me dijeron que con agua de pozo, pero seguro que no la hirvieron mucho) Vamos, que no tomé mucho. Me tomé el cangrejo que casi me hace una rinoplastia por venganza, más que nada.
Mientras tomábamos la sopa, tuve la oportunidad de ver una de las cosas más curiosas que haya visto por acá. De documental. Una escorpión "embarazada" (el juego de palabras que hacen con esto es: embarasada-> asada en vara) cargando sus cientos (o eso me parecieron a mí) de crías en el lomo. Un niño de unos 7 años tomó un tizón al rojo vivo de la hoguera y se lo plantó el todo el lomo para matarla a ella y las crías. Me dió un poco de pena, pero también tenía que entender que era un peligro, se estaba paseando entre nosotros. El caso es que al sentir el calor, muchas de las crías bajaron y empezaron a corretear en todas direcciones. Menos mal que me dijeron que no picaban, porque yo tenía 3 en las deportivas. Eran de un cm de largo, las maté por si acaso les daba por subirse por mi entrepierna. Mi instinto asesino está despertando. Tened cuidado cuando vuelva a España.
Luego les contámos a los jóvenes acerca del CEDEFAR y las capacitaciones que ofrecíamos allí. Ellos nos expusieron problemas con la producción que llevan allí a cabo para ver si les podíamos ayudar. Resulta que CARE, una organización norteamericana de "caridad" (por llamarlo de algona forma) les había dado tuberías, bombas de riego, todo un sistema de riego por aspersión, vamos. Pero sin enseñarles a usarlo. Luis se pasa por aquí de vez en cuando para ayudarles y enseñarles estas cosas.
Fuimos a dormir, extendimos un plástico en la arena de la cueva y allí lo intentamos. Intentar porque es bien incómodo aquello. A cada vuelta te despertabas. Y menos mal que tenía la almohada que si no.... Encima, a las 5 am arriba. Esta vez teníamos que caminar, no había pick up que alquilar, y cuanto más temprano, menos sol. Eso sí, dormir junto al río es muy relajante. El murmullo del agua, los animales del bosque que había por encima, la brisa suave y cálida... Hay que repetirlo. Tal vez en diciembre vuelva.
El plan para este día era ir a pescar cerca de donde vive Sebastián, en el río Paz, que hace de frontera con Guatemala. Nos esperaba un largo viaje: bajar a Cara Sucia, tomar un bus hacia La Hachadura (en la frontera) y allí un pick up que nos dejaría a 2 horas de camino del río.
Fuimos: Lucía, Óscar, Chepe, Sebas, Luis, Eliseo y yo. Vamos, casi todo el personal, dejamos esto a cargo de la cocinera y de Jesús. Como íbamos a pasar la noche allí, yo metí en la mochila las dos almohaditas que "se me había olvidado que llevaba en la mochila cuando salí del avión". Una para mí y la otra para Lucía, que la pobre ya está un poco mayor para dormir en la arena.
Con las prisas, se me olvidó meter algo de manga larga y ni siquiera metí el DNI. Yo pensando que seguro que en La Hachadura me paraba algún poli a pedirme la documentación, y yo sin nada.... Menos mal que no pasó nada.
En Cara Sucia, decidí buscar algo para taparme la cabeza en lo que salía el siguiente bus hacia la frontera. No hubo suerte, sólo tenían pañuelos con calaveras, águilas o la bandera de USA, que se empeñaban en venderhme. Yo quería algo de color claro, para no asarme la cabeza. Lucía mientras ultimaba alguna compra de comida para la cena.
Ya en La Hachadura, nada más salir del bus, un montón de tipos con fajos de billetes en la mano te ofrecían cambiar a quetzales. Lo decían muy bajito, así que no debe ser muy legal, pero el pedazo de fajo que llevaban a la vista cantaba bastante.
Para ir a la frontera hay unos carritos así estilo chino, para dos personas y el conductor pedalea. No debe estar muy lejos la frontera, de momento de allí ya no podían pasar los camiones, había una barrera levadiza en la carretera.
Fuimos al sitio de donde salía el pick up hacia arriba, pero con todo el calor que hacía, mandamos a Chepe y Sebas para que preguntasen a los vecinos que tuviesen pick up si nos subían allí por un precio entre 10 y 12 $. Costó mucho encontrarlo, y mientras esperábamos, compramos guarrerías (galletas, una especie de risquettos, "zumo" de naranja...).
Menos mal que nos llevaron hasta buena parte del camino. Estábamos de foto, sentados en la trasera del pick up, estos tomándose unas cervezas que estaban bastante agitadas (ducha de cerveza de arroz) e intentando no caer en el maldito camino, que estaba fatal.
Por fin bajamos y nos tiramos un buen rato andando. En el lateral del camino corría el agua proveniente de una central Geotérmica de más al norte, había un canal de hormigón, tapado la mayor parte del camino, pero había tramos donde las losetas que tapaban habían desaparecido. El agua estaba calentiiiita. Supongo que además llevaría bastante azufre.
Antes de llegar a la cala donde estaba el padre de Sebas esperándonos, paramos en unas pozas que estaban mejor para bañarse. Antes de nada, pregunté si podía bañarme en bikini, si estaba mal visto. Lucía me dijo que ella se bañaba sin camiseta, así que yo hice lo mismo. Es que ya me daba apuro el ponerme en bañador sin preguntar.
Lucía y Óscar no sabían nadar muy bien, así que no pasaron de la orilla. Nosotros cruzamos el río, así que estuve en Guatemala :P Y sin pasaporte. Sebas había crecido allí, ese sí era buen nadador, y buceador!!!
