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Desde El Salvador

Martes 2 de marzo – Miércoles 3 de marzo – Jueves 4 de marzo.

Soy vaga, muy vaga y por eso he perdido la continuidad de los diarios. Ahora, tras una semana, a ver quién se acuerda de qué pasó de extraordinario en esos días...
Para empezar, estaban los estudiantes del nuevo curso, a los que doy matemáticas. Se han incorporado dos chicas más aparte de Glenda: Marixa, que estuvo la semana pasada ayudando en la cocina y Alba, creo que vecina de las otras dos. Así que mi dormitorio estaba más lleno que de costumbre.
Tres chicas, adolescentes, rodeadas de chicos y encima vergonzosas. Los primeros dos días se subían la comida al dormitorio con tal de no comer con el resto de los chicos. A mí me extrañaba que Glenda hiciese eso, cuando la semana que estuvo, se mezclaba con ellos a la perfección. Me dijo que “se le contagiaba la pena”. Qué triste.
Me despertaban bien tempranito con la radio a toda leche. Antes los chicos la ponían también a tope, pero como están en el otro dormitorio, se amortiguaba. Ahora estaba al ladito de mi puerta y hasta mi cama vibraba. Menos mal que sólo fue un par de días.
En las clases de matemáticas ya estamos multiplicando. Lo que más me molesta es que hay algunos que pasan un poco de mí, aunque todavía no he perdido la autoridad. La verdad es que soy un poco seria dando las clases, les hago copiar muchos problemas y me miran con cara de desesperación. Pero es que así practican también la escritura, que hay algunos que tardan siglos para escribir algunas cosas.
Esta semana estuve con el tratamiento desparasitante. Tenía que tomar dos medicinas, cada una dos veces al día, una durante tres días y la otra durante 5. En algún momento me ardía un poco el estómago, pero fue sobre todo cuando se me olvidaba tomarla con el desayuno o la cena y la tomaba una hora después. Ahora tengo mucho cuidado de no tomar ninguna clase de agua que pueda tener parásitos, aunque sé que es inevitable que alguna verdura lavada de la ensalada los lleve.
Como ya no debo tomar frescos y a base de agua es muy aburrido, compré Tang y me hice una buena provisión de fresco artificial. Lo que sí que puedo tomar es la leche de soja. Ah, que no os he contado. Pues aquí hacen su propia leche de soja: ponen las semillas de soja en remojo, les quitan la cáscara, la muelen y la ponen a cocer. Tiene que estar hirviendo unos 15 minutos mientras se retira toda la espuma que se forma, que le da mal sabor. Luego le ponen azúcar y canela. Queda muy rica, aunque se toma caliente y da mucho calor. La suelen hacer para la cena.
Los frescos que suelen hacer aquí los hacen rayando la fruta correspondiente, echándola en agua con hielo y añadiéndole azúcar. Los hacen de mango verde, marañón, carambola, piña y naranja (ésta última la exprimen). Pero si hubiese otras frutas lo harían con esas.
Otra cosa que suelen hacer ellos mismos es el chile. Por chile me refiero, en este caso, a algo parecido al tabasco. Un líquido que pica y se le echa a las comidas. En cada sitio lo hacen diferente, muchas veces hacen salsa de tomate picante, otras repollo y verduras en picante... Aquí hacen una especie de maceración en vinagre de guindillas, cebolla, hierbabuena y otros. Lo que te sirves es normalmente el líquido aunque a mí me gusta la cebollita también. Cada vez que lo hacen es una sorpresa, unas veces queda suave y otras pica a rabiar. Cuando hay un bote nuevo suelo esperar a que alguien lo pruebe primero, jejeje.
Eliseo trajo una película de Cantinflas, “El bolero de Raquel”, para que la viesen los muchachos. Yo no sabía que había un vídeo, pero se ve que lo tienen para poner vídeos educativos y similares. La película triunfó, hubo alguno de ellos que la vio hasta 5 veces en la semana, el resto sólo 3.
Ya terminé 20000 leguas... así que empecé con el resto de los libros que había traído, bastante menos serios. Me terminé un libro del pequeño vampiro en un día, vaya timo, el libro era continuación de otro y era continuado en otro. Vamos, que me enteré de bastante poco. También leí otro muy bonito, “El árbol del erizo”, también para niños, pero un poco más profundo, sobre todo al tener en cuenta que eran cartas que un padre en la cárcel enviaba a sus hijos (cartas reales).
Mis tomates crecen a un ritmo decente, aunque parece ser que el jueves, que yo bajé al pueblo, vinieron el ingeniero Figueroa y Alfredo y a su parecer tengo que aumentar la dosis de fertilizante. Durante el fin de semana que no estuve, la cosa empeoró bastante. Ya hay 12 plantas muertas y muchas de las otras están con bastante hongo. Bueno, no me preocupa mucho, no pensaba vivir de ello y si en los informes tengo que poner que se me mueren las plantas, pues ya está.
Muchos de los tomates necesitan ya tutores. Para quién sea un poco profano en la materia, un tutor es el típico palito al que se ata la planta para que no crezca por los suelos. Lo que pasa es que en tomate en invernadero no se suele usar palitos, sino que se ata una cuerda a la base del tomate y se va enrollando por el tallo a medida que crece, la cuerda cuelga de arriba... Y ya no explico más que sería un pelín complicado.
No sé qué día fue, que me volvieron a comer los zancudos. Últimamente sólo me molestaban con alguna picada ocasional, siempre tengo alguna, pero nada espectacular. Pero esta semana, amanecí con las piernas devoraditas de nuevo.
Tuvimos invasión de hormigas. Hubo un día que llovió y esto se ve que las alteró mucho, pues en esta época no llueve nunca. Así que un gran hormiguero de hormigas negras tomó la cocina. Y los lavaderos. Y los dormitorios de los chicos. Menos mal que el mío no!
Aquello era la marabunta. No se podía pasar a la cocina sin hacer una masacre de hormigas y lo peor es que mordían bien duro, las jodías. Yo fui de noche, no veía el piso y fui a buscar una botella de agua a la refri. Y en chancletas. Vamos, que en un momento tenía decenas de hormiguitas subiéndome por los pies y picándome. Salí volando y me puse a dar saltos en el comedor para que se cayesen. Al menos no se me hincharon mucho las mordidas. Tuve que mandar a Óscar a por agua por mí.
La niña Edith (niña = señora) se pasaba el día fregando el suelo de la cocina a ver si así se iban, pero ni modo. Lo que pasa es que se dieron el gran banquete a base del hormiguero enemigo, de hormigas rojas. Se llevaron todas las larvas y mataron a la mayoría de las adultas. Fue una masacre. También sacaban a las cucarachas de sus escondrijos, la cocina quedó limpia después de aquello.
Yo descubrí un grupito de las hormigas rojas que se habían logrado escapar. Estaban agazapadas, todas juntitas, protegiendo una larva y un par de hormigas aladas. Esperaban a que pasase la tempestad para más tarde iniciar un hormiguero nuevo. Era una escena conmovedora: supervivientes del genocidio, muertas de miedo, quietas como si así no las fuesen a encontrar... No sé que pasaría al final con ellas. Yo las dejé en paz.

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