Hora de irse de la poza. Me puse la toalla por encima y caminamos por la orilla del río. Yo fui descalza hasta que ya no hubo cantos lo suficientemente grandes como para que me entrase el pie entero, momento en el que consideré más adecuado ponerme las chanclas a riesgo de torcerme un tobillo. De todas formas me lo torcí un poco.
El padre de Sebas era como el jefecillo de una gran panda de jóvenes pescadores. Don Antolín se llamaba el hombre. Muy humilde, muy atento, nos agradecía el haber ido allí, cuando en realidad nosotros éramos los invitados. Cierto que íbamos a hablar del CEDEFAR con los jóvenes, para reclutar alumnos para el próximo curso, pero vamos, iban a pescar para nosotros.
Todavía había sol así que ns fuimos a otra poza cercana. Yo no me metí, porque ya tenía el pelo bastante seco y no me apetecía tenerlo mojado por la noche. Además, de camino, Lucía me contaba que este río era muy limpio, que no había ningún pueblo hasta mucho más arriba, que como mucho sólo llegaban aguas negras de algún pueblo... En fin, que se me quitaron las ganas de bañarme de nuevo.
Ya oscureciendo, hicieron una hoguera al lado de la cueva en la que íbamos a dormir. La temperatura era estupenda, soplaba vientecillo del norte, que aquí es el caliente. Y para colmo de la felicidad, no había zancudos. Sólo miles de mosquitos diminutos que llaman "jején" y que si picaban, no me enteré.
A medida que se iba haciendo más oscuro, llegaban más jóvenes, al final había unos 20 o así. También estaba Orlando el cazador, otro tipo más mayor. Ese día había cazado un mapache y nos lo ofrecía para comer. Luis dijo que no, pero de todas formas nos trajeron una pata y la asamos en la hoguera. A todo esto, el mapache está protegido, pero no íbais a esperar que el tipo este respete esas cosas. Vive de ello, así que... Oye, en contra de todas mis creencias ecologistas, lo comí. Estaba de muerte. Tal vez un tanto duro y difícil de masticar, pero muy rico.
No fue el único bicho protegido que el tipo este cazó esa noche. Más tarde él y Sebas se fueron a la otra orilla del río y trajeron un cusuco, una especie de armadillo. Hasta les dejé mi navaja para que lo preparasen, que era la única que cortaba decentemente. Lo comimos al día siguiente en el CEDEFAR. Carne más blanca y alguna zona un poco gelatinosa, pero mucho más tierno aunque con menos sabor. Qué vergüenza, comiendo animales protegidos. Pero no te puedes negar a probarlo, el hombre este ha dedicado sus esfuerzos a complacerte, para que te sientas bien... En fin.
Después del mapache me eché una siesta en la arena, mirando las estrellas en la orilla del río. Muy bucólico todo. Yo pensando en mis cosas, los pescadores alrededor del fuego preparando las redes y Luis saltando al lado porque le atacaban las hormigas.
Lucía me despertó poniéndome frente a la cara un "camarón", aquí a cualquier cosa le llaman camarón. A mi de primeras me pareció un carabinero por lo grande, pero me di cuenta de que debía ser algo así como un cangejo de río, a juzgar por las pinzas que casi agarran mi nariz. Como Lucía era la encargada de hacer la sopa, luego me lo puso a mi en el plato. Estaba ricooo. Me puso un montón de pescado, que luego fui regalando por ahí. Entre que no soy muy amiga de las espinas, no se veía un carajo, había que comerlo con las manos y ardía y que a saber cómo carajo hacen la puñetera sopa... (me dijeron que con agua de pozo, pero seguro que no la hirvieron mucho) Vamos, que no tomé mucho. Me tomé el cangrejo que casi me hace una rinoplastia por venganza, más que nada.
Mientras tomábamos la sopa, tuve la oportunidad de ver una de las cosas más curiosas que haya visto por acá. De documental. Una escorpión "embarazada" (el juego de palabras que hacen con esto es: embarasada-> asada en vara) cargando sus cientos (o eso me parecieron a mí) de crías en el lomo. Un niño de unos 7 años tomó un tizón al rojo vivo de la hoguera y se lo plantó el todo el lomo para matarla a ella y las crías. Me dió un poco de pena, pero también tenía que entender que era un peligro, se estaba paseando entre nosotros. El caso es que al sentir el calor, muchas de las crías bajaron y empezaron a corretear en todas direcciones. Menos mal que me dijeron que no picaban, porque yo tenía 3 en las deportivas. Eran de un cm de largo, las maté por si acaso les daba por subirse por mi entrepierna. Mi instinto asesino está despertando. Tened cuidado cuando vuelva a España.
Luego les contámos a los jóvenes acerca del CEDEFAR y las capacitaciones que ofrecíamos allí. Ellos nos expusieron problemas con la producción que llevan allí a cabo para ver si les podíamos ayudar. Resulta que CARE, una organización norteamericana de "caridad" (por llamarlo de algona forma) les había dado tuberías, bombas de riego, todo un sistema de riego por aspersión, vamos. Pero sin enseñarles a usarlo. Luis se pasa por aquí de vez en cuando para ayudarles y enseñarles estas cosas.
Fuimos a dormir, extendimos un plástico en la arena de la cueva y allí lo intentamos. Intentar porque es bien incómodo aquello. A cada vuelta te despertabas. Y menos mal que tenía la almohada que si no.... Encima, a las 5 am arriba. Esta vez teníamos que caminar, no había pick up que alquilar, y cuanto más temprano, menos sol. Eso sí, dormir junto al río es muy relajante. El murmullo del agua, los animales del bosque que había por encima, la brisa suave y cálida... Hay que repetirlo. Tal vez en diciembre vuelva.
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